09 de mayo 2016
“Todo hombre tiene un grito que lanzar antes de morir, su grito. Hay que darse prisa para tener tiempo de lanzarlo. Ese grito puede dispersarse, ineficaz, en el aire; puede no hallarse ni en la tierra ni en el cielo un oído que lo escuche; poco importa. No eres un carnero, eres un hombre; y hombre quiere decir algo que no está cómodamente instalado, sino que grita. ¡Grita tú, pues! ¡Mi alma íntegra es un grito y mi obra íntegra es la interpretación de ese grito!”Nikos Kazantzakis
Creonte el Rey prohíbe dar sepultura al cadáver de Polínice. Su hermana Antígona, pese al decreto del tirano, va a sepultarlo, pero es detenida y conducida ante Creonte, quien la condena a muerte. Hemón, hijo del Rey prometido de Antígona, pide a su padre derogar la sentencia, mas este no accede. El joven va a ver a la encerrada Antígona; cuando llega, esta se ha suicidado. Creonte ante los tristes acontecimientos accede, pero es tarde, pues Hemón, se suicida a la vista de su padre. Se anuncia a la reina Eurídice la muerte de su hijo. Enloquecida por el dolor grita y se hunde una espada, muere increpando a Creonte por la muerte de su hijo.
El tirano sufre, escucha un coro: “¡Qué tarde parece que vienes a entender lo que es justicia! Hay que ser sensato en las resoluciones y no violar las leyes escritas, las leyes eternas”.
El grito de la tierra, (un terremoto es un grito histérico de la tierra) es el grito de los pobres y es su más doliente expresión, pero también es manifestación de poder, por eso, los capataces gritan y exigen silencio, los autócratas gritan y piden silencio. Capataces y autócratas pierden la calma y piden calma, es la paradoja de las relaciones de dominio
Siempre será el grito, un tema de análisis filosófico, ético y político. El Grito es un cuadro pintado por el artista noruego Eduard Munch en 1893. En él refleja el rostro angustioso de la vida, obra de crítica severa a la organización socioeconómica. Munch grita contra las injusticias sociales y las desigualdades económicas que acompañaron a la Revolución Industrial. En la misma época en Cristiania (Hoy Oslo) reina el terror. Otro gritón publica una novela “Un Bohemio de Cristiania” se llama Hans Jaeger, su obra fue confiscada inmediatamente después de su aparición en1985.
El grito de Pachacamac nos recuerda el yugo feudal, el himno de la Internacional es un grito de fraternidad pero también de guerra contra la explotación, El grito de la rebeldía se escucha en las gargantas del pueblo buscando una nueva alborada. El grito de un niño que nace anuncia la vida y el grito de júbilo anuncia el orgásmico gesto del amor. El silencio que pide el poder es la muerte (en la edad media se prohibía y se condenaba a la mujer que gritaba de placer sexual considerándola poseída por el demonio).
Desde la filosofía, el grito no tiene detractores y tiene defensores. “La filosofía que profeso parte del grito, del lamento, de la encrespada protesta ante la injusticia del mundo que vivimos” dice Carlos Paris. filosofo comunista español y confirma: “Si Aristóteles afirmaba que la Filosofía nace de la admiración, yo diría que parte de la admiración que brota ante el heroísmo de tantos hombres y mujeres que, incansables, dieron su vida, luchando por el reino de la libertad y la hermandad universales. Y el pensamiento que se levanta, a partir del grito y de la admiración no quiere reducirse a contemplar el mundo, sino que aspira a contribuir a su radical transformación”.
La paradoja del país de Manuelito: se convoca al ‘Grito de la memoria’, se le hace un mural que grita, se grita prohibido olvidar, y se grita al que le duele para que deje de gritar. Hay ejercicio de poder y dominio cuando no existe una ética radical, multilateral ante el dolor humano y cuando la solidaridad carece de ternura, porque el dolor, aun el dolor insultante del desvalido, es una urgencia que nos debe llevar a ser seres conmovidos.
La postura ante el dolor es antropología, también es ecología y es cultura de silencio solidario. Es ética de escucha ante el grito de los sufrientes. Así despierta sus sentires de escucha un bombero exhausto (ese soldado al revés que mata a la muerte) e incluso lo hacen, los perritos silenciosos que aguzan su oído, para escuchar los gritos de la vida que se extingue. Así no sabe hacerlo quien quiere dominar hasta en los escombros.
El simbolismo de la conciencia ha de recuperar la comunicación del ser humano con la biología y no con la política en momentos de dolor, y quien viene a destruir el paisaje biológico de la solidaridad plural solo está comprendiendo la ética como razón de Estado: defendiendo el orden y la disciplina aun en la agonía, como valor absoluto. Por lo tanto, el que pide silencio o el que se niega a escuchar está recurriendo a la violencia, para la estabilidad inmutable, oscura silente del poder y lo que querrá es salvar al Estado, aunque sea a costa de aplastar a los ciudadanos. Triste realidad cuando los ciudadanos lo que menos piensan es en el estado cuando extienden su mano solidaria.