Publicado en Pressenza
Enero 24 de 2017
Ecuador cerró el año iniciando una nueva etapa de su historia. Una etapa con grupos “subversivos”, “irregulares armados”, “terroristas”, “criminales”. Esa es, paradójicamente, la calificación oficial del gobierno nacional para los indígenas de la selva, que ya no tienen manera de hacer escuchar su grito desesperado contra la invasión y afectación de sus territorios, y se contraponen, con uñas y dientes, al ingreso de la minería a gran escala y explotación petrolera, en el último reducto amazónico libre de industrias extractivas.
Excepto el grupo armado AVC (Alfaro Vive Carajo), que apareció durante la época de Febres-Cordero, Ecuador no tiene antecedentes de grupos como los descritos por el gobierno nacional. Si fuera cierto, valdría preguntarnos qué ha provocado su surgimiento en el siglo XXI.
El policía que lamentablemente falleció en la trágica jornada de fines de 2016 no es la primera vida humana que se pierde. Tres Shuar han muerto desde el 2009, por razones similares. Existe un proceso consolidado de oposición a las industrias extractivas por parte de las nacionalidades indígenas del Ecuador, ratificado continuamente en asambleas comunitarias, de asociaciones, federaciones y confederaciones.
La versión y estigmatización oficial acerca de “subversivos indígenas” marca una etapa compleja y peligrosa para este nuevo tiempo. Como nunca antes, el Estado “Plurinacional” ha aplicado todas las capacidades del Ejército contra su propia población indígena. Militares con equipamiento, vehículos, comunicaciones y estrategia de guerra, recorren las comunidades, entran a las casas, maltratan y se llevan a quienes hasta ahora eran reconocidos miembros de esta sociedad.
La foto del Presidente Shuar con el rostro hinchado a golpes, adentro de un patrullero -tras un sorpresivo ataque nocturno a la sede de la Federación Shuar- se cuela del blindaje informativo que el gobierno aplica en la provincia, declarada por un mes en estado de excepción. Los Shuar, con dignidad y con un incomprendido orgullo, observan a su Presidente con la cara golpeada en un patrullero; observan como sus comunidades y territorios son violentados y su reacción natural no es la de los esclavos. Es una más de miles de luchas que existen en todo el mundo, impulsadas por gente ligada a la tierra, que se aferra y la abraza como si fuera su propia vida.
Los Shuar son una nacionalidad de más de 150.000 miembros, que habita un territorio de casi un millón de hectáreas, la mayoría colectivas y legalizadas. Están organizados con un sistema democrático indígena, de abajo hacia arriba, que está por cumplir 60 años de existencia, nacido de la necesidad de enfrentar la situación de contacto con la cultura occidental que se dio recién en el siglo XX.
Los Shuar son inteligentes, audaces y profundamente libres. Son diversos, tienen zonas y dialectos, una compleja red de interacciones políticas familiares y regionales en su territorio, que además es binacional (los Shuar del Perú reivindicaron su verdadero nombre y dejaron de llamarse Wampis hace poco). Por la fuerza de la naturaleza amazónica, cualquier persona ajena muere en pocos días en este poderoso territorio; los Shuar lo manejan como la palma de la mano. Es su casa. Y ante el ingreso de la minera china, con su escolta armada, reaccionan ofendidos como si en nuestra casa un ladrón entrara.
Nankints no es solo una comunidad, es un símbolo, la punta de la lanza, como la llaman, lanza de agua significa. Nankints es la punta de lanza de más de 700 comunidades shuar y achuar repartidas en toda la selva de Morona Santiago, una provincia aún con mayoría poblacional indígena y gobernada por primera vez en la historia, y con reelección, por una autoridad Shuar.
El camino tomado por el gobierno puede tener graves repercusiones. El Estado occidental y etnocéntrico enfrenta a una nación que lleva miles de años en el territorio, incluso antes de que nuestro país se llame Ecuador-, con similar criterio al de las invasiones de hace 500 años ¿qué significa para esta democracia el concepto “Plurinacional” que consta en el art. 1 de su Constitución?
Lo que ya ha sucedido ha generado fisuras, pero profundizarlo lo agravará cada vez más. La presencia de las industrias extractivas puede generar situaciones irreconciliables. La “revolución ciudadana” no optó por ser una revolución ecológica y no cambió la determinación extractivista de Ecuador, en contra de los movimientos sociales y la Asamblea Constituyente que le dio el poder que ahora tiene. Así es como gran parte del territorio sobre el que habitan los Shuar está vendido a China, aún cuando el derecho internacional asista la razón de los derechos colectivos de los pueblos indígenas.
“Violentos” es el término que se propaga oficialmente para estigmatizar a quienes tienen la fuerza de estar en la punta de lanza de las decisiones Shuar. También los han llamado “invasores”, “racistas”, “bárbaros”, revirtiendo la historia de estas naciones originarias de la selva, cuyo clamor se suma contra el cambio climático, junto al Papa y el Presidente de las Naciones Unidas. Es una paradoja que los –llamados- “bárbaros” defienden su territorio y la vida desde una perspectiva más cercana al Sumak Kawsay, que las publicitarias “instituciones del buen vivir”.
Las últimas declaraciones del Presidente del Ecuador, Rafael Correa, no llaman a la resolución de este conflicto: “Aquí ya no cabe el diálogo, aquí cabe cualquier cosa después de capturar a los asesinos” (…) ‘llamemos a la OEA, a la ONU’, llamen a los extraterrestres, a los que se les dé la gana, primero capturar a los asesinos” (cadena sabatina, 17 diciembre 2016). Aspiramos a que los tomadores de decisión comprendan la necesidad fundamental de establecer mecanismos de entendimiento, ojalá respetuosos a los derechos internacionales de los pueblos indígenas.