Epidemias de enfermedades mentales están aplastando las mentes y los cuerpos de millones de personas. Es hora de preguntarse… hacia dónde nos dirigimos y por qué?
¿Qué mayor acusación se le puede hacer a un sistema que la de crear una epidemia de enfermedades mentales? Sin embargo, las plagas de La ansiedad, el estrés, la depresión, la fobia social, los trastornos de alimentación, las auto-lesiones y la soledad están actualmente golpeando como una plaga a ciudadanos de todo el mundo[1][1]. Las últimas cifras de la salud mental de los niños en Inglaterra son catastróficas y reflejan una crisis global[2].
Hay un montón de razones secundarias por las cuales aparecen estas dificultades, pero me parece que la causa subyacente es la misma en todas partes: los seres humanos, esos mamíferos ultra-sociales, cuyos cerebros están diseñados para responder empáticamente a otras personas, se están aislando cada vez más. El cambio económico y tecnológico juega un papel importante, pero también lo hace la ideología. Aunque nuestro bienestar está intrínsecamente ligado a la vida de otros, en todas partes se nos dice que solo podemos prosperar a través del interés propio, la competitividad y el individualismo extremo[1][3].
En Gran Bretaña, los hombres que han pasado toda su vida en cajas cuadradas, tales como la escuela, la universidad, los bares o el parlamento, tratan de enseñarnos cómo mantenernos en pie. El sistema educativo se vuelve más brutalmente competitivo cada año que pasa. El empleo es una lucha a muerte contra una multitud de otras personas desesperadas que también buscan los cada vez más escasos puestos de trabajo. Los supervisores de los pobres modernos atribuyen la culpa individual a las circunstancias económicas que se viven. En televisión, un sinfín de competiciones alimentan aspiraciones imposibles a contratos que ofrezcan una oportunidad real[2][4].
El consumismo llena el vacío social. Pero lejos de curar la enfermedad del aislamiento, la comparación social se intensifica hasta el punto de que, después de haber consumido todo lo demás, empezamos a consumirnos a nosotros mismos. Los medios sociales nos unen y nos separan, permitiéndonos cuantificar con precisión nuestra posición social, haciéndonos ver que otras personas tienen más amigos y seguidores que nosotros.
Como Rhiannon Lucy Cosslett ha documentado de manera brillante[5], las niñas y las mujeres jóvenes alteran habitualmente las fotos que publican para verse más suave y más delgadas. Algunos teléfonos utilizan automáticamente ajustes de “belleza”, sin necesidad de que usted se lo pida; ahora uno puede convertirse en su propio modelo de belleza. Bienvenidos a la distopía post-hobbesiana: una guerra de todos contra sí mismos.
¿Es de extrañar que en la soledad de estos mundos interiores, en los que el tacto ha sido reemplazado por el retoque, las mujeres jóvenes se estén ahogando en la angustia mental? Una encuesta reciente en Inglaterra[6] sugiere que una de cada cuatro mujeres de entre 16 y 24 años se ha lesionado a sí mismos, y que una de cada ocho sufre actualmente trastorno de estrés post-traumático. La ansiedad, la depresión, las fobias o los trastorno obsesivo compulsivo afectan al 26% de las mujeres en este grupo de edad. Esto es lo que más se parece a una crisis de salud pública.
Si esta ruptura social no se está tratando tan seriamente como a un miembro roto es porque no podemos verlo. Pero los neurocientíficos pueden. Una serie de trabajos fascinantes sugieren que el dolor social y dolor físico son procesados por los mismos circuitos neuronales. Esto podría explicar por qué, en muchos idiomas, es difícil describir el impacto de la ruptura de enlaces sociales sin las palabras que utilizamos para denotar el dolor y las lesiones físicas. En los seres humanos y otros mamíferos sociales, el contacto social reduce el dolor físico. Es por esto que nos abrazamos a nuestros hijos cuando sufren algún daño: el afecto es un poderoso analgésico. Los opiáceos alivian tanto el dolor físico como la angustia de la separación. Tal vez esto explica la relación entre el aislamiento social y la adicción a las drogas.
Estos experimentos han sido presentados por la revista Fisiología y Comportamiento[3][7] del mes pasado Y sugieren que, cuando los mamíferos se ven confrontados a la elección entre dolor físico y aislamiento, elijen siempre el dolor físico. Los monos capuchinos que han sido sometidos a privación de alimentos y privación del contacto con otros monos durante 22 horas, prefieren volver a unirse a sus compañeros antes que comer. Según otras investigaciones, los niños que sufren abandono emocional padecen consecuencias peores para su salud mental que aquellos niños que sufren abandono emocional y también abuso físico. Aunque parezca odioso, la violencia física implica atención y contacto. Las auto-lesiones se utilizan a menudo como intento de aliviar la angustia: este es otro indicio de que el dolor físico no es tan malo como el dolor emocional. Hasta tal punto es esto cierto que el sistema penitenciario sabe muy bien que una de las formas más eficaces de tortura es la incomunicación.
No es difícil ver cuáles podrían ser las razones evolutivas para el dolor social. La supervivencia de los mamíferos sociales es mucho mayor cuando están fuertemente unidos con el resto de la manada. Los animales aislados y marginados son los más susceptibles de ser cazados por los depredadores, o mueren de hambre. Al igual que el dolor físico nos protege del daño físico, el dolor emocional nos protege de las lesiones sociales. Esto es lo que nos impulsa a conectarnos con los demás. Sin embargo, para muchas personas esto es casi imposible.
No es sorprendente que el aislamiento social esté fuertemente asociado con la depresión, el suicidio, la ansiedad, el insomnio, el miedo y la percepción de amenaza. Sí causa sorpresa el descubrimiento de la gama de enfermedades físicas que causa o exacerba el aislamiento: demencia, presión arterial alta, enfermedades del corazón, accidentes cerebro-vasculares, vulnerabilidad a los virus. Incluso los accidentes son más comunes entre las personas que viven permanentemente solas[4][8]. El impacto de la soledad sobre la salud física es comparable a fumar 15 cigarrillos al día: parece aumentar el riesgo de muerte prematura en un 26%. Esto es en parte debido a que aumenta la producción de la hormona del estrés cortisol, que suprime el sistema inmunológico.
Los estudios en animales y en humanos sugieren una razón para los trastornos alimenticios[5][9]: el aislamiento reduce el control de los impulsos, lo que lleva a la obesidad. Dado que las personas que se encuentran en la parte inferior de la escala socioeconómica son las más propensas a sufrir de soledad, podría ser esto lo que explique el fuerte vínculo entre bajo nivel económico y obesidad?
Cualquiera puede ver en todos estos síntomas y enfermedades algo mucho más importante que una simple preocupación por algo que va mal. La pregunta es: ¿por qué seguimos involucrados en esta sociedad de consumo autofagocitador que destruye frenéticamente el medio ambiente y produce tal dislocación social, si lo único que todo esto produce es un dolor insoportable? ¿Acaso esta pregunta no debería quemarle los labios a todos aquellos que tienen responsabilidades públicas?
Existen algunas organizaciones benéficas maravillosas que están haciendo lo que pueden para luchar contra esta enorme marea. Personalmente trabajo con algunas de ellas como parte de mi proyecto de soledad. Pero por cada persona que llega a estas organizaciones, hay muchas otras que ya han sido barridas al pasado.
Esto sin lugar a duda no requiere solo una respuesta política. Requiere algo mucho más grande: la revalorización de toda una visión del mundo. De todas las fantasías que entretienen a los seres humanos, la idea de que podemos vivir solos es la más absurda y tal vez la más peligrosa. O vivimos juntos o perecemos.
(*) George Monbiot es escritor y columnista de “The Guardian”.
Este artículo fue publicado el 12 de octubre del 2016. Fuente: https://www.theguardian.com/commentisfree/2016/oct/12/neoliberalism-creating-loneliness-wrenching-society-apart#img-1
Traducción de Dokushô Villalba
Illustration by Andrzej Krauze
NOTAS
[1] http://ije.oxfordjournals.org/content/early/2014/03/19/ije.dyu038.full
[2] http://journals.plos.org/plosmedicine/article?id=10.1371/journal.pmed.1000316
[3] https://www.theguardian.com/books/2016/apr/15/neoliberalism-ideology-problem-george-monbiot
[4] https://www.theguardian.com/commentisfree/2016/oct/11/honey-g-x-factor-blackface-novelty-rapper-post-brexit-uk
[5] https://www.theguardian.com/commentisfree/2016/sep/08/thinner-retouching-girls-image-manipulation-women
[6] https://www.theguardian.com/lifeandstyle/2016/sep/29/self-harm-ptsd-and-mental-illness-soaring-among-young-women-in-england-survey
[7] Journal of Physiology & Behaviour.
[8] http://heart.bmj.com/content/early/2016/03/15/heartjnl-2015-308790
[9] http://rstb.royalsocietypublishing.org/content/370/1669/20140114
A mi juicio, el masivo maltrato psicológico, fuente de todos los males sociales, proviene de la democracia representativa, con sus izquierdas y derechas que, lo que hace es dividir, debilitar, enfrentar y minimizar el verdadero potencial social. Condiciones en las que los pueblos se vuelven presa fácil para las depredadoras enfermedades y elites.
Cuan diferente sería la situación social, de los pueblos contar con el masivo buen trato psicológico que da la democracia participativa, con la cual, el ejercicio de la voluntad y el uso del talento colectivo, obviamente que une al pueblo, optimiza los recursos públicos y fortalece su sistema inmunológico contra todo tipo de enfermedades y de yapa, hasta de los parásitos y depredadores en merodeo.
Ahora, en vista que no se puede contar con los líderes ya que éstos están obnubilados con el poder que les otorga la democracia representativa y sus izquierdas y derechas, la responsabilidad y el desafío decae en las y los ciudadanos, “los que habrán de hacer justicia con sus propias manos”. La necesidad es cosa seria, busca y encuentra nuevos métodos para solucionar problemas relativos a lo básico: la libertad, educación, justicia, salud, talento y hasta supervivencia, y aquí, lo que a los pueblos corresponde es dejarnos de huevadas de izquierdas y derechas, superarnos y cada cual asumir la responsabilidad consigo mismo y la existencia, para lo cual, la novedosa experiencia de la democracia participativa es lo coherente.
Saludos cordiales.
[…] Disgregando el tejido social. ↩ […]
Estoy de acuerdo con el articulo excepto en el punto de que a menor nivel socioeconomico hay mas soledad. No lo creo. Hay mucha soledad emocional en las clases altas, muchisima