EL JAIME Y LA IRA
Hugo Palacios (El Buho)
Al puro estilo Febres Cordero, pero sin melena, el cachorro Jaime, sacó a relucir sus dotes de yo soy bien bravo, y delante de las cámaras casi le da su estate quieto al juez Luque, por atreverse a contestarle en el mismo tono de voz. Y como el Jaime es bien macho, bien rudo, bien me abro el pecho y bien muchas gracias, se lanzó sus 15 minutos de hombría socialcristiana. Su mentor desde la tumba se le encarnó y éste, ni corto ni perezoso, soltó las garras de madero, lanzó las zarpas de guerrerro y yo tampoco me ahuevo, así sea un luque, un duque, un archiduque, porque como soy Alcalde y los medios me quieren y las cámaras me idolatran, yo el Jaime, aquí nomás te doy tu estate quieto, y ven para mearte, y cuidado que conmigo ningún Alfaro vive pues carajo!
De miedo el Jaime; hasta puñetazo en el escritorio como un súper macho de la seis. Claro que le ha de ver dolido, sino que se hizo el disimulado; no vale decir ayayay delante de las cámaras. ¡Qué feo que ha sido el Jaime cuando le entra la histeria!; bueno, cuando sonríe también es feo, pero ya fuera de sí ha sido como ver una película de terror en tercera dimensión. De todo le dijo al juez Luque, y como para demostrar lo machasazaso que es llevó hasta barra propia. Si le encanta el circo al Jaime: gritar, amenazar, insultar, ese es su negocio. ¿Le vieron los ojos desorbitados, los cachetes al rojo vivo, la baba como de oso? Cosa seria el Jaime Febres… ¿cómo es?… Cordero era?…¡¿ Qué va a ser cordero, con esos aires de lobo todo seis que tiene?! Esque esos apellidos raros no me aprendo, algo como Robot es… Neró… o algo así. Bueno ese caballero que se armó un exabrupto en plena audiencia. ¿Qué brupto, no?
Por un momento me imaginé que iba a sacar un garrote al puro estilo cavernícola, pero no, en lugar del garrote para qué se hizo la lengua; lengua entrenada por más de veinte años para imponerse en la política nacional a cómo dé lugar. ¿Se imaginan cómo gritará en la casa? ¿Cuántas mesas habrá roto ya! Esas son secuelas de la infancia. Seguro que su papá le tenía de Jaime para arriba, de Saadi para abajo. Y Jaime, más que seguro se desquitaba con los perros, les mordía a los gatos, les gritaba a las arañas, les puñeteaba a los zancudos, les pateaba a las luciérnagas y les escupía a las gallinas. Así, todo seis. Y ya desahogado, planchaba su guayabera, se dibujaba un bigote, se pegaba unos cuantos bellos en el pecho y gritaba frente al espejo seis malas palabras por minuto, como practicando lo que en el futuro soñaba ser. Eso se llama psicoanálisis profundo, removiendo las aguas turbulentas de la historia socialcristiana-guerrerodemadero-alcaldetampocomeahuevo. Punto.