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CAPITALISMO Y PATRIARCADO EN LA COYUNTURA ECUATORIANA (reflexiones al vuelo). Por Alejandra Santillana Ortiz

Revista R.

Febrero 2018

La teoría feminista marxista, y en general los diálogos (mayoritariamente tensos, pero siempre fundamentales) entre feminismo y marxismo, han contribuido a la comprensión sobre el origen, carácter y desarrollo tanto del capitalismo como del patriarcado. Es así, que si bien las formulaciones sobre la división sexual del trabajo, realizada por Marx (en el capítulo 5 del tomo 1 de El Capital) ubican el trabajo reproductivo como parte consustancial del capitalismo; o aquello propuesto por Engels sobre la importancia de la familia burguesa y la propiedad privada dan cuenta de los pilares del capitalismo en las esferas públicas y privadas; pensadoras como Silvia Federici sostienen que el origen del capitalismo incluye otros fenómenos no abordados por el marxismo: el desarrollo de una nueva división sexual del trabajo que subordina el trabajo femenino y el rol reproductivo de las mujeres a la reproducción de la fuerza del trabajo; el surgimiento de un nuevo orden patriarcal, que se sostiene en la exclusión de las mujeres del trabajo asalariado y el sometimiento a los hombres; y la maquinización del cuerpo proletario y su transformación, en lo que constituiría la función primera de las mujeres en el capitalismo: reproducción de la fuerza de trabajo.

2.  El lugar que ocupamos las mujeres en el capitalismo, ha significado el desarrollo de permanentes mecanismos para que cumplamos nuestro trabajo en la reproducción de la fuerza de trabajo y en su sostenimiento, estos mecanismos se basan no solo en la obligatoriedad de sostener el cuidado y la reproducción de la vida, si no en cumplir el destino manifiesto de la maternidad. A lo largo del desarrollo de las fuerzas capitalistas, estos mecanismos que nos someten al lugar reproductivo, y van incorporando la fuerza de trabajo femenina al plano de lo productivo (siempre con mayor explotación y precarización en relación con los hombres), han tenido su correlato patriarcal en el disciplinamiento de la vida de las mujeres y el control sobre nuestros cuerpos.

 3.  Pero el momento actual del capital es el que nos permite alumbrar cuál es el carácter de su proyecto histórico. Pensadoras feministas como Federici y Rita Segato, coinciden en su caracterización sobre lo que acontece como proceso histórico: una fase del capital muy similar a la acumulación originaria, cargada de guerras y destrucción de los tejidos (de la vida, lo común o los entramados comunitarios propondría Raquel Gutiérrez), desplazamiento del trabajo y plusvalía absoluta, que para el caso de los pueblos del sur dependientes, ha implicado la reprimarización de sus economías y un regreso agresivo a la extracción de materias primas y el control de territorios, tierras, trabajo, riqueza, en manos de un reducido grupo de capitalistas (nacionales y globales), que nos regresa al tiempo ya no de la desigualdad, si no de los señoríos o la dueñidad (Segato). Como sostiene la antropóloga argentina: “En esta fase extrema y apocalíptica en la cual rapiñar, desplazar, desarraigar, esclavizar y explotar al máximo son el camino de la acumulación, esto es, la meta que orienta el proyecto histórico del capital es crucialmente instrumental reducir la empatía humana y entrenar a las personas para que consigan ejecutar, tolerar y convivir con actos de crueldad cotidianos.”2 (Ibid. 2016)

 4.  El aumento agresivo de la violencia contra las mujeres: feminicidios, crueldad, trata, violencias de todo tipo, es un signo de esta etapa del capitalismo. Esta guerra contra la vida, y contra nosotras, devela así mismo que el proyecto histórico del capital y del patriarcado, es nuestro sometimiento al rol de reproductoras y cuidadoras, a fin de cuentas, el amor que está presente en la dinámica de la economía del cuidado es el trabajo que permite no solo reproducir materialmente la fuerza de trabajo, si no evitar, aminorar, acolchar la locura que el capitalismo salvaje le genera a la clase obrera. Cualquier intento por no cumplir con ese mandato obligatorio de la reproducción en nuestros cuerpos, cualquier mínimo aire de liberación, cualquier posibilidad que tengamos nosotras para no ser controladas, se paga con violencia: “Se trata de crímenes del patriarcado colonial moderno de alta intensidad, contra todo lo que lo desestabiliza, contra todo lo que parece conspirar y desafiar su control, contra todo lo que se desliza hacia fuera de su égida, con las varias estrategias y tácticas diarias con las que muchos de nosotros, a propósito o inadvertidamente, nos deslizamos y escabullimos de la vigilancia patriarcal y la desobedecemos” (Segato, 2016).5.  A esto se suma, que la reprimarización de la economía y la expansión agresiva del extractivismo así como del deterioro de las condiciones y derechos de trabajadores y trabajadoras en las ciudades, de los niveles de explotación y precarización, han abierto una nueva ola de control, que viene dado no solo por el capital, si no que opera para el caso de los gobiernos progresistas de estas últimas casi dos décadas, el control del Estado sobre nuestros cuerpos para la necesaria reproducción de fuerza de trabajo para la modernización capitalista. No en vano, a la par de la llegada del progresismo y los discursos de participación iniciales, se desató un proceso de modernización capitalista en donde el Estado ocupó el lugar de dirimir el impasse de las clases burguesas, presente en la etapa neoliberal. Esta reforma institucional en clave de Revolución Ciudadana funcionó a la par de procesos de transformación y disciplinamiento de la clase trabajadora, de pérdida de autonomía material y organizativa, de combinaciones entre plusvalía absoluta y relativa, y de la conformación de un imaginario patriarcal que legitimó nuestro lugar de subordinadas, sumisas y reproductoras.

6.  A la ausencia de análisis sistemáticos que articulen patriarcado y capitalismo en Ecuador, se suma un histórico pendiente de la izquierda y el campo popular del país que avanza en la caracterización de lo que ha significado la modernización capitalista, pero que deja de lado la violencia machista, y la define como “situación extraordinaria, marginal, secundaria”, como “un problema de las mujeres”. Si parte del qué hacer político implica comprender el momento y las continuidades estructurales con el pasado, el entendimiento de la modernización capitalista demanda la centralidad del análisis feminista sobre cómo la clase se configura, cómo el capital se reproduce, qué implica el trabajo y la modelación de subjetividades y sujetos, y qué se contrapone al capital y el destino de muerte que ofrece el patriarcado: todos aquellos procesos y experiencias colectivas que ponen en el centro la vida (digna, plena y autónoma) e imaginan dando forma, horizontes emancipatorios.

7.   En ese sentido, el aumento de feminicidios en Ecuador es sin duda un elemento central en el carácter y la manera en cómo se despliegan capitalismo y patriarcado3. Como los datos muestran, entre los años 2014 y 2016 se interpusieron 299 demandas por violencia de género, de esta 150 fueron feminicidios perpetrados por parejas, ex parejas u hombres cercanos, fundamentalmente en Quito, Guayaquil, Santo Domingo y Durán. A esto se suman los datos alarmantes de cómo 6 de cada 10 mujeres hemos sufrido violencia de género de algún tipo a lo largo de nuestra vida y de cómo de estos 6 casos, 4 son de violencia sexual. Los datos sobre violencia contra nosotras únicamente por ser mujeres, no es menor. No sólo es relevante y central para la vida de más de la mitad de la población ecuatoriana, si no que refleja el tipo de sociedad que se va configurando en torno al disciplinamiento y la obligatoriedad de nosotras para ocupar nuestro rol en el ámbito del trabajo reproductivo, consustancial del capitalismo.

La comprensión tanto del tipo de Estado en cuanto relación social histórica, y del capitalismo (global y como formación socioeconómica nacional, diría Cueva), requiere pensar el patriarcado y de esta manera imaginar colectivamente su desmonte: de esta manera el feminismo como teoría, postura política y ética alimenta la lucha de clases. Desde una perspectiva crítica, feminista y marxista, el feminicidio constituye una guerra perpetrada contra las mujeres, que pone de manifiesto lo que las consignas del Paro Internacional de Mujeres habían señalado: si nuestros cuerpos no valen, entonces produzcan sin nosotras.

El año pasado se convocó a un potente Paro Internacional de Mujeres. La convocatoria provino de las feministas argentinas y uruguayas que en sus asambleas concluyeron que, a la exigencia de declaración de emergencia por el crecimiento del feminicidio en el mundo, era necesario articular políticamente con las demandas de las mujeres en tanto trabajadoras y determinantes de la economía de cuidado. Para esto se creó un diálogo y una alianza con las trabajadoras en paro de Polonia y de Corea.)

8.   Bajo esa perspectiva, tres factores se presentan en la coyuntura actual: la reciente aprobación de la Ley Contra la Violencia a las Mujeres; la consulta popular y los escenarios en disputa; y las salidas a la situación económica nacional. El primer elemento, es sin duda un triunfo del movimiento de mujeres y feminista del Ecuador, ha sido la constancia, la denuncia y la movilización de una inteligencia colectiva, la que ha permitido que la actual Asamblea apruebe finalmente una Ley que busca erradicar la violencia contra las mujeres. Este hecho, no solo abre una puerta para que se levante una mínima institucionalidad de género en el país y se establezca la corresponsabilidad del Estado en la garantía de vidas libres de violencias; si no que muestra la centralidad que ha adquirido la violencia en la vida cotidiana de todas las mujeres y la deuda histórica que el Estado tiene con nosotras.

Este es, sin embargo, un primer paso, queda aún mucho camino por recorrer, en donde a la política pública se sume la transformación de imaginarios y valores culturales que desmonten el machismo, la misoginia y el sexismo. Es en este contexto, que dar contenido político a la dimensión de género, clase y étnico se vuelve urgente: un camino programático que no olvide nunca la importancia de las luchas feministas en la transformación radical del país. El segundo factor se refiere a la salida a la situación económica del país (crisis y desempleo, presión sobre recursos naturales, fortalecimiento de los pactos y alianzas con grupos económicos, etc.), que por ahora nos muestra la estrategia negociada del gobierno de Lenin Moreno y la presión de los grandes grupos empresariales para que sean los mecanismos neoliberales, los que primen.

No podemos permitir que esta salida sea nuevamente por el lado del capital y el conservadurismo, es en este escenario que una propuesta articulada de los diferentes actores sociales y políticos del campo popular se vuelve urgente, y en donde las demandas del movimiento de mujeres y feminista deben ocupar un lugar central. En ese sentido, la Consulta Popular del 4 de febrero, constituye una posibilidad para desmontar el correismo de la institucionalidad pública estatal, una respuesta simbólica y política que le diga NO a la Revolución Ciudadana por anti popular, patriarcal y colonial, y una opción (pequeña y condicionada) para que las organizaciones del campo popular, en donde se encuentra el movimiento de mujeres y feminista, construyan un camino político propio, popular, democrático, plurinacional y feminista. Requerirá de un enorme esfuerzo para no permitir que este escenario sea nuevamente una acumulación de fuerzas para la derecha política, económica y para los grupos ultra conservadores.

Notas

2 Para una explicación más completa, leer el aporte riguroso de Rita Segato en La Guerra contra las Mujeres, publicado por la editorial Traficantes de Sueños: https://www.traficantes.net/sites/default/files/pdfs/map45_segato_web.pdf

3 Revisar el importante trabajo realizado por el Colectivo Geografía Crítica y el movimiento de mujeres sobre feminicidio entre 2014 y 2016: http://geografiacriticaecuador.org/wp-content/uploads/2016/11/mapa_feminicidios.jpg

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