15 de Diciembre 2015
El día que se aprobaron las enmiendas se produjeron graves enfrentamientos entre los manifestantes y la policía. La frescura del presidente le llevó a agradecer y felicitar a sus asambleístas por haber cumplido al pie de la letra con el encargo que les dejó antes de partir para Francia.
Pero algo salió mal: uno de sus más apreciados colaboradores se abstuvo de votar. Para el gobernante este acto de conciencia debió ser mucho peor que la “alteración del orden público”. Con cualquier método de interpretación, la conclusión lógica es una sola: si propios y extraños coinciden, es porque algo falla en la conducción política; debe ser que se han rebasado los límites de tolerancia; debe ser que los ecuatorianos no ven justicia ni acierto en unas enmiendas constitucionales que entrañan un grado de imposición que no puede tolerarse.
Pero la arbitrariedad no solo se manifiesta en las órdenes que da a sus partidarios y agentes -y que se materializan en votos o resoluciones automáticas-, resuenan también en las peroratas de los sábados. Tales discursos, se caracterizan por cumplir dos objetivos principales: insultar al adversario desde una supuesta posición de superioridad intelectual y disimular la carencia de argumentos políticos y culturales, apelando a la crónica de las comilonas que disfruta aquí y en el extranjero. Otro tema de las sabatinas es la irrefrenable animosidad que siente contra los indígenas, a quienes querría eliminar de la arena política con sus burlas y su desprecio.
En el show del sábado anterior, dio rienda suelta a sus pretensiones de “gran profesor”, ufanándose del último título honoris causa; molesto, también, por la osadía de los Quishpes y Guartambeles al protestar contra el régimen dictatorial ante la fuerza pública en las calles. Siempre con su característico discurso estrecho y ofensivo , obsesionado por el afán de anular a los indígenas como sujetos políticos, desprestigiándolos y degradándolos, hizo repetir tres veces el tango Cambalache:
Ignorante, sabio o chorro. Todo es igual, nada es mejor: lo mismo un burro que un gran profesor…
No se necesita ser muy listo para entender con quién se identifica el profesor de las sabatinas y con quien pretende que la gente identifique a los indígenas. Pero tanto ha repetido su discurso, tan cansona se ha vuelto su retórica, que se ha convertido en irritante palabreo, que se vuelve en su contra y, por contraste, favorece la imagen de los líderes indígenas como defensores de la democracia que el Ecuador necesita.