DE MARCHAS Y DESVARÍOS. UN TEXTO ALREVESADO Y NO NECESARIAMENTE COHERENTE
David Barzallo
si, quieren cambiar el mundo, están locos.
Es indudable que están locos…
pero no están solos.
Jean Pierre Chamak
El día amaneció frío. A las 12 cayó la lluvia. Copiosa, impredecible. Hacía mucho tiempo que no salía a caminar bajo la lluvia, sin paraguas o poncho o por lo menos una funda que separe el agua de mi hipocondría y de mi miedo. La encontré deliciosa. A esas mismas horas, a muchos kilómetros de distancia, en la capital de este paisito imaginario, de esta república nostálgica hecha de espejos y sombras, había gente que marchaba. En las imágenes de televisión y de internet reconocí la otra noche a Margarita Naspud, madre de seis hijos y abuela de tres, que es igual a decir madre de nueve; la conocí cuando era un estudiante más curioso y menos arrogante en la Feria Agroecológica del Austro, una plataforma de organizaciones dedicadas al comercio justo y la producción limpia de productos agrícolas.
En esa época, hace ya casi cuatro años, el debate acerca de la minería, del agua y de la tierra tenía una exposición mediática mucho menor que la actual; tal vez porque la diáspora correísta todavía no había ocurrido, y tal vez porque contra miedos y recelos la mayoría de ecuatorianos y ecuatorianas estábamos con la felicidad a flor de piel con la recién estrenada Constitución, que mucho desvelo y mucha ilusión nos fue costando. Recuerdo que había un acuerdo más o menos coherente entre quienes en aquella época discutían el Mandato Minero 6: Que si se respeta el artículo 3 (donde claramente establecía la extinción sin compensaciones económicas de las concesiones mineras que afectaran bosques protectores, nacimientos y fuentes de agua) la discusión superaba fácilmente las contradicciones un poco demagógicas de plantear el debate entre dos opuestos extremos e irreconciliables: O agua o minería. Recuerdo las bromas en corredores de Montecristi; la esperanza al alcance de los ojos; a Correa gritando con sonrisa que él sería “el primer Acostista” y a Acosta firmando el mencionado Mandato.
Hoy, mientras llovía y pensaba en Margarita fue inevitable preguntarme ¿qué demonios pasó? ¿Cuándo esa esperanza libre se fue privatizando? ¿Quién nos fue marcando en orillas distintas, y abriendo entre cada orilla un río verbal y simbólico que hace inalcanzable cualquier puente o tarabita? ¿Correa? ¿Es correcto hacer ese reduccionismo y decir que Correa solito fue quien nos traicionó, quien se vendió, quien dio la espalda al pueblo, quien se revistió del discurso zurdo y de colaboradores más bien diestros? ¿Y si asumimos ese discurso, no es injusto con las otras cosas que si están pasando en el País, con la inversión social sin precedentes, con la renovación universitaria también sin precedentes, con la misma Constitución que construimos, con las compañeras y compañeros que siguen en el Gobierno y a quienes una vida de activismo los respalda y los legitima tanto como a aquellos que decidieron salir? ¿Fue un error de estrategia, fue un asunto de tiempos, de paciencia, de confianza, de falta de confianza? ¿Cuándo empezamos a mirarnos con recelo si no pensábamos igual? ¿Si no hablábamos igual? ¿Cuándo el discurso alegre empezó a dar paso a ese discurso formal, frío, repleto de consignas? ¿Cuándo? ¿Quién nos fue convenciendo del conmigo o contra mi?
El día fue pasando, gris. A través de la Radio Pública iba escuchando la cobertura de ambas marchas. Con tensión, con el recuerdo pendiente de ese pasado construido en el imaginario. Ese pasado repleto de bombas lacrimógenas; de vidrios rotos; de gente corriendo; de presidentes despidiéndose en un último acto de cinismo, con la maleta del dinero en sus manos, o de otros que no alcanzaron a despedirse porque el helicóptero ya había encendido sus motores. Es cierto, la marcha por la vida no pretendía un golpe de estado como anunciaba con cierta miopía política el régimen. Pero un enfrentamiento entre pueblo no era descartable. Entre masas, la chispa, la primera piedra suele ser irrelevante, y nadie a estas alturas es tan ingenuo como para creer que los infiltrados no existen. A las 4 de la tarde hablaba el presidente. Era un discurso por partes, lo iba diciendo por partes, o mejor dicho por zonas. En la plaza San Francisco, En la Plaza Grande… Era un discurso por partes pero esencialmente decía lo mismo: –Hemos vencido a los golpistas.- -La marcha por la vida fue un fracaso.- -Gracias por defender la democracia- y sobre todo una frase que en la historia de la resistencia izquierdosa por el mundo fue, en su momento, el símbolo de la lucha contra el fascismo: -No Pasarán-…
Pero pasaron. Contra escépticos, contra las barreras reales y sutiles que el gobierno les puso en el camino, pasaron. A pie, en camionetas, en motos. Contra un bombardeo mediático y las incongruencias de sus propios dirigentes. Pasaron para callar bocas, para callarme la boca, para recordarme que la desconfianza del liderazgo es, también, una excusa de la inacción. Y entre ellos, pasó la Margarita, que es de esas personas tan contagiosas que uno no puede vacunarse con la ausencia solamente. Volví a sentir sus manos tibias y cuarteadas apoyándose en las mías tan citadinas, en el frío inhumano de San Fernando. Allá estaba ella ahora, cargando a uno de sus nietos tal vez, empuñando alguna bandera tal vez, caminando a un pasito más bien aletargado. Perdóneme Doña Margarita. Mi arrogancia se olvidó de usted. De ustedes. Me quedé en la inocencia del análisis político frío. Del que me enseñaron en las aulas. Del que sus dirigentes a veces también abusan. Del que reduce las luchas sociales a las consignas y el discurso solamente. Del que toma gente como si fueran fichas, y arma su legitimidad con cantidades y no con sentires. No fueron cuatro pelagatos. Fueron más. Son más. Y lo hermoso, lo esperanzador, fue que la jornada se haya cerrado con una oportunidad a la palabra. Seis dirigentes (todos varones) tomaron el micrófono en la Asamblea y aclararon sus demandas. Nada que vaya en contra de aquellas cosas que también el gobierno predica en el discurso. A pesar de que se registraron escaramuzas y violencia, con saldo de policías heridos y algunos detenidos (poco si se compara con los levantamientos indígenas que han llegado a Quito en gobiernos anteriores) la noche terminó con una oportunidad a la palabra.
Las cámaras de la Asamblea hacen un paneo. Detrás de los dirigentes están algunos marchantes. Le busco a la Margarita, no la encuentro, pero encuentro sus ojos repetidos. Esos ojos no son de mis enemigos. No es contra ellos que quiero hacer mi lucha. Es con ellos. Y también con quienes estaban en la vigilia en la Plaza Grande. Porque ahí encontré otros ojos, no los de funcionarios públicos supuestamente pagados, que existen pero no son la mayoría. Ojos que creen en su líder, que sinceramente creen en su líder. Sigue siendo un misterio cómo tender puentes entre ambos ojos. O tal vez no se tiendan nunca.
Pero hoy recuperé un sentipensar que andaba buscando con desesperación: La vida ocurre lejos de los titulares, y es compleja, contradictoria, dolorosa e inexplicablemente fértil. Sigo pensando que al debate hay que alimentarlo con más datos y menos panfletos; sigo pensando que la marcha planteó un escenario contradictorio y que no poca gente la utilizó para salvaguardar su botín político; sigo pensando que la frase “no a la mina” así, solita, desprovista de propuesta y de contexto, le hace mal a los objetivos reales y de fondo que las marchantes y los marchantes necesitan socializar; sigo pensando que una lucha en la que los argumentos no van acompañados de la estrategia está destinada a fracasar; sigo pensando (sin ser correísta, aunque hasta la aclaración es odiosa) que es injusto colocar a este gobierno en la categoría de un Lucio Gutierrez o un Jamil Mahuad; sigo pensando que la derecha se está articulando bajo tierra y que una alianza entre Sociedad Patriótica y Madera de Guerrero es más probable que un acuerdo entre el Gobierno y la Conaie… Pero ahora también pienso que la ironía, a veces, solo sirve para el ego. Nadie que defienda la libertad, la justicia, la democracia, la alegría o los derechos fundamentales del ser humano puede ser mi enemigo. Estoy, más que nunca, convencido de que entender al mundo a través de los lentes del claro/oscuro, del blanco/negro; del conmigo/contra mí nos destruye como País y como individuos…
Dicho esto, ya vendrán otros soles en que podamos profundizar los 19 puntos presentados por la Marcha a la Asamblea y a la ciudadanía. Por hoy solamente necesitaba volver a caminar bajo la lluvia, pensar en Margarita y darle una oportunidad a la palabra.
Si bien algunas cosas parecen comunes en los discursos, no es cierto que no existan propuestas, el no a la mina que no es nuevo ha estado acompañado de muchas propuestas y construcciones de carne y hueso. A veces nos acostumbramos a repetir lugares comunes que no conocemos, o que por conocerlo por fragmentos creemos que conocemos.Si hay algo que caracterizo a la lucha antiminera que no es de ahora, que no aparece en este gobierno es la propuesta de los luchadores, como Margarita, Flora, Gladys, Silvia y tantas mujeres que se me vienen a la mente, que como en Intag han construido las artesanias con cabuya, los huertos organicos, el cafe organico, el turismo comunitario, o en Molleturo o en Salinas de Bolívar, defendiendo las tierras agrícolas, los ríos, los páramos. Propuestas no hay! decimos. Se han construido desde siempre. Ahi estan las propuestas embriones de las leyes de agua, de tierras, agroecologicas, de redes de intercambio, guardianas de semillas, para construir una economía distinta, una sociedad distinta. Propuestas es lo que hay, pero a esas tampoco se las quiere ver. No conocemos que las luchas mineras han marchado desde hace décadas, por no decir siglos, “a la mina no voy, asi me pegue el patrón, a la mina no voy” decia la canción. Comunidades indígenas y campesinas sacaron a la transnacional RTZ (Río Tinto) de Molleturo, Matiaví-Salinas y del Corazón y del país ya por los 90, en el 95 para ser exacto, o contra la minera noruega ODIN (a los dirigentes tan denostados) en esa época Salvador Quishpe ocupaba el consuldao noruego para denuncira a la empresa, o las comunidades de Intag expulsaron a la Bishi metals y luego la Ascendant Cooper. O contra la minera rusa en Yacuambi, o en el Podocarpus contra la mineria artesanal…o contra la cementaera Selva Alegre ahiora Lafarge en Imbabura, o en San Bartolomé o en el río Santiago…. a la historia que no conocemos…