En la lucha contra el crimen organizado con frecuencia se escucha decir que lo más importante es el trabajo de información. En este tiene mucha importancia contar con “informantes” que, por una u otra razón, denuncien y entreguen pruebas a los sistemas de justicia. El ejemplo es válido para demostrar que esa acción puede ser calificada de manera diferente según el lugar desde dónde se la juzga. Para los criminales, quién entregó la información, sin importar los motivos, será un traidor, un espía y un delator; para el aparato de justicia, será un informante o incluso un denunciante.
Cuando se trata de Estados, tal vez pocas veces se hable de crimen organizado, pero si se puede hablar de Estados mafiosos, controlados por pocos que ponen todo el aparato gubernamental a servicio de sus intereses y que no tienen frenos éticos ni legales para imponerlos al conjunto de la sociedad. Puede hablarse también de crímenes de Estado y terrorismo de Estado, como parte del accionar de los aparatos gubernamentales de esta naturaleza. En extensión, los Estados coloniales, primero, y los Estados imperialistas, hasta nuestros días, tienen entre sus características rasgos de este tipo. De hecho, tras las denuncias a los mecanismos de dependencia como la deuda externa y los que han llevado a la acumulación de riqueza y poder en menos del 1% de la humanidad, las características mafiosas de poder capitalista se hacen visibles y demostrables.
Las “Confesiones de un gánster económico” escritas por John Perkings con base en su propia experiencia, señalan que su labor es “tender trampas de billones de dólares a los países del mundo. Sus herramientas de trabajo son reportes financieros fraudulentos, manipulación de elecciones, sobornos, extorsiones, sexo y asesinatos“. La conjunción de Estados y transnacionales, a espaldas de los pueblos, es fundamental para que este sistema opere.
Entonces, personas como Bradley Manning, que en 2010 entregó a Wikileaks más de 92.000 documentos sobre la guerra en Afganistán o Edward Snowden, que hace poco dio las pruebas de violación del derecho a la privacidad y espionaje del gobierno de Estados Unidos, serán traidores y espías en opinión del gobierno cuya fachada de democrático se cae, mientras desde el lado de las víctimas de las acciones ilegales del gobierno nortemericano se los considerará denunciantes necesarios que merecen el reconocimiento internacional. Aunque no se ha difundido suficientemente, la británica Mairead Corrigan-Maguire, quien recibió el Premio Nobel de la Paz en 1976, ha candidatizado a Manning precisamente a ese premio, por considerarlo un pacificador: “Su increíble revelación de documentos secretos a WikiLeaks ayudó a poner fin a la guerra de Irak, y puede haber ayudado a prevenir más conflictos en otros lugares“.[1]
Quienes repiten la visión del gobierno de Estados Unidos a pesar de ser ciudadanos de países que han sido víctimas de las acciones denunciadas, no han hecho sino asumir un pensamiento colonizado. No importa cómo se justifique, ni siquiera con la afirmación de que “todos los países hacen lo mismo” o que “es habitual”, el hecho es que se violaron leyes internacionales y leyes de los propios Estados Unidos. Un crimen, no deja de serlo porque sea “habitual”.
Entre los documentos difundidos hace pocas semanas por Wikileaks sobre la guerra de Vietnám, hay un cable que transcribe una conversación en la que Kissinger, entonces Secretario de Estado, afirma: “Antes de la Ley de Libertad de Información solía decir en las reuniones que ‘Lo ilegal lo hacemos de inmediato; lo inconstitucional lleva un poco más de tiempo’. Pero desde que se aprobó la Ley de Libertad de Información, tengo miedo de decir este tipo de cosas”. Demuestra que el accionar del imperialismo es “habitual”, pero que temen mucho a la difusión de los detalles y a que la gente común se entere.
De la misma manera es que se han conocido otras verdades históricas. Aunque sus denuncias secretas no fueron consideradas por los países occidentales y no se conocieron sino en los juicios de Nurenberg, hoy nadie llamaría traidor a Kurt Gerstein, miembro de las SS nazi, que ya en 1942 filtrara los procedimientos de exterminio en campos de concentración como Treblinka. Tampoco se acusa como traidor a Daniel Ellsberg, que trabajó en el Departamento de Defensa de Estados Unidos, quien entregó a la prensa los llamados “Papeles del Pentágono que avivaron el movimiento antiguerra al demostrar cómo entre 1945 y 1967 el gobierno norteamericano repetidamente engañó al Congreso y al público acerca de las causas y acciones en la Guerra en Vietnam. En el Ecuador, puede recordarse la importancia del “Diario de la CIA” con las denuncias del ex – agente Philip Agee o las del agente Hugo España, miembro del SIC que aportó información valiosa para esclarecer aspectos del caso de desaparición de los hermanos Restrepo.
La información presentada en diversos casos puede que no exculpe a los que filtran la información si fueron también parte del delito, pero su importancia para llegar a la verdad es lo que debe interesar más. Si la verdad es necesaria para alcanzar la justicia, con mucha más razón el portador de esos datos debe ser protegido. Así se actúa incluso con los integrantes del crimen organizado que entregan información a la justicia. De allí que entregar asilo a alguien como Snowden, no es más que un tema de justicia internacional y, por el tipo de denuncias documentadas, más justo en función de la vigencia de los Derechos Humanos dentro y fuera de cualquier país, aunque este se llame Estados Unidos de América.
Además, la protección debe considerar la intencionalidad del autor de las filtraciones. Una cosa es que proceda de quién ya está acusado y busca salvar su pellejo, y otra es del que observa lo negativo de una acción y la plantea a riesgo de su propia vida. El segundo es el caso de Snowden quien dejará de tener amplias comodidades para ser un perseguido, porque considera que el norteamericano común debe conocer lo que su propio gobierno hace contra cada uno de los ciudadanos y en contra de principios reconocidos como derechos humanos. Lo grave no es la denuncia, cuanto proteger a los denunciados.
Desde el ámbito ecuatoriano, quienes se ponen en el lado del gobierno norteamericano que ha incumplido con su legislación y las normas de validez internacional, se presentan como representantes de ese pensamiento colonial que pone toda la fé en el imperialismo, convencidos que si ellos lo hacen a de estar justificado. Mucho más cuando todo el tema se reduce a pocos millones de un ATPDEA que ya estaba moribundo o se cambia de tema para insistir en los mitos del TLC, con el cuco de que si no perdemos quedamos sin el mercado norteamericano, a pesar de que es evidente que ello no ha pasado en todos los años que no se ha firmado ese tratado. Incluso, como frase inteligente se ha dicho que el Ecuador debe medir sus intereses antes de pensar en un asilo, cuando en el fondo esos intereses son solo los de los grandes exportadores y pensar en ellos antes que en derechos humanos es igual a decirnos a todos que midamos todos nuestros intereses individuales antes de ayudar a quién está siendo víctima de un asalto, o que midamos la chequera antes de pensar en valores superiores.
El pragmatismo de los comerciantes de la vida se opone a cualquier mención a la soberanía que es el equivalente a la dignidad de todo un pueblo. Esas son externalidades en la contabilidad de sus ganancias. Pero el comportamiento de los voceros de esos intereses privados tiene la utilidad de recordarnos que a favor de la dominación extranjera, están también los pocos ecuatorianos que se benefician del sistema de dominación imperialista.
Por supuesto, lo dicho no implica olvidar la contradicción entre el discurso inicial del gobierno de Correa frente al pedido de asilo de Snowden y su comportamiento al interior del país, donde se ha llegado a negar la entrega de informes ministeriales a asambleístas en funciones o simples declaraciones a la prensa, mientras la aprobada Ley de Comunicación podría ser usada para prohibir la difusión de información nacional que se asemeje a la expuesta por Snowden porque esta no está autorizada “por su titular, la ley o un juez”; tampoco podemos desconocer las incoherencias entre su discurso inicial y su nuevo discurso, incluyendo el anuncio oficial de sanciones a un cónsul que emitió un salvoconducto que podría haber salvado la libertad o la vida de Snowden y la gentil conversación de Correa y el Vicepresidente de Estados Unidos.
Ahora el caso Snowden expresa también y de mejor manera un aspecto de la realidad internacional: los gobiernos de países imperialistas compiten entre sí por el control mundial, pero al mismo están coaligados para mantener los roles de cada país y el sistema mundial de dominación. No otra cosa es lo que se evidencia cuando países imperialistas de Europa, con contradicciones pero también aliados a Estados Unidos en las guerras y políticas de agresión, demandan explicaciones por el sistema yanqui de espionaje global al mismo tiempo que impiden el tránsito del avión presidencial de Evo Morales, incluso con el riesgo de poner en peligro su vida. Nuevamente, viejas y básicas normas de convivencia entre los Estados se rompen en el intento prepotente de demostrarse como los gobiernos que mandan en el mundo, dominio en el que cada vez tienen más problemas, sobre todo por los grandes levantamientos de pueblos en distintos países. Este vil comportamiento contra un presidente latinoamericano y el pueblo que representa, debe ser condenado frontalmente, entendiendo que no se trata de un hecho aislado, aunque este adquirió una extrema gravedad, y que la inutilidad de la Secretaría General de la ONU para defender las normas de convivencia entre los países queda aún más evidente en su silencio cómplice
Snowden ha dado una alerta al mundo. Una más entre otras, que nos hablan del estado bélico permanente del imperialismo para proteger sus intereses dentro de su estrategia de “dominación de espectro completo” y del uso del espectro del “terrorismo” para justificar cualquier barbarie contra la humanidad. Ahora, en la perspectiva de las acciones de espionaje del gobierno norteamericano, todos somos terroristas potenciales, como personas o países enteros, y en función de ello realizarán las “guerras preventivas” (doctrina Bush) o los arrestos de todo extranjero sospechoso de “atentar a la seguridad nacional de Estados Unidos” en aplicación de la Patriotic Act II de 2001, con aplicación extendida en 2006 y 2011.
Las detenciones “irregulares”, es decir sin cumplir ninguna ley, las prisiones clandestinas ubicadas incluso al interior de países europeos, las torturas en Abu Ghraib, el uso de torturas legalizadas o la cárcel de Guantánamo, en la que se atormenta a los detenidos en aislamiento total, forman parte de las violaciones masivas de derechos humanos y derechos de los pueblos que no pueden ser tratadas como un escándalo momentáneo de los que suele tratar la prensa. Estamos ante expresiones de un poder internacional que expresa su máxima agresividad en momentos de crisis, pero que se quiebra cuando su interior se expone a la luz. Snowden ha abierto grietas para que esto sea parcialmente posible, pero ahora es necesario que se lo proteja para que su ejemplo sea contagiado. Tres países de América Latina (Venezuela, Bolivia y Nicaragua) han ofrecido asilo sin condiciones e inmediato, mientras otros se hacen a un lado.
Vargas Villa nos recordaba que “los vampiros viven en la oscuridad porque temen a la luz”. Los que viven de chupar el sudor de pueblos enteros temen por igual a la luz que los exponen tal y como son. Mientras más se difunda la verdad, mejor podrán actuar los pueblos.
[1] Texto completo en: http://actualidad.rt.com/actualidad/view/98886-bradley-manning-nobel-premio-paz
Impecable análisis de Edgar Isch
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