Hace pocos días me llamaron pagano en el frontis de una Iglesia. La conversación se había tornado interesante…
Supongamos, argumenté, que una prospección geológica concluye que existe un yacimiento de oro en pleno casco histórico de Cuenca, concretamente bajo las Catedrales, la vieja y la nueva. Así que le dije al sacerdote, al que me llamó pagano, si estaría dispuesto a permitir la minería a gran escala y a cielo abierto en estas iglesias. Mirando con aire apocalíptico a las cúpulas de la Catedral de ladrillo visto espetó: sobre mi cadáver y el de las familias católicas. Ahora el pagano era él. Al poco rato le recordé la frase de los ministros y el gobierno: “habrá minería donde haya minerales”. Esa es la estupidez más grande, gritó, la fe no se negocia con oro.
En mi ingenuidad le comenté que cómo un par de Iglesias construidas por los hombres podían tener más valor de sacrificio que los templos, probablemente construidos por la misma mano de Dios, como El Cajas, la Cordillera del Cóndor, Río Blanco, Quimsacocha.
Hasta que por fin coincidió conmigo el mentado cura: “me imagino a toda Cuenca y el país de pie si a alguien se le ocurriera dinamitar una iglesia para empezar la explotación de oro. Pero los templos naturales alejados de los ciudadanos de renombre, cerca de comunidades campesinas que no tienen alcantarillado, ni transporte, están siendo ya explotados. ¿No hay hipocresía en todo este asunto?”
En estos días se han desgañitado contra el “matrimonio igualitario” con el calificativo de ser contranatura. Pero tal será la casualidad que a ningún representante de la Iglesia le he escuchado decir que la minería es contranatura, diciendo desde el púlpito que se destruye la misma obra divina, que se pone en riesgo la especie humana y la de las otras criaturas.
¿Qué contradicción en que los templos hechos por los hombres/mujeres plasmen en su interior figuras de oro que se extraen de la naturaleza que tiene bellezas inigualables en todas sus formas? No conforme con la ya alterada conversación que llevábamos, arrojé una última idea al aire, mientras el sacerdote se reincorporaba a recoger las limosnas: ¿los mineros no son los mismos mercaderes que Jesucristo sacó del templo?
*Abogado, licenciado en Filosofía y magíster en Sociología. Actualmente, docente de la Universidad de Cuenca.