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EL BOLSÓN: DE DESAPARECIDOS Y LUCHAS POR EL TERRITORIO. Por Romano Paganini.

Publicado 24 de agosto de 2017

El Bolsón (Argentina)

En la lucha por el territorio en Patagonia desaparece un joven activista. ¿Casualidad? Visita a la tierra donde los habitantes de las ciudades se solidarizan con los habitantes ancestrales.

El grito desde Argentina llegó a distintos rincones del planeta: “¡Vivo lo llevaron y vivo lo queremos!” Así se vienen manifestando miles de personas en distintas ciudades y pueblos del país desde que Santiago Maldonado desapareció en el norte de la provincia Chubut, Patagonia. Fue el 1 de agosto cuando el artesano de 28 años participó en una manifestación en el Pu Lof en resistencia Cushamen, defendiendo la tierra ancestral de la comunidad  Mapuche. Ese día llegaron alrededor de 100 Gendarmes que dispararon balas de goma y plomo y prendieron fuego las pertenencias de la comunidad. Los habitantes huyeron por el rio cercano; el único que quedó atrapado por  las autoridades fue Maldonado. Es la última vez que el hombre de un pequeño pueblo en el suroeste de Buenos Aires fue visto con vida.

Santiago Maldonado, joven desaparecido en la recientes protestas de El Bolsón (Foto: Cubadebate.info)

 

Dice Diana Lenton, antropóloga e integrante de la Red Investigadores del Genocidio indígena: “La desaparición de Maldonado tiene que ver con una política de represión.” En una entrevista con el “Canal Abierto” destacó el mensaje que el Estado está mandando: “Es obvio que hoy en día la solidaridad no está bien vista por este gobierno en ningún nivel. Es un ataque a los apoyos que dice: ‘Cuidado porque no solamente los mapuches van a pagar el pato sino cualquiera que les esté apoyando.”

El siguiente texto[1] fue investigado a principios de este año, unos cien kilómetros al noroeste de dónde desapareció Maldonado. El conflicto en El Bolsón trata de lo mismo como el de Cushamen: de capitales extranjeros, de la expropiación de tierras y de las agresiones de parte del Estado. La desaparición de Santiago Maldonado, un hombre blanco de clase media, visibiliza ahora la violación de derechos humanos y la relación íntima entre empresas privadas y el Estado Nacional, situación que viven hace décadas los habitantes ancestrales de la tierra Patagónica.

 

Las tensiones acumuladas y la violencia macrista.  

Laura junta sus brazos frente al pecho, mirándome con desconfianza. Y antes de que me cuente más sobre las charlas que tiene con sus vecinos y como juntos se están dando cuenta que sin agua no hay vida quiere saber quién soy, para quién escribo y por qué la elijo a ella para entrevistar. Le respondo. Pero no vamos por mucho más esta mañana. Primero quiere consultar a sus compañeros. La decisión de dar una entrevista a un periodista se toma en grupo.

-Venite mañana, me dice, ahí te puedo decir más.

Son los primeros días del año 2017 y en El Bolsón, una ciudad medianamente grande en la Patagonia Argentina hay tensiones. Desde hace unas semanas llama la atención la gran cantidad de policías con fuerte equipamiento, especialmente alrededor del municipio. Esto no es común, ya que El Bolsón desde hace décadas es un imán para hippies y otra gente que busca una vida en armonía con la naturaleza fuera de las obligaciones de la sociedad de consumo, fuera del control estatal.

Desde los Hippies hacia Disneylandia

Tiempo pasado. Aunque El Bolsón sigue siendo una alternativa y se sigue fomentando la economía y la agricultura local, la globalización también  dejó acá sus surcos. Eso se ve cuando uno da un paseo por la feria de los artesanos[2]. El campesino con sus quesos orgánicos, el costurero con sus cinturones de cuero y los jóvenes atrapasueños de las grandes ciudades venden sus productos al lado de transformers humanos y los árboles hechos de plástico. Disneylandia no lo podría hacer mejor. Y como si eso no fuera suficiente desarme de un lugar mágico, en esta zona preandina los 40’000 habitantes del valle están enfrentando una amenaza existencial. Se trata del derecho a la tierra y el agua.

La Patagonia con sus campos, bosques, montañas y glaciares posee suficiente agua y tierra. Pero la región también es reconocida por sus entramados mafiosos entre políticos locales y empresas multinacionales. Y como siempre, cuando se trata de recursos naturales existe también un interés geopolítico que si es necesario son apropiados violentamente. Por eso también la desconfianza de Laura.

La charla con sus compañeros se da igual. Porque durante estos meses en El Bolsón (quizás van a ser años) no sólo se trata de tierra y agua. Se trata de restablecer la confianza con las raíces de culturas locales de forma parecida a como se manifiesta en otros lados del mundo. Se trata del Ubuntu en Africa, del Swadeshi en India y del Buen Vivir en Latinoamerica.

Unas semanas después Laura me va a enseñar una palabra en su idioma: ekesh, que significa mirar profundo.

El hombre colonial de Inglaterra

Hace cuatro años atrás, cuando se juntaron nuevamente miles de vecinos para reclamar el derecho a la tierra y el agua, un manifestante llevo un cartel que decía: “Gracias a Lewis nos juntamos”, haciendo referencia al Multimillonario Inglés Joe Lewis amigo del actual presidente Argentino Mauricio Macri. Hace unos años Lewis vive en el paraíso fiscal de Bahamas y desde ahí administra sus empresas, clubes de fútbol y resorts para vacacionar. Uno de estos se ubica en el Lago Escondido, a unos cincuenta kilómetros al norte de Bolsón. A fines de los noventas compró unas 12’000 hectáreas por muy poca plata con ríos de aguas pura, montañas y el Lago Escondido inclusive. Quiso construir un aeropuerto en la Pampa de Ludden para poder aterrizar cómodo en su residencia patagónica. Pero esta zona pertenece a un Mallín, esponja natural en donde nacen las fuentes de agua para los habitantes en el Valle. El proyecto fue rechazado.

En 2010 nació la propuesta del loteo para construir una residencia turística de invierno en los mismos terrenos donde quiso construir un aeropuerto. Este fue uno de los momentos claves para la formación de la Asamblea de vecinos con el objetivo de defender las fuentes de agua que se encuentran en la Pampa de Ludden, reserva natural municipal, declarada por la Unesco como Reserva Biósfera en el 2007.

 

Después de años jugando al ajedrez jurídico, compras dudosas de tierra,  surgimiento de empresas fantasmas y promesas de políticos sin cumplir, el 16 de Diciembre del 2016 destalló el conflicto. Ese día el Consejo Deliberante de El Bolsón decidió en una sesión extraordinaria permitir el loteo sin una base jurídica ni considerar el riesgo para los vecinos del valle. No los dejaron pasar y cuando buscaron respuestas en la municipalidad la policía los hecho con gas pimienta.

Laura recuerda que pocas horas después se hizo una primera Asamblea, donde se decidió instalar un acampe. “Queríamos evitar la confrontación”, dice Laura, “pero ahora nos sentimos obligados de marcar presencia física constantemente.” La misma tarde se armaron unos treinta carpas en el cruce de la avenida principal y la Ruta 40. Los integrantes del Acampe quieren quedarse hasta que la Pampa de Ludden vuelva ser estatal.

 

Violencia y No-Violencia

Archivo: Periodico digital La Primera Piedra
Vecinos del Bolsón en lucha contra el despojo territorial.

Los vecinos abastecieron el Acampe inmediatamente con comida, artículos de higiene y leña. La solidaridad fue grande desde un principio. Pero a la vez también se mostró el otro Bolsón, el que sigue creyendo en las elites políticas y sus promesas de progreso y crecimiento. Unos insultaron a los integrantes del Acampe, otros pasaron en moto o auto apuntando dedos hacia el Acampe, como si fuesen pistolas.  Y en la cuarta noche echaron nafta sobre la bandera de la Asamblea y la prendieron fuego. “Empezó a brotar la semilla de la negatividad”, dice Nelson, desde el Acampe. Muchos no pudieron dormir después, tenían miedo de otros ataques.

Nelson es profesor en una escuela rural y en el Acampe está a cargo de la seguridad. El hombre debe tener alrededor de cincuenta, es padre de un hijo adulto y parece tener buenas raíces. En grupo hablaron sobre el miedo, la ira y las agresiones. “Es importante que no nos dejemos intimidar por las represiones de los sectores del poder y que no afecten nuestra paz.”

Los sectores del poder son el Estado y las empresas. Se sabe que pagan a punteros para amenazar e intimidar a quienes están en contra del loteo. La historia de la región muestra que si es necesario se recurre a métodos que recuerdan a la última dictadura militar: desaparece y muere gente, también si se trata de negocios inmobiliarios. O los echan de su terreno como pasó a mitad de enero, cien kilómetros hacia el sureste de Bolsón. En Cushamen la gendarmería sacó con balas de goma a varias familias Mapuche de sus terrenos ancestrales. El conflicto se basa también en la compra de tierras por otro multimillonario europeo (Benetton). Los cuatro integrantes del Acampe que viajaron al lugar para manifestar su solidaridad con los Mapuches, tuvieron un ángel guardián atento. Las balas de plomo de la policía solo perforaron el auto.

¿Cómo uno puede vivir tranquilo expuesto a estas agresiones?

Nelson habla mucho de unión, de transformar negatividad en creatividad y que el Acampe tenga la tarea, de promover la paz, no importa cuántas agresiones están sufriendo.

¿Dónde nace la convicción por la no-violencia?

“Vengo de una familia muy violenta y cuando era niño me pegaron mucho. Así salía afuera a pelearme con todo el mundo. Hasta que me di cuenta que no tiene sentido. Si yo soy violento atraigo violencia. Entonces, si yo quiero paz en el mundo, tengo que estar pacifico conmigo mismo. Recién ahí los humanos se pueden mirar de nuevo y darse un abrazo. “

ekesh

En sus ojos brota una sonrisa cansada. “La no-violencia es el camino que hace sanar a los humanos. Es un proceso que cada uno lo tiene que pasar internamente.”

Existe un cierto grado de ironía en el hecho de que un británico sea la excusa de que se den charlas en Argentina, que en forma parecida se deben haber dado durante la India de Gandhi.

 

El dialogo de corazón-a-corazón

De violencia o no-violencia se habla en El Bolsón hace años. ¿Cómo se tiene que reaccionar cuando en poco tiempo quemaron dos radios (con voces en contra del loteo) y el centro comunitario, lugar donde se reunía la Asamblea? ¿Qué hacer si integrantes de la Asamblea y periodistas reciben amenazas de muerte? ¿A quién apelar si estos actos violentos no son investigados por el Estado?

El fantasma de la venganza empezó a volar al menos en las cabezas de algunas personas. Pero la Asamblea desde el principio se comprometió con la no-violencia, y ubica cualquier reacción fuera de ese código. Eso se vio durante la primera junta después del incendio de la bandera, donde participaron más de cien vecinos. A quienes hablaron agresivamente les chiflaron o les sacaron directamente la palabra.

El cómo hablar es uno de los temas permanentes. Tanto el hablar dentro de la Asamblea como con los vecinos que están a favor del proyecto. “Tenemos que hablar también con ellos”, propone un hombre. Se trata del agua y por lo tanto somos afectados todos los habitantes de la Comarca. “Si hablamos de corazón-a-corazón”, dice una mujer, “se van diluyendo los prejuicios que tenemos uno del otro.”  Y otro vecino dice que no hay que trabajar con las herramientas del poder. “Que no nos dividan más, tenemos que volver a unirnos.”

Eso no parece tan fácil, ya que El Bolsón es un lugar con historias cruzadas. En la Comarca no sólo viven campesinos y descendientes de pueblos originarios, sino también viejos hippies, yupies, obreros, intelectuales, artesanos, artistas, desempleados, diseñadores, autosuficientes y miembros de la comunidad LGBTTI. ¿En qué idioma nos articulamos? si los habitantes vienen de megacitys, ciudades, pueblos, campo o de otros países y por lo tanto de distintos rincones sociales, económicos y culturales.

A lo largo de las semanas el Acampe se transforma en un lugar visible, donde se empiezan a articular temas que se conocen hace años pero por vergüenza, miedo o inseguridad no se hablaba en público. Claro: ¿Dónde en el planeta los humanos superan las cuestiones impuestos de clases y rasas y fomentan pacíficamente aquello que tienen en común? – ekesh

 

No enroscarse con Trump&Co.

Delia, una mujer en los cuarentas que se mudó hace siete años de Buenos Aires a El Bolsón, siente que no tiene mucho sentido el enrosque con los que están en el poder – ni con Lewis y tampoco con Macri o Trump (que también son amigos). “Tenemos que ser responsables con lo que pensamos y lo que hacemos nosotros para superar las crisis en el planeta y que podemos hacer algo constructivo.” Los tiempos de queja, rezonga e indignaciones ya pasaron, afirma. “Necesitamos un cambio interno dentro de cada uno de nosotros.”

En ese sentido Delia habló hace un tiempo atrás en la Asamblea – y la abuchearon. “Es entendible”, dice ella, ya que muchos de la Asamblea quieren impedir el loteo, pero no consideran la posibilidad de un cambio más profundo, un cambio de conciencia. Ella misma no separa entre la Asamblea y el intendente controvertido. “Esa visión hacia el mundo cuestiona una estructura paradigmática de pensar de siglos. Por eso genera incertidumbre y rechazo.”

En la voz de Delia vibra el espíritu del Buen Vivir, el Sumak Kawsay como se dice en Quechua. Son principios de pueblos originarios de este continente, que siguen manteniendo una relación íntima con la Madre Tierra, con Pachamama. Para ellos – al contrario de las sociedades occidentales – el humano y sus necesidades no están en el centro, son parte de algo más grande y por lo tanto también son responsables de proteger a la Pachamama. El Buen Vivir es una herramienta de los abogados de la naturaleza para disminuir la destrucción de la Tierra.

Ecuador (2008) y Bolivia (2009) son los primeros países en Latinoamérica que consideraron el Buen Vivir en su constitución y por lo tanto dieron espacio a la cosmovisión de culturas que habitaron América antes de la llegada de los Europeos.

En El Bolsón casi no se habla del Buen vivir. Pero si se siente que la memoria colectiva de los pueblos andinos comenzó a manifestarse también en el sur del continente. Y afuera de la ciudad, en las tierras trabajados y en los campos sembrados, se vive.

 

“¿Por qué nosotros no tenemos tierra?”

Al día siguiente me reúno con Laura y sus compañeros. Están volviendo del reparto de folletos, en pocas horas sale la próxima manifestación por las calles con miles de personas. Nos sentamos en la sombra de un árbol y el grupo relata sus encuentros con los vecinos. Cuentan de las situaciones habitacionales precarias en las afueras de El Bolsón, en donde cientos de habitantes comparten una canilla central de agua potable o directamente van a comprar agua. Unos cavaron un pozo tras de la casa y pusieron un naylon para juntar agua de lluvia para la huerta.

Pero no sólo se trata de las condiciones de vida. “Salen conflictos a la luz, que tienen sus raíces en décadas o siglos atrás”, explica Marco, uno de los compañeros. No deberíamos olvidar, dice, que donde hoy en día está El Bolsón, antes vivían los Mapuches y Tehuelches. Y los que sobrevivieron al genocidio del siglo diecinueve hoy no tienen los requisitos pedidos por los conquistadores, y por lo tanto ningún derecho. Sin papeles uno es nadie. “Como puede ser”, repite Marco la pregunta de un vecino, “que alguien que viene del otro lado del mundo pueda comprar tierra por un precio ínfimo y nosotros que vivimos hace generaciones aquí, tenemos que mendigar por agua potable y un pedazo de tierra?”

Laura&Co. visitan especialmente los barrios más humildes de El Bolsón, en donde muchos habitantes trabajan para el municipio y por miedo a perder su trabajo no expresan su opinión. “Por eso aún es más importante sentir el apoyo de ellos y que el Acampe esté aceptado”, afirma Claudio. El rechazo y las agresiones contra el Acampe se manifiestan mayormente en las redes sociales. “Si hablamos con los vecinos en vivo descubrimos de repente cosas en común que ninguno lo esperaba del otro.”

 

El Bolsón, Bahía Blanca, Buenos Aires

Cuando empieza a hablar Laura se le quiebra la voz. Porque ella no solamente habla en nombre de sus alumnos y familias, cuyas realidades conoce como maestra de jardín de infantes hace años. La mujer alta con trenzas negras y ojos oscuros habla en el nombre de todas las Lauras, que durante siglos fueron reprimidas, explotadas o asesinadas. Ella como Mapuche (gente de la tierra) está en pleno proceso de reencuentro con su pasado y con la voz de sus ancestros. “Tenemos hoy en día la posibilidad de encontrarnos de nuevo como humanos”, aclara, “independientemente de nuestro lugar de origen o del color de nuestra piel.” Quiere dar importancia a las cosas que unen a los humanos.

Laura mira hacia el suelo, como si la siguiente frase estuviera escrita en el: “Cuando volvemos a nuestra realidad, con calefacción, agua potable y suficiente comida, nos damos cuenta  que el acceso a un pedazo de tierra para cultivar es un derecho humano y entonces vale para todos también para los que hoy en día tienen frío o sufren hambre.”

La noche después de la charla me agradece por mail que la escuché. Le resulta importante que los humanos se dejen afectar por lo que pasa en el mundo y que sigan abiertos para encuentros con otros seres. “Hay que reconocer nuestra fragilidad, con esperanza, fe y confianza de que eso frágil que es el alma no se rompe si se brinda, porque está hecha para darse.”

Gandhi escribió que la verdad es dura como un diamante pero tierna como una flor.

Un par de semanas después Laura tipea ekesh en su computadora y yo empiezo a ver que la siembra de El Bolsón podría brotar también en Berna, Büren o Brüttisellen[3]

 

Con la nueva ley de tierra que está en discusión a nivel Provincial el conflicto por los recursos naturales en El Bolsón y Rio Negro entra en una nueva etapa. La base la puso el presidente Mauricio Macri en Julio de 2016 cuando decidió por decreto reemplazar la vieja ley por una nueva. Entre otras cosas la ley facilita de nuevo la venta de tierra a extranjeros, sobre todo empresas multinacionales de Norteamérica, Europa y Asia. Además sacó los impuestos a los commodities, que fue implementado durante el gobierno Kirchner. La Asamblea de El Bolsón, tanto como otras organizaciones vecinales o ambientales intentan enfrentar las decisiones del gobierno neoliberal nacional cada vez más unidos.  

 

El acampe en el centro de El Bolsón terminó en Marzo, después de tres meses. Luego, en las últimas semanas se formaron marchas de protesta de pueblos indígenas en distintas partes del país: una se manifestó en la provincia de Jujuy, donde marcharon desde La Quica, en la frontera boliviana, hasta la capital San Salvador de Jujuy, casi 300 kilómetros al sur. Bajo la consigna “Por la vida de nuestros territorios” reclamaron una vez más que se frenen los proyectos de explotación minera, más que nada de litio que pone en peligro la existencia de varias comunidades Aimara y Kolla. Interesados en la explotación son empresas de Japón, China, Corea del Sur, Australia y Francia. La otra marcha, liderada por comunidades Mapuche, caminó los 800 kilómetros desde Bariloche a Viedma, donde se discutó la ley de tierra mencionada. 

[1] El texto es una traducción del Alemán, que se publicó en Mayo en la página de Greenpeace Suiza. Además forma parte del libro “Manos de la transición – Relatos para empoderarnos”. El autor esta en búsqueda de un editorial. Fotos: O.F.L

 

[2] Donde Santiago Maldonado solía vender su artesanía.

[3] Ciudades y pueblos en Suiza.

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