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lunes, diciembre 23, 2024

CIUDAD Y BUEN VIVIR. por Sebastián Endara

 

Creo que para todos es evidente que no es lo mismo administrar una ciudad patrimonial, que una ciudad que no lo es. Lo deseable sería que todas las administraciones de todas las ciudades del mundo busquen las mejores condiciones para su desarrollo, su embellecimiento, su cultura, pero son las ciudades patrimoniales las que obligatoriamente deben hacer una administración centrada en la cultura. ¿Qué significa esto? Pues que la cultura sea el soporte, origen y destino de los procesos ligados al desarrollo, y en este esquema el cuidado de la ciudadanía reviste especial importancia.

Lo patrimonial de ninguna manera está compuesto solamente por los objetos, bienes muebles o inmuebles, sino principalmente por la significación que estos adquieren para sus habitantes que mantienen viva una forma de ser, unos usos determinados, una identidad. Cuenca no solo es una ciudad patrimonial, sino también una ciudad universitaria. Razón adicional para que el interés de su gestión esté centrado en la cultura como pilar del Buen Vivir.

La ciudad es urbe y es civitas. La urbanización de una ciudad patrimonial si bien debe implementarse bajo el sesgo de la conservación y la vigencia de la memoria, fundamentalmente debe hacerlo bajo una lectura distinta a la de la tendencia modernizadora que entiende el progreso como reemplazo del pasado por lo nuevo, bajo el puro signo de la urbanización. No obstante, la construcción de la civitas, o la unión de los ciudadanos en un cuerpo político que asigna pertenencia, cultura, derecho, es una construcción tanto o más importante en la medida que constituye el corazón mismo de la ciudad. Cuando la urbe se superpone a la civitas se anula el profundo estatuto del ciudadano. En palabras de Murray Bookchin, los sujetos se convierten o en meros electores o  contribuyentes. Asistiríamos así a una degradación del pueblo y a una profunda crisis de civilización de la sociedad dada básicamente por la imposibilidad de gestar lo político. Lo cultural, lo formativo, lo educativo, es el sustrato sobre el cual se constituye lo político.

Si lo político no se construye sobre procesos de educación y participación, se construye sobre la imposición y el simulacro, y sus consecuencias son la apatía, el individualismo, el estancamiento de lo comunitario como proyecto de desarrollo local. Imposible que un conglomerado que no ha invertido en la estructuración de la civitas pueda generar estructuras de política orgánica, de organización civil, de planificación popular y participativa que permita hacer frente a las tendencias del capitalismo internacional que, le pese a quien le pese, sigue usando, para su perfeccionamiento y racionalización, a la estructura estatalista.

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