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miércoles, diciembre 25, 2024

AZTRA: EN EL PRINCIPIO, AHORA Y SIEMPRE. por Napoleón Saltos Galarza

EL GOBIERNO SUBASTA EL INGENIO A FAVOR DEL MONOPOLIO TRANSNACIONAL “GLORIA”.

AZTRA: EN EL PRINCIPIO, AHORA Y SIEMPRE

Napoleón Saltos Galarza

Quito, octubre 2011

Ni siquiera hay celebración apropiada por el Estado. Ha desaparecido el nombre: no es Aztra, simplemente EQ2; y la forma de apropiación es la subasta. En círculo, los calderos borran la historia y la someten al poder del capital y del Estado.

EN EL PRINCIPIO

Estamos viviendo una democracia que se abrió con la “masacre de Aztra”: el silenciamiento cruento de los trabajadores, para abrir una democracia disciplinada desde arriba.

Los años 70 eran los del boom petrolero y del modelo desarrollista de industrialización por sustitución de importaciones. El milagro, bajo la dirección de la Dictadura del General Rodríguez Lara, duró un tiempo corto: del 72 al 76. Un tiempo que sedujo a los dirigentes de un sindicalismo en ascenso.  Se juntaron los nacionalismos militares, las tesis cepalinas, las ilusiones de una tecnoburocracia estatal y la sumisión obrera a la modernización del capital, con el telón de fondo de la seguridad nacional.

Sentadas las bases de un débil desarrollo industrial apuntalado por el Estado, ampliado a nivel del Pacto Andino, no hubo tiempo para el “despegue”; tras el Triunvirato regresó el poder oligárquico-imperial, el orden reprimarizador y disciplinario. Restaba un obstáculo: el bloque social liderado por las centrales sindicales había empezado a cobrar fuerza y resistía al viraje dictatorial.

A fines de los 80, nuestro Continente entraba en un nuevo tiempo político: el fin de las dictaduras y el retorno a las democracias liberales electorales, como desplazamiento del imaginario colectivo de la revolución o la reforma, que había primado por dos siglos de política moderna, al imaginario del orden y la gobernabilidad.

Ecuador pasaba a ser el laboratorio de los retornos disciplinados: era el primer retorno a la democracia “constitucional”, al que seguirían procesos más complejos, como los del Cono Sur, en donde la resistencia armada romántica jaqueaba a los regímenes dictatoriales sangrientos. El obstáculo en nuestro país estaba en la movilización social contra la dictadura y la exigencia de un retorno democrático con participación de los de abajo.

El Triunvirato había iniciado el proceso de “reestructuración jurídica del Estado” con comisiones de notables designados desde arriba, integrantes de los nuevos partidos postoligárquicos. Todo estaba en orden: la primera Comisión tenía el encargo de redactar una nueva Constitución que legitime el orden compartido por civiles y militares, basado en una democracia tutelada por las Fuerzas Armadas, como “garantes de la democracia” y en el modelo desarrollista-empresarial. La segunda Comisión, debía redactar las nuevas Leyes de Elecciones y Partidos, pilares de la nueva democracia representativa, basada en el monopolio de la representación por los partidos políticos. Ya habría tiempo para invitar a la participación ciudadana para que legitime lo actuado desde arriba.

Las Centrales Sindicales habían empezado a construir un proceso de unificación en torno a una Plataforma por la defensa de los derechos laborales – salarios, estabilidad –, la nacionalización de los recursos naturales, la banca y la salud, y la reforma agraria; de modo que podía convocar a los diversos actores sociales, especialmente al campesinado y a los sectores populares urbanos.

Este ascenso podía poner en riesgo el retorno ordenado, desde arriba. La masacre de Aztra del 18 de octubre de 1977 no sólo significó un hecho de represión contra un conflicto laboral, sino la contención del ascenso de las luchas obreras: el asesinato de más de un centenar de trabajadores rebasa la “medida normal” de la represión; así como la forma sangrienta muestra el poder represivo del Estado, el Leviatán, ante el cual no hay fuerza que pueda oponerse desde abajo. En estos conflictos siempre la versión oficial está muy por debajo del testimonio social, habla de treinta muertos.

“Aztra se dio en el marco en el cual la dictadura ponía en marcha el “plan de retorno a la democracia”, exigiendo como requisito previo un “clima de paz y de orden” que en la práctica significó la vigencia de decretos anti-obreros, ilegalización de la Unión Nacional de Educadores, de la CEDOC y la FESE, encarcelamiento de dirigentes obreros y del magisterio, represión al clero progresista y asesinato a dirigentes campesinos como Mardoqueo León y Rafael Perugachi. Fruto de esta política, los conflictos laborales bajaron de 285 en 1975 a 171 en 1977 y a 117 en 1978.”[1]

Disciplinado el movimiento obrero, podía cumplirse el retorno a la democracia liberal, con marcas que subsisten hasta hoy: el tutelaje de las Fuerzas Armadas, el disciplinamiento y criminalización de las luchas sociales.

CONTINUIDAD

Aztra luego es el signo de las privatizaciones fraudulentas durante la larga noche neoliberal: en febrero de 1994, durante el Gobierno de Sixto Durán, la CFN emitió el Prospecto de Venta de Acciones de AZTRA al acreedor Roberto Isaías en 100.000 dólares (218 millones de sucres). Un precio inferior al valor depositado en caución por Aztra  que ascendió a 250.000 dólares más 543´250.000 de sucres. “Es decir, solo el valor en caución – que fue devuelto a Roberto Isaías, una vez que compró las acciones de Aztra – fue superior al precio de venta de las acciones de la empresa en mención.”[2] A pesar de los informes de la Comisión Cívica Contra La Corrupción, tampoco allí se hizo justicia; los perjudicados directos fueron los trabajadores que han dedicado su vida a la producción del azúcar.

Treinta y cuatro años después se cierra el círculo. Mientras sigue el perdón y el olvido para los culpables de la antigua masacre, Aztra vuelve a ser noticia, con el nombre cambiado. El gobierno de Correa subasta el Ingenio a favor del monopolio transnacional “Gloria”. Otra vez la danza de los millones en juegos opacos: los fondos de la CFN, como préstamo para los compradores; acumulación por desposesión de los bienes del Estado. ¿Qué ha cambiado? El nombre de los beneficiarios; aunque atrás sigue el fantasma de los Isaías. Y el discurso: el 30% de las acciones se asigna a los trabajadores, en un capitalismo popular que recubre el negocio de fondo.

 

SIEMPRE

 

Aztra es todavía el símbolo de la resistencia ante un modelo que se reproduce cíclicamente. Todavía es el tiempo de la memoria y la resistencia.


[1] TAMAYO Eduardo, Masacre de Aztra: perdón y olvido, ALAI, América Latina en movimiento, 20-10-1988, http://alainet.org/active/27050&lang=es, consultado 23 octubre de 2011.

[2] Comisión Cívica de Control de la Corrupción, “Presuntas irregularidades en la venta de Aztra a Global Trade Financing Corp, de Roberto Isaías”, versión electrónica consultada 23 de octubre de 2011, http://www.comisionanticorrupcion.gov.ec/index.php?option=com_content&task=view&id=46&Itemid=70

lalineadefuego
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PENSAMIENTO CRÍTICO
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2 COMENTARIOS

  1. El “eco” Pedro Delgado NO informo a nuestro Mandatario la MAGNITUD de nuestro conflicto colectivo, fuimos los primeros proponentes de la COMPRA del Ingenio y Pedro Delgado se hizo el “sueco” aduciendo que requqeria dienero en efectivo para pagar a los depositantes, cuando le planteamos que capitalice los 20 millones que nos ofrecia, era mejor que aceptar 13 mil;lones en papeles, el Inegenio quedaba en manos cañarejas y se socializaba constitucionalmente este bien del Estado a favor de 3.500 familias del Austro mayoritariamente…ahora estamos en la CIDH, que sin lugar a dudas la indemnizacion sera muchisimo mayor.

  2. […] “Aztra se dio en el marco en el cual la dictadura ponía en marcha el “plan de retorno a la democracia”, exigiendo como requisito previo un “clima de paz y de orden” que en la práctica significó la vigencia de decretos anti-obreros, ilegalización de la Unión Nacional de Educadores, de la CEDOC y la FESE, encarcelamiento de dirigentes obreros y del magisterio, represión al clero progresista y asesinato a dirigentes campesinos como Mardoqueo León y Rafael Perugachi. Fruto de esta política, los conflictos laborales bajaron de 285 en 1975 a 171 en 1977 y a 117 en 1978.”[1] […]

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