CHONE, EL TIPNIS Y LOS INDIGNADOS: AFRENTAS Y PUÑALES
Gabriela Bernal Carrera
Tres eventos han sucedido casi simultáneamente en distintos puntos del mundo en estos últimos días. En Ecuador, la violenta represión a campesinas y campesinos de la zona de Chone con el objetivo de desalojarlos de sus tierras y construir en ellas una represa “multipropósito”. En Bolivia, el triunfo de la marcha de indígenas amazónicos, que también luego de una violenta represión, lograron la suspensión definitiva del proyecto de construcción de una carretera que atravesaría su territorio. Finalmente, en distintos puntos de Europa y los Estados Unidos, el sábado 15 de octubre se realizaron grandes manifestaciones de los “Indignados” con el manejo de la crisis del sistema, la corrupción y la pérdida de garantías de los derechos adquiridos en el llamado “Estado de Bienestar”. Curiosamente, este último hecho, recogido por los noticieros, la prensa escrita y sobre todo internet, no tuvo eco en América Latina.
Pensando desde Ecuador, suena paradójico sin embargo que la “prensa corrupta” con la que el gobierno ecuatoriano ha establecido una lucha sin cuartel, no reseñe con más intensidad los dramáticos acontecimientos de Chone. La información circula por otras vías, por los culebreros caminos de los “reenvíos” y las “listas de distribución”, que en general involucran a “los mismos de siempre”. Si antes nos encontrábamos en las manifestaciones públicas “los mismos de siempre”, hoy sucede lo mismo, pero en internet.
¿Por qué la violenta represión en Chone no tiene eco entre la sociedad ecuatoriana y fuera de ella? La postura histriónica del hermano del presidente (Fabricio Correa) es de mayor relevancia que la militarización impuesta en la zona. Quisiera aventurar una respuesta: De lo que está sucediendo en Chone no se habla “en voz alta”, porque en el imaginario nacional e internacional, representa el Desarrollo, el Progreso.
Mientras en Europa la crisis engendra más y más desempleo y pérdida de derechos (y comodidades) adquiridas; mientras por ese lejano norte configurado por Estados Unidos y Europa el cambio climático cada vez se revela más implacable a través de la crudeza de las estaciones, para nosotros, en este sur aún primaveral, el discurso del “Desarrollo”, del “Progreso”, es el último e imbatible bastión del colonialismo. Por eso, justo por eso, el triunfo de la marcha por el TIPNIS, es, como dice un amigo, el único puñal clavado en el corazón no solo del colonialismo, sino del capitalismo en sí mismo.
Todo el discurso desarrollista que han llevado adelante los gobiernos de las llamadas “izquierdas del siglo XXI”, está en el fondo destinado a vestir con prendas “Made in Ecuador” (o Bolivia), todo el legado colonial del racismo y el desprecio por los mundos y las culturas indígenas. Apropiados del término cultura, trajeándola para teatros y eventos artísticos, la despojan todos los días de su verdadero potencial político. De la posibilidad de pensar desde la cultura un mundo distinto. ¿Cómo sería –me pregunto- imaginar el Estado, desde la minga? ¿Qué implicaría reconocer la correspondencia entre todo cuanto existe, seres humanos incluidos, al pensar los diseños técnicos de las represas “multipropósitos”? Se apropiaron del término cultura para convertirlo en mercancía para la exportación y el turismo. Los mundos indígenas sirven, cuando vaciados de contenido, se convierten en publicidad para el etno/eco turismo.
Pero hay que reconocer que la aceptación que tienen gobiernos como el ecuatoriano, se basa fundamentalmente en el deseo mayoritario por una modernidad que es sinónimo de desarrollo y progreso. En países como el Ecuador, todos queremos la modernidad del capitalismo industrial, no aceptamos ni teóricamente siquiera, la existencia de otras modernidades. Porque la camaleónica capacidad del colonialismo de cubrir todos los espacios siempre con caras nuevas, nos vende todos los días, que debemos “ser como” “los desarrollados”. Y pese a las imágenes de los Indignados, no nos llega ni de lejos, la perspectiva que tal vez ese no era el camino. Que tal vez la insalvable crisis del capitalismo mundial, la crisis ecológica, también nos están diciendo algo a nosotros.
Nos sentimos amparados por la comodidad de no tener que lidiar con cuatro estaciones; como no sembramos ya nada y todo nos viene de fuera, no sentimos la ausencia de las lluvias, y las largas temporadas de sequía solo aparecen como la oportunidad de tener un bronceado “de estrella de Hollywood”. Estamos anclados en la idea de que el desarrollo y el progreso, la técnica serán nuestra salvación: ya alguien inventará algo para remediar lo de la naturaleza. Con un desprecio digno de mejor suerte, nos vanagloriamos de nuestra indiferencia frente a la gravedad de la crisis de la naturaleza; frente a los desalojos en Chone; frente a las 1700 familias que saldrán de tierras agrícolas a unas pequeñas y arquitectónicamente “correctas” casas donde no cabrá ni una gallina, menos un pájaro o un zorro, evidentemente porque todos estarán muertos, ahogados.
Los marchistas del TIPNIS son un puñal clavado en nuestra comodidad, en nuestra desvergüenza de vivir sentados esperando lo que los invisibles cultivan, sin dar nada, sin hacer nada. Los “salvajes” que no quieren “desarrollo”, que no quieren “progreso”, deberían ser una pregunta a nuestra manera de vivir, a nuestra forma de entender lo que es “el sistema”. Los indignados de la red (porque sí creo que hay otros Indignados, que están construyendo otras formas de vivir, de estar en el mundo), se quejan por la pérdida de derechos, que muchas veces son comodidades sustentadas en la opresión de otros invisibles. ¿Quién no quiere vivir como en Europa y los Estados Unidos? ¿Cuál es el precio que históricamente la humanidad ha pagado porque unos cuántos vivan en esa comodidad? ¿A qué población pensamos condenar los latinoamericanos, para poder vivir como en Europa?
Tanto al norte de los “Indignados”, que apuntan su molestia en los límites que la crisis les ha ido poniendo a su ritmo de consumo (simultáneo al de su producción de basura) y a los latinoamericanos que le apuestan a “ser como los desarrollados” a través de políticas basadas en el extracción de minerales, de contaminación del agua, de generación de energía al precio que sea, sería bueno recordarles la imagen de un Francisco de Asís, desvistiéndose en medio del escándalo y enamorándose para siempre de “ la Dama Pobreza ”. Ninguna afrenta más cruel, ningún puñal más envenenado para el sistema capitalista, que parar el consumo, aprender a vivir en la pobreza, en la selva, sin nada.
Dos cosas:
Primera:
Campesinos, representa a varones y mujeres del campo, adultos y niños, ricos y pobres y de paso guapos y no tan guapos… Si quieren ser políticamente correctos (no pensé que buscaban eso aquí) pues entonces digan: campesinas y campesinos adultos y adultas, sanos y sanas, enfermos y enfermas y Etc. Etc. Etc. Respetemos el diccionario, que nada nos ha hecho carajo!
Segunda:
Hay gente que vive en medio del desierto, sin nada más que polvo a su alrededor, y aún así disfrutan del estar VIVOS, aquí vemos pobreza en todas partes, cuando seamos conscientes de la riqueza en la que vivimos, seremos felices y RICOS de verdad. Disfrutando primero de lo que tenemos podremos llegar a tener más o menos, pero felices, eso NO es pobreza bajo ningún concepto.
Gracias.