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sábado, noviembre 23, 2024

El desarrollo rural, el gran ausente en las elecciones 2021

Por Diego Martínez Godoy*

En el contexto de vulnerabilidad socioeconómica que trajo el covid-19, el centro del discurso de los candidatos a la Presidencia de la República gira en torno a los planes de “reactivación económica del Ecuador”. Una de las vías señalada por la mayoría de los aspirantes consiste en la imperativa dinamización agrícola y pecuaria del país. 

Pese a los clivajes políticos e ideológicos de los postulantes, todos resaltaron que: “el Ecuador es una gran potencia agrícola de la cual se debe sacar provecho”. Las diferencias, sin duda, radican en “el cómo”, en ese sentido, hemos visto desfilar una cantidad de promesas, propuestas románticas y soluciones mágicas. 

¿Hay verdaderas propuestas, en materia de Desarrollo Rural por parte de los candidatos que aspiran al sillón de Carondelet? ¿Están conscientes que el Desarrollo Rural no solo implica abordar la dimensión productiva o productivista? ¿Qué mencionan los planes de trabajo al respecto? 

Arauz y su intento de borrón y cuenta nueva

En su discurso, Andrés Arauz no quiere mirar atrás ni tampoco desea analizar los errores para plantear una propuesta renovada.

El plan de este candidato da cuenta de una profunda superficialidad y desconocimiento sobre la realidad rural del país. Hubiese sido conveniente que, en base a los errores cometidos en los mandatos de Rafael Correa, se estructuren propuestas de enmienda.

Por un lado, se habla de una nueva “institucionalidad para la soberanía alimentaria”, sin embargo, esta ya existe y en los años del correismo no la supieron respetar. Varios acuerdos pasaron por encima de la Ley Orgánica del Régimen de Soberanía Alimentaria (Lorsa) y hasta se creó un viceministerio de Desarrollo Rural que solo fungió de membrete esperanzador. Desde ahí se fomentaba la compra a productores campesinos, pero solo para la foto. Detrás de todo esto, quienes más se beneficiaron de las compras públicas fueron los grandes agroindustriales, dejando marginadas a las agriculturas familiares.

Arauz y su equipo tampoco son los más indicados para hablar de soberanía alimentaria o seguridad alimentaria cuando en 10 años, pese a los mega programas de provisión de alimentos hiper industrializados a los niños de todo el país, no lograron reducir un punto a la Desnutrición Crónica Infantil (DCI) que alcanzaba un 24,5% en el 2007 y aumentó al 24,8 % para el final de la era Correa, en 2017).

Por otro lado, el plan de gobierno de Arauz, también promete políticas de comercialización, distribución y almacenamiento, sin especificar en favor de quien.  El problema es que, en el gobierno pasado, se impulsó de manera desmedida, la articulación de pequeños productores con grandes agroindustriales ligados al Estado, a través de los famosos y ya fracasados “negocios inclusivos”. En esta modalidad, todos los riesgos, productivos, ambientales y sociales, que podían correr los agronegocios, fueron trasladados a los pequeños productores, lo que ocasionaba altos niveles de endeudamiento y fuertes márgenes de vulnerabilidad económica de las agriculturas familiares involucradas.  El mayor ejemplo gira en torno a los productos lácteos ligados a los programas de desayuno escolar. En varias ocasiones, el Estado, a través de las agroempresas, dejaba de pagar a las familias debido a una disminución del consumo de ciertos productos por la crisis económica. En otras palabras, se trataba de una forma liberal de ofrecer acceso al mercado a los pequeños productores dejándolos en situaciones de abastecedores de materia prima y subordinación productiva. 

Antes de hablar de nuevos mercados de exportación y de un mejoramiento de la balanza comercial, Arauz debería de analizar la equidad en el acceso a mercados nacionales por parte de las agriculturas familiares, y consolidar el abastecimiento interno de alimentos. No es posible que en un país autosuficiente (93% de la demanda puede ser cubierta por producción interna) exista hambre y desnutrición. 

Yaku, el candidato mestizo de la retórica indígena   

La campaña de Yaku Pérez se caracteriza por una propuesta retórica y estimulante como la coca. El discurso de lucha está construido sobre la base del valor del agua, a la pachamama y al sumak kawsay. 

Sin duda, existe mucho potencial retórico, pero muy poca carga analítica, práctica y aplicativa. Como diría Sánchez Parga (2011), todo ese discurso soñador y romántico es estimulante, relajante, pero camufla los verdaderos problemas estructurales del país. 

Atrás se quedaron las motivaciones de lucha estructural de los movimientos indígenas y campesinos de la década de los 90, que dieron origen a Pachakutik y otros colectivos vanguardistas, donde el corazón de las movilizaciones fueron las disputas y demandas, tanto por una mejor distribución del recurso tierra como por la eliminación de todas las formas de precariedad laboral en el campo. 

Actualmente, es un hecho que los movimientos indígenas cambiaron sus líneas de demandas hacia los reclamos “Etno – culturales” (Estado plurinacional, educación bilingüe, autonomía de pueblos, sistemas de justicia propios, saberes ancestrales, etc.). Estos discursos, en su mayoría nuevos, en cierta forma responden al espíritu del capitalismo que pretende que el pueblo esté dormido y estimulado sin tomar conciencia de su verdadera situación de sumisión productiva. Al parecer, el señor Pérez, no logra salir del síndrome de “Forclusión”, ni tampoco llega a superar esa mirada dicotómica del país que nos divide entre dominantes y dominados minimizando, que, entre los 2 extremos, hay toda una masa poblacional en el campo que no se siente identificada por este discurso. De igual forma se debería tomar en cuenta que entre los famosos “dominados” (haciendo referencia a los pueblos y nacionalidades) también hay dominantes (líderes indígenas déspotas, acaparadores de recursos, con prácticas de opresión al rol de la mujer en las propias comunidades).

Lasso, por la boca muere el pez

Guillermo Lasso es el candidato que menos análisis amerita en este ámbito por dos motivos: en primer lugar, porque hay muy poco contenido o casi nada en su plan de trabajo; y, en segundo lugar, porque su desconocimiento en la materia quedó demostrado en los debates presidenciales. 

Si hablamos de sector rural, es imperativo retomar el debate sobre la DCI, temática que nos obliga a pensar en la interacción urbano rural. Sin embargo, el candidato trató de evadir esta pregunta y se hundió al mencionar que una vía para combatirla es cerrando la Senescyt. Esta aseveración nos demostraba su poca preparación en este ámbito. 

Si bien su plan menciona que la “ruralidad debe ser una prioridad”, la sección destinada no suma más de media página. Según esta propuesta, lo rural es netamente visto como un espacio con recursos infinitos, favorable a la generación de plusvalía, especulación, monetización de activos. 

La propuesta de Lasso para el sector rural radica en dos ejes centrales que dan cuenta de su ideología: por un lado, se anuncia la imposición de nuevas modalidades contractuales en el campo, que sin duda se asocian con la propuesta de flexibilización laboral; por otro lado, como era de esperarse, un banquero no puede quedarse sin la oferta crediticia, en el ámbito agrícola se propone, de manera demagógica, crédito para tecnificación y producción al 1% de interés. 

Hervas, el “tik toker” brocolero

El plan de gobierno de Xavier Hervas es uno de los pocos planes que posee un excelente diagnóstico de la realidad rural del país y parte de una identificación bien hecha de brechas urbano rurales en torno al acceso a educación, salud y servicios. 

Sin embargo, en el discurso, encontramos al verdadero Hervas, el agroempresario urbano centrista y con una visión muy reducida del sector rural. Con un enfoque muy similar al del “banquero”, lo rural es analizado como un campo productivista capaz de producir de manera infinita.

Este candidato habla de un país “bendecido” debido a la producción constante de “todos los productos durante todo el año”. Sin embargo, no todo es brócoli, ya que de 120 productos cultivados en el Ecuador, solo 58 son permanentes y 70 son transitorios.

En términos de empleo rural, el plan de la Izquierda Democrática pone en jaque a su propio candidato al evidenciar la elevada precariedad laboral y subempleo existente en el sector rural.  En efecto, si bien la agroindustria del brócoli o de las flores generan empleo, no es precisamente un empleo de calidad. Varias investigaciones llevadas a cabo desde la academia, demuestran las malas condiciones laborales de los trabajadores/as (en su mayoría mujeres) relacionados a las industrias brocoleras y floricultoras en Cotopaxi y Pichincha. 

Es importante entender que el sector rural no puede ser manejado bajo el modelo del agronegocio brocolero, al que representa Hervas, debido a su baja sustentabilidad y sostenibilidad. Específicamente, el cultivo de brócoli es conocido por su elevada concentración del recurso agua, lo cual provoca escasez, sequías y disputas por los recursos y bienes comunes en las comunidades campesinas vecinas.

¿Cuáles son los 10 puntos a tomar en cuenta para la construcción de una verdadera propuesta para el desarrollo rural?

  1. Comprender que lo rural va más allá de lo agrario y lo productivo. 
  2. La conflictividad en los territorios rurales actualmente pasa por una extrema concentración del recurso tierra (el índice de gini de tierras se ubica en 0.83) y una fuerte disputa por uso y acaparamiento del recurso agua.
  3. Es urgente un nuevo censo agropecuario que reactualice las brechas.  
  4. El centralismo y lo sectorial demostraron su fracaso y “no van más”. Es imperativo retomar un camino maduro de descentralización que amplíe las competencias y presupuestos a los Gobiernos Autónomos Descentralizados (GAD) para enfrentar problemáticas de alimentación, vivienda, salud, producción, etc., desde un enfoque territorial. 
  5. Reconectar las problemáticas en términos de seguridad y soberanía alimentaria con las realidades territoriales. Superar la idea de que la alimentación es netamente un problema de salud y abordarlo también como un problema sociocultural. 
  6. La formulación de políticas de desarrollo rural debe tomar en cuenta de manera prioritaria los jóvenes y mujeres rurales. 
  7. Volver atractivos los territorios rurales pasa por la diversificación de actividades, el impulso a la valorización de productos no convencionales desde los saberes locales.
  8. Dejar de pensar en espacios productivos en términos de ventajas comparativas y encaminarnos hacia la identificación de ventajas competitivas. 
  9. Priorizar el rol de las Nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación (NTIC) tanto para dinamizar el empleo en el sector rural como para la dotación de capacidades de la población joven al igual que para la optimización de los sistemas de planificación locales. 
  10. Los poblados rurales y las ciudades intermedias poseen un rol fundamental como diques o barreras a la migración de los jóvenes del campo a la ciudad. Aquí, se debe pensar nuevamente en repotenciar los centros de formación técnica superior con ofertas concretas en función de las distintas realidades y problemáticas territoriales.

“Pese a los clivajes políticos e ideológicos de los postulantes, todos resaltaron que: “el Ecuador es una gran potencia agrícola de la cual se debe sacar provecho”. Las diferencias, sin duda, radican en “el cómo” y, en ese sentido, hemos visto desfilar una cantidad de promesas, propuestas románticas y soluciones mágicas”. 


*Diego Martínez Godoy es profesor Investigador de la FLACSO – Ecuador. Consultor Experto en Desarrollo Territorial. 

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