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domingo, diciembre 22, 2024

EL CINISMO DE CIERTOS INTELECTUALES. Por Alfredo Pérez Bermúdez

Al igual que en la historia antigua heleno, judeo, cristiana en que la moral y la ética europea fuera edificada bajo preceptos religiosos con los cuales se crearon normas de convivencia patriarcales de dominación, el cinismo posmoderno parece echar raíces para regir el Siglo XXI, incidiendo amargamente en la reproducción simbólica de la sociedad actual.

Recurriendo a la nominación que la Real Academia de la Lengua Española (RAE) da a esta palabra, se trata de la forma más desvergonzada de mentir en defensa de prácticas y doctrinas vituperables que desdicen, incluso, de los aspectos morales que se crearon en Europa y que se impusieron en América como producto de la atroz colonización inquisidora de los siglos VXI, XVII, XVIII y de las repúblicas del s. XIX. Es, como dice la academia de la lengua castellana: la más descarada obscenidad en relación a la verdad de los hechos que rigen las relaciones interpersonales y potencialmente, la historia de una sociedad, de un pueblo.

Viene esta introducción porque he leído con indignación, un manifiesto de intelectuales y artistas del Ecuador ante la situación del país, en momentos en que el movimiento Kichwa, sus comunidades y el indigenado en general (si nos apropiamos de esta palabra) ha llevado adelante uno de los más dignos levantamientos populares de los últimos años, para hacer retroceder las imposiciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), aceptadas por un gobierno esclavo de los dictados de tal organismo esclavizador.

En ese texto -con contadas excepciones- firman desde plagiadores de tesis de grado; periodistas de radio repetidores de una ideología que poco entienden; personas que se dijeron “soldados de la Revolución Ciudadana” cuando en realidad fueron y son badulaques comensales de todo gobierno, sin principios que no sean los de sus bolsillos; dóciles docentes al servicio de un dictador que les dio de comer a glotoneadas en época de farisaica revolución; hasta ex ministros de Cultura que creyeron alcanzar la cumbre de sus ambiciones personales, cuervos criados por un sistema que hizo que a nombre de la patria nos sacaran los ojos de la historia tras un manto de culturalismo e historicismo depredatorio. Corruptos de toda laya.

En ellos cabe las significaciones que la RAE da a la palabra en cuestión: al más descarado cinismo de la escuela de su mentor.

Para ellos, la movilización de esta histórica fecha: 9 de octubre de 2019, solo es “descontento” frente a las rastreras medidas económicas del gobierno del Lenín Moreno, de Oswaldo Jarrín y de la ministra de Gobierno, María Paula Romo así como de la derecha más retardataria del país.

Ellos, desde sus cómodos libros, desde sus cómodos escritorios, han sido “testigos” de la represión de un gobierno atroz, hermano siamés del dictador Rafael Correa Delgado, del que dichos “intelectuales” fueron uña y carne.

Ellos, que siempre esbozaron palabras de democracia, vuelven hablar de lo mismo como cazadores de oportunidades. Deslegitiman lo que otrora legitimaron (la represión) cuando no tuvieron la menor dignidad de abandonar sus pingües puestos burocráticos en momentos que ocurría lo mismo.

Ya no se acuerdan de los 10 de Luluncoto; ya no de los  Saraguros, peor de los muertos en circunstancias oscuras, quienes fueron críticos del gobierno de la “Revolución” Ciudadana, denunciantes de la corrupción más putrefacta que ha tenido el Ecuador en toda su historia.

Ya no del asalto policial a domicilios como el de Fernando Villavicencio, a vista de sus tiernos hijos; ya no de los estudiantes de los colegios Montufar, Mejía y Montalvo, correteados, acorralados en las calles de Quito y torturados en plena vía pública.

Ya no de la más atroz y mediocre apropiación del pensamiento de izquierda para lograr los objetivos de la supuesta “Revolución”, pero con el claro propósito de trizar la organización social como el FUT, la Conaie, la Ecuarunari o el movimiento ecologista, la de los jubilados, etc.

Siguiendo el guion de su psicopático mentor de nada se acuerdan. No de sus crímenes de lesa humanidad en el 30-S del 2010; no de un Estado de propaganda que ha llevado a que humildes ciudadanos estén dispuestos a morir por ver al dictador otra vez en la silla presidencial como a un monarca al que habría que besarle los pies y quien sabe las posaderas.

Ya no se acuerdan que fueron míseros recicladores de los poco pero bueno –para ellos- que cayó bajo la mesa del bufete de Carondelet.

De nada se acuerdan, porque en ellos solo cabe aquello que en primeras líneas he copiado de la RAE.

*Escritor, catedrático e investigador. alfrepz@gmail.com

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