En el capitalismo tardío el negocio de la droga y sus formas anexas, es la nueva llave para conquistar al capitalismo los territorios vacíos
DOS EVANGELIZACIONES: EL RETORNO DE LA TEOLOGÍA POLÍTICA
Napoleón Saltos Galarza
Quito, junio 2012
En los albores del capitalismo la cruz fue la llave para abrir los nuevos territorios. Las misiones sirvieron de adelanto a la llegada del capital. Era el rostro “bueno” de la civilización capitalista bajo la forma de la conquista de las almas para la salvación eterna. Los misioneros eran los santos proclamados en los altares. Ahora la religión, bajo las formas fundamentalistas en todas sus confesiones – sobre todo cristianas y musulmanas – confirma el poder. Los rezagos misioneros, como las teologías de la liberación, son condenados por la oficialidad.
En el capitalismo tardío el negocio de la droga y sus formas anexas, pero es la nueva llave para conquistar al capitalismo los territorios vacíos, para abrir la puerta de la subsunción formal como fase previa a la subsunción real. Es el rostro “malo” de la civilización capitalista bajo la forma de la conquista de los cuerpos al consumo de estupefacientes para la felicidad. Ahora a su adelantado, el poder del capital le pinta bajo el rostro del mal, como una excrecencia que hay que combatir. Lo convierte en la principal amenaza contra la seguridad mundial que hay que combatir por los medios de la contra-violencia y la guerra. El narcotraficante es el réprobo que hay que condenar, aunque si logra rebasar la frontera del poder, en poco tiempo se produce la transfiguración: el antiguo Al Capone se transforma en el nuevo magnate financiero. La acumulación originaria permanente, que chorrea sangre por todos sus poros,[1] es la condición de la acumulación ampliada del capital.
El negocio de la droga conquista los nuevos territorios bajo diversas formas: la expansión silenciosa por abajo, en territorios “atrasados”, sometidos a la vida “natural”,[2] bajo la oferta de pagos para el uso o la compra de extensiones aledañas a la playa: la renta de la tierra purifica al capital e incorpora a campesinos y pescadores empobrecidos al circuito del capital.
La expansión secreta por arriba en los circuitos avanzados del capital financiero-rentista: el negocio de la droga, según datos de los organismos internacionales mueve entre 500 y 900 mil millones de dólares. En su cadena de inversión-cultivo- procesamiento-transporte-comercialización-distribución-consumo-lavado-incorporación al circuito de reproducción ampliada de capital, recorre por los diversos procesos del capital.
Cada punto de la cadena tiene una diferente forma de incidencia en la reproducción ampliada del capital. En la apertura y el cierre el vínculo se da con las oportunidades que abren los circuitos del capital financiero, especialmente los paraísos fiscales y la liberalización de los mercados financieros; y es allí en donde se realiza el porcentaje mayor del capital del narcotráfico. El cultivo y procesamiento son el punto de nexo con los países de origen y con los sectores sociales y económicos empobrecidos, y son los sitios en donde se concentra la estrategia militarista de combate al narcotráfico. El transporte, la comercialización y distribución son el terreno de operación de grandes mafias que actúan al margen de la legalidad, como dispositivos de acumulación originaria-violenta, que requiere luego procesos de legalización-lavado. El consumo es el campo del control del bío-poder sobre la población. La economía política del narcotráfico está profundamente imbricada con la reproducción del capital y traza juegos de dependencia y distribución del trabajo a nivel global. La acumulación y la reproducción están en el centro, aunque periódicamente pueden aparecer procesos de acumulaciones a menor escala, como en el caso de la narco-valija en el Ecuador.
El capitalismo actual se presenta como capitalismo tardío, como capitalismo senil. Una de las características claves, desde el punto de vista sistémico, es que la mayor complejidad se presenta a la vez como mayor simplificación en el dominio del valor de cambio y en el copamiento sistémico de los territorios externos, de modo que el dominio global del capital se ve obligado para subsistir a crear su propia exterioridad desde adentro. El narcotráfico, junto a las otras formas de capital delincuencial, abren estos espacios, permitiendo que los circuitos de capital que están atascados en las formas “legales” puedan circular a las velocidades especulativas que requiere la reproducción ampliada del capital.
Por ello, la tendencia del tráfico de estupefacientes, así como de otras formas conexas, el narco-lavado, el tráfico de armas, el tráfico de personas, a ubicarse en los puntos frontera. Y es allí en donde la política se presenta bajo su nuevo rostro: la mafiación del poder.
El discurso del narcotráfico como una excrecencia del sistema-mundo capitalista y la estrategia militarista que se basa en la expulsión y el aniquilamiento del enemigo, termina por reforzar el juego sistémico. Todas las estrategias militaristas y de segurización de la política en la lucha contra el narcotráfico han fracasado: los informes de la DEA y de los países de origen de la droga muestran que hay un crecimiento de las áreas de cultivo y del procesamiento. No hay posibilidad de éxito en la lucha contra el narcotráfico desde adentro del sistema, ya que éste es funcional y necesario a la reproducción de los grandes capitales. Cualquier medida eficaz debe empezar por rebasar, aunque sea parcialmente el juego sistémico en cada punto de la cadena y en su conjunto.
Aunque esta guerra sí cumple su objetivo: es más bien una nueva forma de guerra en contra de los sectores de migrantes, de trabajadores, de campesinos, que a la final son las víctimas propiciatorias de la nueva religión. Un signo es los millones de campesino desplazados internos en Colombia, como forma de “vaciamiento” de territorios para que sean apropiados por las transnacionales en una contra-reforma agraria, orientada al nuevo mercado de los agro-combustibles y los agro-negocios y al modelo rentista-extractivista.
Medidas más efectivas que la persecución policial o la guerra militar serían el cierre de los paraísos fiscales, para controlar el flujo del lavado y la realización del capital del narcotráfico. Más efectivo que atacar a las economías campesinas que lindan con las áreas de cultivo de la coca, sería el control del narco-consumo en los países centrales: la incorporación al consumo masivo es el cauce para la expansión del bío-poder. La propuesta de la legalización gradual del uso de la droga podría trazarse en una dirección antisistémica bajo diversas condiciones: que no se articule a la liberalización del mercado, por lo cual debería ir acompañada de fuertes controles estatales y de lucha cultural contra el consumo, sobre todo en estratos juveniles.
El narcotráfico y su correlato, la narco-política son el signo de las nuevas formas de reproducción del capital dentro de un paradigma de racionalidad pragmática-cínica. Por ello, la lucha efectiva contra este signo, cobra también dimensiones civilizatorias. Una trampa que no es meramente semántica, sino estratégica, para trasladar la responsabilidad a los países “productores”, está en la confusión entre coca y cocaína, como señalan los movimientos sociales bolivianos. La paradoja es que allí en donde el mundo del capital coloca el árbol del mal, allí residen en las visiones originarias el árbol del bien, la coca como planta sagrada, como alimento y energía ante el hambre y, en momentos y tiempos plenos, como elemento ritual.
En medio de una sociedad que ha convertido en la nueva religión el disciplinamiento del cuerpo y el consumismo, no hay espacio para formas de vida que vuelva superfluo el uso de las drogas, y que éstas regresen a su valor de uso originario, como formas rituales y sagradas.
En tiempos de decadencia y crisis, los sistemas tienden a retornar en dimensión cíclica a las formas originarias. El capitalismo está en un ciclo de retorno a las formas capitalistas de “acumulación por desposesión”, como soporte de la reproducción ampliada. Pero este retorno cíclico no se realiza sólo en lo económico, se opera también las formas políticas. En las fronteras del juego sistémico, la política se presenta como guerra y se viste nuevamente de los ropajes de la “teología”. El opio de los pueblos se presenta bajo nuevas formas religiosas fundamentalistas. La vieja evangelización de las almas hoy se metamorfosea en la evangelización de los cuerpos.