Se cumple un año desde la inauguración del gobierno de Lenín Moreno, originariamente preñado de debilidad política por los vicios de fraude electoral. A partir de entonces, la crisis política contamina a las distintas instituciones del Estado, cuyos recientes personeros están enfangados en una suerte de corrupción generalizada.
Urgido por una creciente corriente anticorreísta, el actual presidente tomó distancia de su antecesor con el famoso cambio de estilo y finalmente promovió la ruptura política para descargar de sí el peso hegemónico del ex presidente Rafael Correa que fungía como el caudillo del partido y del Ecuador.
Esa afirmación del liderazgo presidencial junto a las promesas de cirugía mayor a la corrupción y de clarificación de las cuentas macroeconómicas, a la convocatoria de la consulta popular y el Diálogo Nacional le permitieron alcanzar transitoriamente altos índices de popularidad que de a poco se precipitan de la mano de los continuos incumplimientos del gobierno para con el pueblo ecuatoriano.
Por ello, es impugnable que en el Informe a la Nación, presentado en la Asamblea Nacional, Lenín Moreno anunciara que es el gobierno de todos “gracias a los 444 diálogos, con la participación de más de 30 mil representantes… de 6700 organizaciones de la sociedad civil… porque sabe escuchar a todos, sin excepción.”; si así sería, el correísmo estuviera desmontado, los corruptos estarían en la cárcel, la plata robada la hubiese recuperado, se cumplirían sus ofertas de campaña, etc.
Y es que la principal herramienta que Moreno tenía para legitimar su gobierno se desvanece, sus propósitos de desactivar a la oposición popular, a través del Diálogo Nacional que finge carácter democrático y popular,pierde progresivamente su efecto hipnótico ante la expectativa de las masas.
Producto de esto, el diálogo morenista es bipolar: de un lado acopia, archiva y proscribe las aspiraciones populares, mientras que por otro, cumple con diligencia las demandas de los grupos monopólicos y transnacionales que continúan acumulando mayores capitales desde la mismísima larga noche neoliberal.
Se trata de un diálogo sin resultados para el pueblo, de una táctica que pretende enfriar la inevitable lucha de clases y mitigar las tensiones entre el capital y el trabajo.
Ventajosamente las masas populares transgreden estos espacios formales e institucionalizados del Estado, paso a paso superan el régimen de criminalización de la protesta y promueven la movilización social – independiente de las facciones burguesas- que durante este último año fue protagonista del encarcelamiento del ex vicepresidente Jorge Glas, de enjuiciar a los corruptos, de desmitificar a la década ganada, de lograr la consulta popular y de derrotar en las urnas a Correa.
En cambio las concesiones del actual gobierno para con los capitalistas significan la afirmación de las relaciones de dependencia con el imperialismo norteamericano, la cesión de soberanía nacional a pretexto de precautelar la seguridad en la frontera norte, la mantención del pragmatismo camaleónico de viejas figuras de Alianza País, la cogobernabilidad junto a socialcristianos, bucaramistas, cámaras de la Producción y distintos grupos económicos que tienen representación burocrática en algunos ministerios e instituciones del Estado.
Más estos, no son los únicos consentimientos. En el plano económico, además de la continuar la expoliación transnacional de las riquezas minerales de la Patria,se preparan tratados comerciales con los Estados Unidos de Norteamérica y la inscripción en la Alianza del Pacífico, así como la aprobación de una nueva Ley Económica Urgente que exonera y elimina impuestos en favor de los grandes empresarios principalmente[1].
Son suficientes las políticas de un año para asociar a Moreno con la oligarquía, su intento de legitimarse y fortalecerse desenmascara su naturaleza burguesa y pro imperialista. Por ello, las masas juveniles y trabajadoras deben afirmar su unidad y movilización para derrotar definitivamente al viejo correísmo y conquistar sus aspiraciones con la lucha popular.
*Lcdo. Francisco Escandón Guevara. Blog: fescandonguevara.wordpress.com Twitter: @PanchoEscandon
[1] El proyecto de Ley orgánica para el fomento productivo, atracción de inversiones, generación de empleo y estabilidad y equilibrio fiscal, es una última cortesía que Moreno entrega a los monopolios. Básicamente consiste en un conjunto de incentivos tributarios (reducción gradual del Impuesto a la Salida de Divisas, exoneración y liberación del pago de Impuesto a la Renta a las nuevas inversiones por los próximos 10 años, eliminación del llamado anticipo del Impuesto a la Renta preferentemente para el sector privado monopolista, etc.). La ley de Moreno es complementaria a la política del correísmo, basta revisar la Ley de Alianzas Públicas y Privadas para identificar sus propósitos de favorecer a la acumulación capitalista en detrimento de los derechos de los trabajadores y la soberanía nacional.