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martes, noviembre 5, 2024

CONGOJA EN LOS ANDES. por Silvia Arana

 

Ante el anuncio de la muerte del Comandante Hugo Chávez, un grupo se auto-convocó frente a la Embajada de Venezuela en Quito. Ciertas personas al morir dejan un vacío tan grande en un país, en una región, en un continente. Cuando uno de estos seres únicos muere, dejan tras de sí una congoja colectiva. Eso sucedió hoy.

Y esos sentimientos no pueden vivirse a solas, hay que compartirlos. Esa sensación se respiraba hoy frente a la embajada. Como pasó en otras ciudades de América Latina. Y como habrá sido multiplicado por varios factores en las ciudades y en el campo venezolano.

Hubo varios oradores pero ninguno expresó mejor las ideas y el accionar llevado adelante por Chávez que la joven venezolana Libertad Velasco. De viaje en Ecuador, parte de un intercambio político-social, la activista reafirmó la solidez de la transformación social construida por Chávez y la revolución bolivariana. Resaltó la advertencia del conductor de luchar contra los tres enemigos internos: burocratismo, ineficiencia y corrupción. Y contra el enemigo externo, sin tregua, reviviendo la frase de su líder: “Vengan vientos, que contra tempestades maniobraremos”. Se refirió de manera muy personal a la tremenda influencia que tuvo la revolución bolivariana en su adolescencia, que le dio un motivo para vivir en un momento en que habían desaparecido sus motivaciones para hacerlo. Poco a poco, su convicción de que el legado del Comandante ha permitido construir un proceso permanente, que resistirá cualquier embate imperialista se fue expandiendo por el grupo dolido -y quizás preocupado por el futuro venezolano y latinoamericano que sin Chávez parecía ingresar en un cono de sombras. Libertad trajo luz a las sombras y proyectó un mañana conducido por un pueblo maduro, conciente y encaminado en la profundización del socialismo a la venezolana.

Enrique Ramos, que al igual que Velasco es un cuadro joven del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) remarcó la fuerza de trabajo de Chávez, que aun enfermo, continuó bregando por la construcción de un proceso de cambio profundo. Desde acabar con las altas tasas de analfabetismo legadas por el neoliberalismo hasta revertir la privatización de la educación. Ramos fue vicerrector de una prestigiosa universidad caraqueña, que gracias a la gestión bolivariana abrió sus puertas a jóvenes de todos los sectores sociales. Dio una idea cabal de las convicciones socialistas de Chávez recordando que en una oportunidad la universidad organizó unas jornadas tituladas “Economía Social”. Cuando Chávez leyó en la prensa acerca del evento, le llamó visiblemente molesto diciéndole que ese título era de medias tintas, que las jornadas debían ser tituladas de “Economía Socialista”, que no le iba a permitir que sea un tímido. Chávez no toleraba la timidez, porque -dijo- a él se le podrán reprochar muchas cosas, menos que haya sido un tímido, un vacilante. Eso jamás. Fue un guerrero, un luchador. Vivió guerreando y los que viven como guerreros mueren como guerreros, luchando.

La embajadora de Venezuela en Quito agradeció la solidaridad y concluyó con un emotivo: “¡Hasta la victoria siempre, Comandante!”

Y el saludo resonó en la noche quiteña como un eco de otros ecos -el Ché, Allende…, memoria de los luchadores que el pueblo no olvida.

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