“Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas”, decía el escritor George Orwell. “El periodismo es libre o es una farsa”, lo dijo el periodista argentino Rodolfo Walsh. “Tengo un defecto gravísimo para el ejercicio de mi profesión: creo que el periodismo es un servicio público donde debe primar la verdad y no los intereses de los políticos, los empresarios, los banqueros, los sindicatos o del que me paga”, enfatizó la periodista española Julia Navarro.
¿Cuándo la tradición de comprender el periodismo como el campo llamado a decir lo que incomoda al poder y a cuestionar a las autoridades para que respondan ante las demandas, necesidades y urgencias sociales se desfiguró? ¿Cuándo los periodistas cambiaron la consigna de “no quedarse únicamente con la versión oficial”, como se enseñaba en las escuelas de periodismo, por la de “es necesario informarnos únicamente por las fuentes oficiales”, como proclaman todos los días las presentadoras del noticiero 24 Horas?
Mirar los noticieros de televisión en estos días de pandemia es muy sintomático de cómo esta metamorfosis ha ido tomando cuerpo en el periodismo ecuatoriano… Quizás es algo en el lenguaje de los presentadores, que fácilmente pasa de motivacional (“¡Sí se puede!”) a bélico, para convencernos de que “esta es una guerra en la que todos somos soldados y peleamos contra un enemigo invisible” y en la que los “peores” entre nosotros, los que merecen cualquier tipo de castigo, son quienes incumplen la cuarentena sin importar en absoluto analizar las causas del “incumplimiento”. Tal vez es algo en su forma de dirigirse al público, ya para transmitirle su optimismo y buena onda frente a la cuarentena, con permanentes risas y sonrisa como hacen las presentadoras de Teleamazonas; ya para reprenderlo por su mal comportamiento -cual inspectores de colegio- como acostumbra la presentadora-concejala de RTS “La bombón”; ya para sensibilizar -si es que se le puede llamar así- con su llanto frente a la pantalla como hizo un periodista de este mismo canal. O tal vez es la extraña mezcla de formatos que hace que los informativos se parezcan cada vez más a las revistas de variedades (repartiendo consejos prácticos y apelando al “buen corazón” de los televidentes) o a los programas motivacionales, donde los presentadores se vuelven coachs que nos guían sobre la mejor actitud mental para enfrentar la emergencia… En fin, es todo lo anterior junto que ha hecho que los periodistas de los canales de televisión ecuatorianos, sean públicos o privados, se hayan convertido hoy un mero amplificador del pensamiento oficial, colocando todo el tiempo el énfasis en la respuesta individual frente a la crisis en lugar de problematizar el manejo político que ha tenido la misma ¿acaso no era esta la razón de ser de un noticiero?
“¡Todos a guardarse en sus casas (no importa si no tienes casa o si no tienes comida en casa). Si no, la culpa de que haya más muertos será de ustedes y solo de ustedes”.
Poco a poco, el gobierno ecuatoriano con el apoyo de todos los noticieros televisivos ha ido construyendo una narrativa cuya trama principal es repetir que la principal -sino la única- responsabilidad de todo lo que está sucediendo en relación con el covid-19 recae en la población, por no acatar disciplinadamente las disposiciones gubernamentales. Por lo tanto, la única solución por la que se puede optar es respetar a rajatabla la cuarentena, sin detenerse a pensar en las condiciones socio-económicas que hacen que para unos ésta sea algo difícil pero soportable, pero para otros sea prácticamente imposible ante el riesgo literal de morir de hambre. “¡Todos a guardarse en sus casas (no importa si no tienes casa o si no tienes comida en casa). Si no, la culpa de que haya más muertos será de ustedes y solo de ustedes”, repiten día y noche en los medios.
Para apoyar esta narrativa oficial, los noticieros no solo han dispuesto una batería de spots melodramáticos o motivacionales con que nos bombardean cada vez que hay un corte publicitario, sino que han apelado a una estrategia que ya habían utilizado desde octubre del año pasado: el silencio (“cerco mediático”, se llamó en esos días): silencio frente a la situación de los pacientes y las personas que no han podido acceder a la atención médica en el sistema de salud, silencio frente al número real de muertos y la gestión de sus cadáveres, silencio frente a los abusos de las fuerzas policiales-militares en la aplicación del toque de queda, silencio frente a los despidos en el sector público y privado, silencio frente a la disponibilidad y el acceso a las pruebas para la detección del Covid-19 y al colapso del sistema de atención sanitaria. Silencio y más silencio.
Para llenar tanto silencio, han debido recurrir, en cambio, a un mar de reportes sobre si en tal o cual barrio la gente “respeta” o no el toque de queda o sobre si en tal o cual mercado hay mayor o menor aglomeración de personas. ¿Acaso a alguno de estos medios se le ocurrió preguntarse cuántas pruebas para detección de covid-19 o respiradores mecánicos se hubiesen podido comprar con los 325 millones de dólares que hace unos días el gobierno decidió pagar a los tenedores de los bonos Global 2020 en medio de la peor emergencia sanitaria que ha enfrentado el país en su historia?
Para que no nos hagamos este tipo de preguntas indebidas, los noticieros ecuatorianos, en lugar de información, están llenando sus emisiones de “motivación”. Resulta surrealista escuchar a un presentador de noticias matar el tiempo en conversaciones al aire sobre la importancia de que la gente trote en la sala de su casa para estar en forma y de buen humor durante la cuarentena y a su colega responderle lo chévere que es disponer de este tiempo en casa para poder preparar nuevas recetas. Esto se entiende fácilmente porque la información valiosa, la que permite a una sociedad analizar, juzgar, interpretar y comprender la realidad, solo aparece cuando se va más allá de la “verdad” oficial.
Esta nueva especie de inspectores-motivadores-soldados en que se han convertido los periodistas televisivos ecuatorianos ha optado también por reemplazar cualquier cuestionamiento a las autoridades (no solo de este gobierno, sino de todos los anteriores) sobre la desinversión en salud preventiva, sobre el despedido de tantos profesionales de la salud o sobre la falta de suficientes equipos, camas e insumos a los hospitales y centros de salud públicos por un permanente llamado a la caridad y al “buen corazón de los ecuatorianos”. Por estos días, el libreto de los noticieros televisivos tanto públicos como privados de TV es tan predecible que casi se podría esquematizar así: 1. Estas son las terribles cifras de contagiados y muertos del día 2. La culpa de todo esto la tienen las personas que no cumplen con el toque de queda a pesar de los esfuerzos de esos héroes que son los policías y militares, pues arriesgan sus vidas para mantenernos a salvo de los indisciplinados, como veremos en las siguientes notas (por supuesto, las imágenes siempre corresponden a barrios o mercados populares, nunca se hacen en zonas privilegiadas).
“En el Ecuador de hoy resulta imposible, en términos discursivos y de enfoque, distinguir una cadena de la Secretaría de Comunicación de la Presidencia de los contenidos emitidos por cualquier noticiero”.
De esta manera, no solo se lava la imagen de la Policía y el Ejército por el papel represivo que cumplieron en octubre, sino que además ahora se naturaliza la represión, pues resulta “necesaria” para contener a la población desobediente. 3. Pero no nos desanimemos porque afortunadamente hay bancos, empresas y ciudadanos de buen corazón que están poniendo su granito de arena en esta emergencia ¡Para qué vamos a recordar que a esos mismos bancos les perdonaron millones de dólares en multas e intereses tributarios el año pasado!
Es tan inusual en la televisión ecuatoriana que un periodista interpele de verdad a una autoridad durante una entrevista que, días atrás, cuando el presentador de la CNN, Fernando del Rincón, cuestionó a la ministra de Gobierno María Paula Romo por responsabilizar a la “actitud de población” de la magnitud que ha tomado el Covid-19 en Ecuador, algunos personajes públicos como la ex vicepresidenta Rosalía Arteaga se refirieron a esta entrevista como la “agresión” del periodista mexicano a la ministra Romo. En el Ecuador de hoy resulta imposible, en términos discursivos y de enfoque, distinguir una cadena de la Secretaría de Comunicación de la Presidencia de los contenidos emitidos por cualquier noticiero. En ese sentido, la distinción entre medios públicos, privados y oficiales carece de sentido. En un sentido profundo, todos funcionan como medios oficiales.
En este contexto, vale la pena preguntarnos: ¿la tradición del periodismo libre, cuya razón de ser era mirar con ojo crítico las acciones y discursos del poder para darle a la gente la posibilidad de entender lo que está pasando tiene todavía alguna posibilidad de sobrevivir o se convertirá en una víctima más del coronavirus?
*Docente de la Universidad Central del Ecuador.
“cuántas pruebas para detección de Covid-19 o respiradores mecánicos se hubiesen podido comprar con los 325 millones de dólares que hace unos días el gobierno decidió pagar a los tenedores de los bonos Global 2020?”
De nuevo la misma cantaleta de la vieja izquierda, no se han preguntado si eso es un requerimiento del FMI que puede servir para apalancar muchísimo más dinero.