<www.semana.com> Lunes 27 Agosto 2012
“Desde que nací conocí gente diferente. Mi papá recogía niños de las alcantarillas y los llevaba a la casa”. Con estas palabras, Alberto Torres, un colombiano radicado en París (Francia), defiende los centros de atención a drogadictos que ha ayudado a fundar en Francia.
“Luego trabajé en ‘el Cartucho’ de una manera muy personal, sin financiamiento de nadie. Años después llego a Francia para buscar dinero y financiar una asociación en Colombia”. Así continúa el relato este hombre que hoy trabaja como jefe de educación en Step, una de las organizaciones más importantes para proteger de los riesgos en la salud a los drogadictos en el país galo y la cual cuenta con 1.200 trabajadores.
Incluso, en el centro Step entregan una droga legal como la Metadona para aliviar la ansiedad por la heroína.
Aunque este es un debate resuelto en Francia, la discusión en Colombia apenas inicia, por cuenta de la propuesta del alcalde de Bogotá, Gustavo Petro. El mandatario planteó la creación de los centros de consumo para drogadictos. Una idea que causó revuelo y puso al procurador Alejandro Ordóñez y a otros sectores a la defensiva.
Un centro por dentro
Muchos no saben cómo funciona un centro para drogadictos. En Paris cuando un consumidor llega a uno de estos lugares toma café o té, entrega sólo las iniciales de su nombre y apellido y pide ayuda para regular el consumo. “Esos son los requisitos”, explica Alberto, quien luego entrega el kit dependiendo de la droga que el consumidor use.
Entre los utensilios están las jeringas, pequeños recipientes para guardar el producto, cremas de piel, alcohol y gasas, botellas de agua, pitillos para fumar, boquillas plásticas, filtros para evitar los grumos, pañuelos desechables para limpiar la nariz y la tarjeta con los teléfonos de emergencia. Además, preservativos y gel para las relaciones sexuales.
“Nosotros atendemos todos los servicios que necesita para consumir drogas por vía oral, nasal e intravenosa, y los distribuimos gratuitamente”, reconoce Alberto, el hombre que descalifica palabras como ‘desechables’ para los consumidores de droga.
Pero el servicio del centro no se queda en la simple entrega del kit. Cuando se requiere, los expertos de Step están preparados para enseñar la mejor manera de inhalar, fumar o inyectarse las drogas. Incluso qué venas deben usar para que no se hagan daño.
En los centros los trabajadores tienen la posibilidad de diagnosticar en menos de tres minutos enfermedades tan peligrosas como la hepatitis o el sida. Con un pinchazo en el dedo se puede determinar si tiene alguna enfermedad que le pueda quitar la vida y evitar así la propagación de las mismas.
“El protocolo debe estar dentro de las reglas de higiene de técnica. Lo que una persona que trabaja con drogadictos deben saber, por ejemplo, si un drogadicto es diabético. Se creó un nuevo tipo de dinámica con el usuario de droga. Los educadores pasamos de dar consejos a entregar soluciones”.
La metadona, una droga legal para evitar la ansiedad de los adictos a la heroína, también se entrega en estos centros. Esta no se reparte a todo el mundo, es sólo para casos especiales de alto consumo. La idea, según cuenta Alberto, es que las personas no salgan a robar para adquirir el tóxico.
El centro ubica a los consumidores en apartamentos para el consumo, les busca trabajo y les ayuda a salir de su adicción mediante terapias sicológicas.
Pero para llegar a crear los protocolos, Alberto tuvo que ir a los sitios de los consumidores y mirar cómo adquirían la droga y la consumían. Encontró que se quemaban con los encendedores, que para fumar el crack hay que dividirlo y por ello se cortan los dedos. Cualquier herida es la puerta de entrada a una enfermedad contagiosa.
Cuando fuman crack, comienzan a buscar en el piso pepitas blancas que asimilan con la cocaína, y por eso se dañan los dientes. “Yo me comienzo a interrogar sobre el modo como el drogadicto consume y no sobre la molécula”, afirma este hombre que ha dedicado su vida a aliviar a los drogadictos.
Alberto no es médico y no tiene alguna carrera ligada a la salud. Su profesión es economista y especialista en asuntos de América Latina, y ahora dicta conferencias por todo el mundo para mejorar la calidad de vida de los drogadictos. Fueron los pies de los consumidores los que impulsaron a Alberto a buscar soluciones para ellos.
En Francia, como en cualquier parte del mundo, incluida Colombia, los consumidores de drogas pierden los zapatos con facilidad y el consumo no les permite tener sensibilidad en los pies, por lo que es el principal foco de enfermedades.
Esto cuenta Alberto, quien lleva 35 años en Francia: “Yo monté un dossier que envié a las escuelas de podólogos. Ellos me dijeron que no los trataban porque tienen problemas graves, son violentos, ladrones, huelen mal. Están contaminados por hepatitis C y VIH, ¡es un riesgo enorme!. Yo viendo que no contaba con su ayuda, creé el taller (…) Para los drogadictos los pies son parte de su intimidad”.
Frente a la propuesta del alcalde Petro, este educador, como él mismo se define, asegura que le parece “interesante” la iniciativa de los centros controlados de consumo, pero formula un interrogante. Hay que preguntarse cómo funciona una sala en un país pobre. “El nivel de vida de un drogadicto en Francia o Suiza es diferente al de un país como Colombia”.
Este hombre de 50 años y que todavía no se ha “afrancesado”, afirma que hoy está dispuesto a visitar Colombia para explicarle al alcalde y a los interesados cómo son los centros de consumo.