En el incendio de la Catedral de Notre Dame, Colossus, un robot bombero a control remoto, ayudó a apagar el incendio desde lugares impensables para un ser humano. Sin duda la robótica y la tecnología van transformando las operaciones humanas de modo acelerado. Miles de personas a diario son remplazadas por máquinas, pero hay actividades que aún no pueden ser suplantadas ni por robots ni por humanos. Nuestra vida está atravesada por tecnología electrónica.
Internet, las computadoras, los celulares, las redes sociales, las aplicaciones y las plataformas comerciales dinamizan el poder económico y político, transforman los contextos culturales, alteran los sentidos sociales, crean hábitos, modifican las formas del trabajo, fragmentan la comunicación, nos convierten a todos en periodistas de la vida individual y colectiva, restructuran el mercado, cambian la educación. No obstante, aunque nos conectan virtual y físicamente, también nos aíslan… Google, Facebook, WhatsApp, Instagram, Tik Tok, Amazon, Mercado Libre y un largo etcétera, almacenan nuestro comportamiento y cambian los significados de la convivencia social, la interacción se ha llenado de mundos simbólicos. Los memes, emoticones, stickers, videos y fakenews, que si bien generan creatividad, producen numerosos nuevos filtros de la verdad y no-verdad. La magia de la biotecnología descubre algoritmos y nos impone comportamientos a través del conductismo.
Se dice que las tecnologías trajeron igualdad económica y comunicativa, pero en realidad también pronuncian desigualdades en diferentes semánticas: visuales, auditivas, textuales, sensitivas. La pandemia impulsó una nueva cultura digital. Forzó a que el teletrabajo se incorpore como una herramienta económica general. Existen muchas áreas donde es imposible su aplicación y otras donde se combina en grandes proporciones con la acción directa, pero eso no quita que las actividades telemáticas han funcionado como un respirador artificial para las economías moribundas. Buena parte de estos trabajos son acompañados de una atención a domicilio con aplicaciones tipo Uber o Glovo. La medicina y tecnologías actuales hacen al coronavirus menos letal. Sin embargo, la mayoría de los gobiernos no han aprovechado las capacidades tecnológicas, el Big Data en gobiernos como el de Moreno parece un improperio; para lo que sí ha usado la tecnología es para restringir las libertades.
“El Big Data en gobiernos como el de Moreno parece un improperio; para lo que sí ha usado la tecnología es para restringir las libertades”.
Con las redes sociales se ha perdido la santificación del líder inexpugnable. El otrora amo de todo, incluida su imagen, puede ser endiosado, pero también al instante ridiculizado en su máximo esplendor. Del discurso con papel en mano a lo Jaime Roldós -o con la memoria de hierro a lo Velasco Ibarra- pasamos al discurso con teleprompter a lo Correa y al “no hay el texto” de Moreno. Un youtuber o Facebook Live puede contradecir y tener más audiencia que la Asamblea Nacional. De la corrupción en sacos de yute, a lo Abdala Bucaram, se pasó a las offshore y empresas fantasmas sofisticadas. La corrupción millennial goza de los algoritmos. Potencias tecnológicas como China, Rusia y EE.UU. aún son renuentes al voto electrónico, pero Ecuador tiene ya un régimen instaurado de este modo y con posible fraude. En los tiempos electorales se sobreponen los partidos y militancias tradicionales con prácticas online y offline que alteran la cultura política digital.
El mundo paradisíaco de la tecnología lo es también de las severidades. No hay que pensar en sustituir los hospitales con telemedicina, sino en nutrir de tecnología a los hospitales. No hay que cerrar las infraestructuras educativas, sino adecuarlas con los mejores instrumentos digitales. La desconexión total de las zonas periféricas; la inexistencia de dispositivos electrónicos, Internet y telefonía, demuestran la inequidad del sistema. Se han hecho comunes las imágenes de la educación virtual de niños y jóvenes sobre árboles para recibir señal wifi, varios niños pegados a un solo celular, familias sin dispositivos, profesores que hacen carreras maratónicas para enseñar uno por uno a sus estudiantes con la pizarra a sus espaldas, aunque no reciban meses de sueldo; así como centenares de profesores impagos que ya no tienen dinero para pagar la conexión a la telefonía y el Internet.
Varios autores han pronosticado el fin de las civilizaciones, pero por lo menos estamos presenciando el cambio de los sentidos de una civilización esclavizante. Himnos de resistencia como Un violador en tu camino de Las Tesis se convirtieron en un performance mundial. La conexión de los repertorios de movilización de fines de 2019 en Ecuador, Chile, Bolivia, Colombia, Francia, Hong Kong, generaron puntos de encuentros comunes que se transmitieron vía digital, satelital y 5G. La empatía social trasladada de lo analógico a lo digital en las protestas globales por el asesinato de George Floyd enfoca la crispación de la modernidad.
“Google, Facebook, Whatssap, Instagram, Tik Tok, Amazon, Mercado Libre y un largo etcétera, almacenan nuestro comportamiento y cambian los significados de la convivencia social, la interacción se ha llenado de mundos simbólicos”.
*Jaime Chuchuca Serrano es abogado, licenciado en Ciencias Políticas y Sociales, licenciado en Ciencias de la Educación, en Filosofía, Sociología y Economía. Magíster en Sociología. Doctorando en Ciencias de la Educación.