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A la política real. Ahí, como dicen los expertos y los experimentados, no solo caben las palabras y las letras, sino las acciones y, sobre todo, la toma de decisiones. De hecho, algún filósofo dijo que en las decisiones se revelan los personajes y las personalidades.
En esa política, efectivamente, hay que tomar decisiones sobre lo que hacen y no dejan hacer los poderes fácticos, que también son esas corporaciones de gremios y asociaciones cuyos representantes han impedido la evaluación docente o la eficiencia burocrática; como también están en aquellos ex trotskistas, ex maoístas y marxistas leninistas que ahora consideran que el Estado estorba si se trata de afectar intereses particulares y corporativos; y también están aquellos que reivindican el “sindicalismo histórico” sin beneficio de inventario para los trabajadores y para los campesinos e indígenas, pero se olvidan del sindicalismo contemporáneo y de las nuevas realidades del movimiento social. Cuidado con confundir partido político con movimiento social, porque administrar el Estado complica esa relación cuando, como es obvio, hay que tomar decisiones de Estado. En la política real, ¿cómo se armonizan los consensos “garantistas” con las rupturas del sistema? ¿Por dónde se hace el cambio de rumbo sin que en el giro alguien se interponga con argumentos “bondadosos” como aquellos de que se abran todas las universidades y se devuelvan todos los puestos a los burócratas?
En la política real, ¿hay que convivir con aquellos que quisieron tomarse la “justicia por sus propias manos” desde la Constituyente, pero como no tuvieron el bastón de mando se abrieron del “proceso”? Y también están en ella los que se declaran puristas y adoptan “militantes” de las filas castrenses, pero que renegaron de tu propio liderazgo cuando de acompañarte tocaba en los momentos tensos.
Pero está bien, como dice un viejo refrán: “En la política hasta el granizo se fríe”. Ahora toca afrontar el rigor de las decisiones “hasta las últimas consecuencias”, para no dejar a medio camino el reto. Por eso toca hacer alianzas, con los más dispares “amigos” que, pruebas al canto, en la primera desavenencia tomarán su propio sendero. Incluso, para escoger binomios habrá que pensar hasta dónde efectivamente hay coincidencia o solamente interés para sumar votos o calcular posibilidades.
Finalmente, aunque suene ortodoxo y desfasado (¿por eso la izquierda en general a veces vuelve por los manuales?): el enemigo común es otro y en la política efectivamente real no hay cómo confundir los molinos de viento con los caballeros ni con los escuderos, menos dejar de lado a los sanchos para entregarse a los brazos del idealismo.
La política real, por supuesto, entiende de alianzas estratégicas bien concebidas, pero es ajena a los sentimentalismos para olvidar lo de fondo: la derecha, el capital financiero, la voracidad individualista de gremios y sectores económicos alimentan todo cambio a favor de su estatus.