15 de Septiembre 2015
Las contradicciones entre el gobierno y los movimientos sociales no se pueden superar dado que el presidente Correa ha tenido en poca estima las virtudes democráticas del pueblo. Faltan en la visión de su política valores como el respeto y responsabilidad.
Mientras las marchas de los indígenas y de otros sectores populares, demuestran un alto espíritu social, desprovisto de cualquier interés de dominación sobre nadie, el régimen organiza festejos en la Plaza Grande. ¿Es tolerable que se baile y se cante a todo volumen cuando a dos cuadras la policía garrotea a los manifestantes?
Las iniciativas colectivas, como el pacífico levantamiento indígena del pasado 2 de agosto, que salió de Tundayme, y recorrió buena parte del país hasta llegar a Quito el 13, adquirió un significado especial por el saxofón y el tambor tocados por los dirigentes que iban a la cabeza, Carlos Pérez Guartambel y Salvador Quishpe. A la manera de voceros, anunciaban a los que esperaban el paso de la marcha, en aldeas y ciudades, y a las multitudes de comuneros que acudían a la vera del camino como en tiempos pretéritos cuando algo importante acontecía.
Saludaban y brindaban ayuda a los manifestantes, bajo el entendido que se enfrentaba a un gobierno que despierta la indignación mayoritaria porque las imposiciones del poder estatal son cada vez más abusivas y atentatorias contra los derechos de la población. A la marcha se fueron sumando catedráticos, científicos e intelectuales, obreros de vanguardia y empleados privados y públicos que acompañaban a los indígenas, que con su presencia masiva y constante en las lides sociales, hoy por hoy, las lideran.
Estas marchas rememoran los peregrinajes que siempre han hecho los indígenas cuando ha sido necesario expresar una angustia colectiva y dar a conocer algún pronunciamiento comunitario. El recorrido es la imagen del vínculo que une a los puntos previstos en el camino, y culminar el trayecto es el objetivo del movimiento. Para las marchas de la actual etapa, el Parque del Arbolito ha adquirido un entrañable significado para la protesta social.
Cuando arribó la marcha, la percusión del bombo y el sonido del saxofón anunciaron que en el último tramo se habían engrosados las filas, reforzadas por una multitud creciente de citadinos.
¿Qué sentirán en el fondo de sus corazones aquellos que abandonaron los auténticos movimientos revolucionarios para unirse a un gobierno que vela ante todo por los intereses del gran capital, que oprime a las nacionalidades indígenas, que se muestra soberbio con los obreros y cínico con los ecologistas, que aterroriza a burócratas y maestros con el chantaje del despido, que pretende domesticar a todos los medios de comunicación, mientas avasalla el sentido moral y ético de las leyes?
Los agentes policiales hicieron desaparecer el saxofón de Pérez Guartambel y rompieron el bombo que tocaba Salvador Quishpe. No importa, son gajes de las luchas justicieras. Ellos y otros adalides están listos para volver a encabeza las protestas populares. Con bombo y saxofón.
Foto: Plan V