25 marzo 2014
La política ha perdido la razón. El que era rojo aparece azul y el azul se ha camuflado en rojo. Lo que debería ser, pues en un pasado reciente tuvo identidad, hoy no lo es. O acaso sigue siendo lo que fue pero se ha cubierto de ropajes que no le pertenecen. Además de la ausencia de programas, pues predomina la comercial venta de una escueta imagen, es la confusión ideológica y partidaria. ¿Cómo definir a un social cristiano de largo tiempo, convertido ahora en candidato de Alianza País?
De hecho, AP por muchas de sus posiciones concretas, las predominantes, por la creciente composición de sus adherentes y electos no es más el núcleo de izquierda original, este pierde espacio. AP se pinta más de derecha y populismo. Tiende a predominar la organización “atrapa todo” que le permite ganar y ganar votantes sin que ello implique construcción de una organización política, y no es que así gana algún proyecto, sino que el programa político y el núcleo de organización se transforma desde adentro. Puede durar si hay pan y persiste el rol de aglutinador de Correa prodigando las verdades que cada cual quiere oír.
Esta ausencia de definiciones partidarias y la mezcla de personas de orígenes y prácticas políticas diferentes en una organización política acontece ahora en todos los partidos, en Avanza, P. Socialista, CREO o SUMA, todos han escogido candidatos sin consideración de su pasado y simplemente lograron tener candidatos considerados ganadores. A muchos sorprenderá que los candidatos del P. Socialista en la Costa no tenían gran cosa de socialistas, lo cual ilustra de modo muy significativo la tendencia política que estamos señalando.
La primera tendencia ganadora es así el no-partido, la des-organización, el “personalismo”, la creciente des-institucionalización de la vida política. Los fantasmas del pasada en plena acción.
Acontece también que se modifiquen posiciones y se adopten nuevas por complicadas justificaciones ¿Cómo identificar a un izquierdista, con historial de izquierda, ahora defendiendo que AP hace su revolución aunque los hechos no tengan nada que ver con ello; pues en el fondo él sabrá bien que la modernización en curso no es lo que soñó? La explicación fácil es atribuir esto al interés material, de empleo sino de oportunidad de “mejorar sus condiciones de vida”, digamos a una mezcla de oportunismo y de pragmatismo. Hay de ello y en ciertos medios mucho de todo esto. Empero las personas y la realidad son más complejas.
Imposible no ver que con el gobierno, a pesar del verticalismo del funcionamiento Correa, se realizan proyectos y programas que el presidente capta de la sociedad y de cuadros políticos o tecnócratas diversos para dar sentido a una programa que se hace y se deshace, auque a la postre todo queda siempre bien pintado con la omnipresente propaganda. Existen, por lo mismo, posibilidades de realizar apuestas de proyectos que uno hace para la colectividad, sin que necesariamente correspondan a los sueños de uno.
Hay esta y otras condiciones propias al comportamiento individual. También hay condiciones colectivas que definen el actuar de muchos, tal el vacío político de la sociedad ecuatoriana ahora luego de la inestabilidad anterior, la destrucción de los partidos y el fenómeno caudillista. Con anterioridad ya hemos tratado de esto, baste ahora pinceladas.
Cuando una sociedad vive un largo periodo de inestabilidad, como fue el caso del Ecuador entre los 90 y 2000, para poner atrás ese tiempo amplios sectores de la población se aferran a “nuevas” verdades y prefieren certezas aunque estas contradigan sus principios como puede ser el autoritarismo. Modifica pues sus posturas, pesa más el rechazo de lo incierto recién vivido. Ello no permite definición de opciones muy racionales ni de claras opciones ideológicas.
Los partidos, que mal o bien algo de definición ideológica tenían, y a pesar de los camisetazos de sus dirigentes, sí lograban encarnar tendencias, ahora se han desecho. Como Perú llegamos a una vida política sin partidos. En cambio hay la abundancia de políticos, que buscan partidos, puestos y banderas. A su vez hay partidos sin definiciones ni organización, que buscan militantes, ideas y cuadros conocidos para que algo de votos les permitan ser y aparecer. Es el reino del pragmatismo y oportunismo pues han caído los límites éticos que bien o mal algo implicaban los partidos y una opinión pública abierta en su crítica y censura ante estos hechos. El cinismo político se vuelve práctica generalizada, ya no sorprende, para un ciudadano común pegarse al personaje conocido, puede ser menos arriesgado que descubrir lo nuevo de cada campaña electoral pero así refuerza la desideologización y desconfianza de partidos y política. La confusión es el telón de fondo para ello.
Finalmente, Correa en su afán de ganar y concentrar triunfos y poder, que como bien lo ha dicho era más importante tener candidatos ganadores que otros aspectos, refuerza esta descomposición de la vida política. Escoger artistas, futbolistas, personajes públicos conocidos o populares, así como el político con éxito de cualquier partido, al nivel local a fin de ganar se lo hace en nombre de un proyecto que cada vez se vuelve etéreo pero sobre todo refuerza la lógica tecnocrática centralizadora y vertical. En efecto, en las argumentaciones oficiales, lo que cuenta es que crezca el apoyo abajo ya que arriba se supone que se sabe lo que se quiere, habría un programa que todo lo justifica. Una cabeza todo sabe y dirige, los apoyos abajo son simplemente apoyos legitimadores. En contraste con la idea original de AP de organizar la vida política ecuatoriana y darle un sistema de partidos, la práctica de Correa con su lógica caudillista lleva a la inversa.
En consecuencia, se incrementa el caldo de cultivo para la llegada o consolidación de un gobierno fuerte como acontece cuando predominan estas confusiones y ausencia de organizaciones que encarnan ideas y referentes de vida. La perdida de referentes políticos e ideológicos para una sociedad es incrementar la desconfianza de la política, para el común de los ciudadanos “todos son los mismo”, acabará desinteresándose más de la política, para beneficio de una vida colectiva con poco debate público, con un poder que puede hacer y deshacer, y como de costumbre entonces concentra abusos y corrupción que a la postre lo entierran. A la larga, como acontece en estos casos, tiende a predominar otra vez la búsqueda de certezas y redentores que definen el camino y la esperanza, pero ya no será del mismo color, al color actual ya se lo habrá deslegitimado entonces.
Es la izquierda la gran perdedora pues su racionalidad no calza en este contexto, en cambio la posición contrapuesta puede ser la ganadora de mañana y por un buen tiempo, de suplemento con todos los mecanismos montados, legales o no, de concentración del poder.