Conozco a Carlos Marx desde hace más de cuarenta años. Un inquieto amigo de juventud me lo presentó una de esas tardes “municipales y espesas” de Quito. “Toma para que leas” –me dijo y puso en mis manos un destartalado ejemplar de las “Tesis sobre Feuerbach”. Una de ellas me brilló el ojo: los filósofos no han hecho sino contemplar el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.
Desde entonces soy amigo de Carlos Marx. Un amigo sin retóricas, que posee la sabiduría medular de los fenómenos de la naturaleza, de la sociedad y del pensamiento. Con él aprendí que lo que Hegel veía de cabeza teníamos que verlo de pie, que la materia está en el principio de todas las cosas y que la sociedad ha evolucionado de menos a más, siempre como resultado de las contradicciones de clase.
Este amigo leal me enseñó también a comprender el capitalismo. Me hizo ver que en el origen del mismo estaba la AOC (acumulación originaria del capital), que no fue otra cosa que la transformación del siervo en peón libre, cruento proceso que, después de tres siglos, dio lugar al surgimiento del capitalismo industrial.
Desde entonces, sobre las espaldas de los trabajadores, se ha construido la civilización del capital, esta que tiene, en el un extremo, las maravillas de la tecnología y, en el otro, el ébola de la miseria.
Dice el otro Carlos Marx, el ecuatoriano, amigo mío también, que para romper el desequilibrio es necesario que se inicie lo que él llama la “acumulación originaria socialista”.
Pregunto: ¿A quién se piensa explotar para que se cumpla este requisito histórico? Como en la ex Unión Soviética ¿a los campesinos, a los semi-proletarios, a los desempleados, a los burócratas? ¿No es mejor expropiar a los expropiadores?
Grandes diferencias entre mis dos amigos.
Es que nosostros somos suertudos. Tenemos a los pueblos amazónicos a los que hay como sacrificar sin necesidad de explotarnos entre nosotros. Esa es la lógica implícita de los que Carlos Marx explica en la entrevista en que habla de la “acumulación socialista originaria”.
También me pregunté: ¿Cómo será esa “acumulación socialista”? Ensayé una respuesta-pregunta: ¿No será que todo el dinero de las coimas -que es muchísimo, por la gigantesca obra pública- se pretende convertir en base para un proyecto ulterior de socialismo? Mi respuesta: ese dinero no va a ningún proyecto socialista (aunque así lo crea, desde la ingenuidad(?) el Carlos Marx de por acá. Más bien, construye la nueva burguesía que, como todo proceso de ese corte, parte de la corrupción.