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COFIEC: CORRUPCIONES, LAVADOS, AMENAZAS Y EL ARGENTINO DE TURNO. Por: Martín Caparrós |

  25 de septiembre de 2012

 
Lo más raro son esas monedas. Tengo una en la mano: son 25 centavos de una unidad monetaria que no existe; llamémosla, por llamarla de algún modo, dólar ecuatoriano. Porque Ecuador es el único país donde el legado del ínclito Domingo Felipe Cavallo subsiste y prospera: no tiene moneda propia. En Ecuador todas las transacciones se hacen en dólares: los únicos billetes que existen son los americanos, pero las monedas faltan y el gobierno acuña las suyas, copiadas salvo en el dibujo que las orna: la de 50, por ejemplo, es grandota –tres centímetros–, ceca de númnero, cara de prócer con barbita. También las hay de 25, 10, 5 y 1 centavos; son, queda dicho, monedas de una moneda que no existe; fracciones de dólar americano que no podrían circular en Estados Unidos –porque son ecuatorianas. Y son, al mismo tiempo, escenas de la contradicción: un gobierno tan antiimperialista –en su discurso público– sigue privado del símbolo nacional y el instrumento de poder que constituye una moneda propia, y usa la del Imperio.
 
Pero, por supuesto, vivir en dólares les ofrece ciertos beneficios. Entre ellas, no tener que preocuparse por el cambio ni la bimonetarización ni esas zarandangas. Y, también, tener una circulación fluida de verdes, vengan de dónde vengan: no hay mejor lugar para disimular un grano de trigo que una bolsa de trigo.
 
Quizá fueron algunas de estas ventajas las que atrajeron a nuestro compatriota: Gastón Heberto Duzac nació en Arrecifes, tierra de autos, hace 37 años. Alguna vez fue copiloto del piloto Norberto Fontana; otras corrió solo –o quién sabe si mal acompañado. Con Fontana tuvo una empresa de publicidad, NEF-One; sin él –pero con Gastón Mazzacane y Cecilia Bonelli–condujo CX, un programa de autos en Fox Sports. A Duzac le dicen, dicen, Tone; Duzac es, en estos días, un personaje en Ecuador: el coprotagonista del escándalo de turno.
 
La historia empezó hace un par de años, cuando Duzac llegó a Quito. Cuentan que lo mandó llamar un argentino influyente en estos lares: Pedro Elosegui fue compañero del presidente Rafael Correa en la Universidad de Illinois; se hicieron amigos y, muchos años más tarde, el presidente le encargó–entre otras cosas– que reformulara el sistema estadístico ecuatoriano para lograr milagros tipo Indec. Elosegui, además, sigue figurando como gerente de investigaciones del Banco Central argentino.
 
Gastón Duzac se jactaba de sus buenos contactos en el gobierno argentino actual, y mantuvo buenas relaciones con funcionarios y empresarios ecuatorianos. Intentó venderles maquinaria agrícola; siempre tenía un negocio a punto de estallar. En 2011 se le ocurrió uno extraordinario: casi convence a unos empresarios de resucitar Southern Winds, de quien les contó muchas maravillas; les decía, dicen, que la presidenta Fernández estaba interesada en ese emprendimiento, y lo decía como si la conociera. No decía, por supuesto, nada sobre la narcovalija que la llevó a la ruina. Quedan de ese período sus cartas y encuentros con personajes influyentes, sus fotos junto al presidente Correa. Duzac estaba cada vez más cerca del poder y el dinero –y vivía bastante bien, a caballo entre los dos países.
 
Todo se vino abajo hace un mes, cuando el semanario quiteño más incisivo, Vanguardia, publicó a toda tapa una investigación: Billetera Móvil: La conexión argentina. Allí contaban cómo, el 2 de diciembre de 2011, Gastón Duzac había pedido un crédito de 800.000 dólares –otra vez 800.000 dólares, remember Antonini– en un pequeño banco llamado Cofiec. Cofiec es una de las compañías que el gobierno de Correa incautó –por deudas con el Estado– en 2008; todas ellas son administradas por una entidad gubernamental que se llama “Fideicomiso AGD No Más Impunidad”, bajo el mando de Pedro Delgado, también presidente del Banco Central ecuatoriano y, para más datos, primo de Rafael Correa.
 
Duzac no tenía bienes en Ecuador para respaldar su pedido; presentó, en cambio, obligaciones sobre bienes de empresas del propio Fideicomiso –sobre empresas en manos del Estado– que alguien le facilitó. Tampoco tenía el año de residencia en el país que se requiere para recibir esos créditos. El préstamo fue aprobado en cinco días; Duzac no tardó más en mandar todos los dólares –menos 20.000– a una cuenta en J.P.Morgan en Estados Unidos a nombre de otro argentino, Juan Antonio Hussey, que se presenta en internet como abogado, master en Inteligencia Estratégica por una “Escuela Nacional de Inteligencia –Universidad de La Plata”, y CEO de una Scanbuy Payments International con sede en Nueva York.
 
Cuando pidió el crédito, Duzac declaró que necesitaba ese dinero para iniciar en Ecuador una empresa de pagos electrónicos. Los pagos electrónicos –las billeteras electrónicas en internet, en celulares, en distintos medios– son un mecanismo en pleno crecimiento que mantiene muchas zonas grises todavía; se dice que son muy útiles para grandes operaciones de lavado de dinero. Pocos días después de otorgado el crédito, un amigo argentino de Duzac, Cristian Galán, se convertía en el presidente de una nueva firma,Scanbuy Pagos, filial de Scanbuy Argentina especializada en pagos móviles. Otros directivos de la empresa –cuenta la investigación de Vanguardia–mantenían una relación muy cercana con el ecuatoriano Francisco Endara, cuñado del presidente del Banco Central –y primo presidencial– Pedro Delgado.
 
Que, dos meses después, en febrero 2012, incluyó a Gastón Duzac –nadie sabe en calidad de qué– en un viaje oficial a Moscú y Teherán, dos de los países más sospechosos de movimientos financieros ilícitos. El viaje–dijo Fernando Villavicencio, diputado de la izquierda– sirvió para “establecer vínculos con los bancos iraníes, lo que levanta serias sospechas coincidentes con denuncias internacionales de que el interés de quienes están atrás de este negocio es permitir el ingreso de capitales iraníes, de dinero sucio, para ser lavado o blanqueado en el Ecuador”.
 
Pero nada de esto había salido a la luz hasta que Vanguardia descubrió que Duzac, que habría tenido que devolver el préstamo a los 180 días de su otorgamiento –el 4 de junio de 2012–, había desaparecido sin pagar un centavo y que, con fecha 6 de agosto, el Cofiec lo había denunciado ante la justicia. Si el banco lo denunció –pese a la posibilidad cierta de que la prensa se enterara– es que hubo algo serio que falló, que por alguna razón perdió la confianza de quienes le habían tenido tanta como para darle esa plata sin ninguna garantía. La hipótesis más probable es que no haya cumplido con algún“compromiso”.
 
La prensa opositora se hizo eco del asunto. Pedro Delgado, el presidente del Banco Central, quedó en una posición delicada. Una entidad que él controlaba le había dado un crédito ilegal en tiempo record a un extranjero insolvente para que creara una compañía de manejo de dinero en una posible sociedad con su cuñado: todo sonaba extraño. Para colmo, el incidente trajo a la luz el hecho de que Delgado tenía una serie de bienes en Miami. Cuando un periodista le preguntó por qué, Delgado le contestó que era público y notorio que él y su familia viven en Miami, Florida. “Eso no tiene nada de raro, ¿no?”, dijo uno de los más altos funcionarios del país.
 
El gobierno reaccionó: hace diez días organizó un “homenaje”a Delgado en un hotel de Quito, y su primo el presidente se acercó a saludarlo. Dos días después, en su Sabatina –la versión ecuatoriana del Aló Presidente–,Correa dijo que los diarios y los periodistas que habían publicado notas sobre la residencia americana y los créditos sospechosos de su primo eran “corruptos, sátrapas, miseria humana, incapaces” que publicaban “porquerías y patrañas”.
 
Hace dos semanas, Delgado y su cuñado Endara presentaron a la fiscalía correspondiente una “diligencia previa” contra la revista Vanguardia y un blog de la Federación de Trabajadores Libres de Pichincha. El caso ya se había vuelto el escándalo del momento. Legisladores de la oposición pidieron informes sobre el procedimiento bancario que llevó al préstamo; el presidente de la Asamblea lo prohibió. Hace diez días una periodista de investigación muy conocida, Janeth Hinostroza, lanzó una serie de cuatro informes sobre el tema en Teleamazonas. Los dos primeros rebosaban de datos, fechas, documentos; el tercero nunca salió al aire. Poco después, el miércoles 19, Hinostroza enfrentó las cámaras para decir que la habían amenazado con tanta seriedad que, tras muchos años de profesión, dejaba el programa.
 
Hace cinco días, el sábado 22, el presidente Correa dijo en su Sabatina que no era cierto que Duzac hubiera viajado a Irán con su primo y presidente del Banco Central, Pedro Delgado. El lunes 24 un legislador opositor mostró los documentos que desmentían al presidente y confirmaban el viaje.
 

La discusión está cada vez más caldeada. Mientras tanto Duzac está, dicen, en la Argentina, prófugo de la justicia ecuatoriana. Por ahora no contesta el teléfono.

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