Hay muertos que apestan, se los entierra pronto y se los olvida. Hay otros muertos que sirven para la memoria y se los trae a colación en momentos oportunos. Hay muertos que incomodan y muertos que ayudan; muertos que buscan justicia, muertos que usan la justicia y muertos a los que la justicia los utiliza. Hay muertos buenos para la política y los políticos, muertos utilitarios para el poder; y hay muertos que son importantes pero que al poder no importan.
José Tendentza
Uno de los muertos que ahora estorban es el de José Tendentza. Lo mataron a golpes, pero las autoridades, incluido el médico, que examinaron el cuerpo no pudieron determinar la causa de la muerte y mandaron muestras de tejido pulmonar y estomacal a Quito, para que allá se analice; así se lavaron las manos. Luego lo enterraron como un cadáver NN, sin identidad, pese a que era conocido en el poblado de El Pangui y en todo el sur amazónico, pues participaba en varias asambleas ciudadanas y había alzado su voz en contra de la minería.
En varias oportunidades José Tendentza había asegurado que solo saldría muerto de su territorio, que jamás negociaría el territorio de su comunidad, Yanúa, con los mineros del gobierno o de Ecuacorriente. Y así fue; alguien tuvo que matarlo para que abandone sus tierras; aún no se sabe quién lo hizo, pero si se puede inferir quienes se benefician de su muerte: por ahí se debería investigar si el muerto importara a las autoridades, a la Fiscalía… al gobierno. Pero este muerto no importa, este muerto estorba y había que enterrarlo pronto.
A José lo encontraron trabajadores mineros el pasado 2 de diciembre, estaba flotando en el río Zamora. Lo llevaron a El Pangui, cantón de la provincia de Zamora. Sus familiares pudieron confirmar su muerte a través de las fotografías que les indicaron en la morgue, pues lo habían ya enterrado: ese temprano entierro da cuenta de que lo reconocieron y temían que su cadáver sea un nuevo símbolo de resistencia en las comunidades shuar que se oponen a la minería.
Por pedido de familiares y organizaciones indígenas se exhumó su cadáver y se realizó una nueva autopsia; esta vez bajo la vigilancia de las autoridades shuar; así se confirmó que había estado atado de pies y manos mientras lo golpeaban; que la soga que rodeaba su cintura era muestra de que lo habían tenido atado a un árbol hasta que exhale su último suspiro. Las averiguaciones posteriores y el reconocimiento del lugar donde lo mataron confirmaron esta hipótesis; así que este muerto no murió solito, a este muerto lo mataron y a las claras mostraba signos de violencia que no pudieron ver los que se apresuraron a enterrarlo.
Tendentza era un hombre recio, conocedor de la selva y sus secretos, podía distinguir las plantas que ayudaban a la curación de todos los males y sabía seguir la huella de los animales necesarios para alimentar a su familia. Ya era abuelo, y aseguraba que con sus nietos solo hablaría en shuar, porque es la única lengua en la podía transmitir el orgullo de su pueblo, su sabiduría milenaria y, sobre todo, solo en esta lengua se podía hablar de la riqueza de la madre tierra y del deber de defenderla.
En una ocasión confesó que a veces le asaltaba la depresión, que lo atacaba de costado, que era rastrera y a veces se venía por detrás. Dijo que la depresión lo cogía cuando veía a sus hermanos shuar, o a los colonos, coqueteando con la empresa minera y despreciando la tierra a cambio de un puñado de dinero; “la plata se está imponiendo, nos está perdiendo, ¿será que nos va a ganar?”, dijo. Fue la única vez que nos dejó ver las preocupaciones que lo asaltaban, pero de inmediato se repuso y habló de la dignidad de los shuar, de su insumisión, de los dos o tres días de cacería que lo reconfortaban. “Me sacarán muerto”, fue la conclusión de ese día, era la misma conclusión a la que llegaba en cada una de las intervenciones que tuvo en las asambleas, en los foros o los talleres de capacitación a los que asistía.
Ese muerto es el que ahora estorba; porque cuando estaba vivo saludaba sin dar abrazos, sin apretar la mano con fuerza; pero a cambio, miraba tan profundamente que solo con el saludo ya podía definir si debía o no debía confiar en su interlocutor. Miraba directamente al alma, “los mineros no miran, se escurren, quieren perderse de los ojos, han perdido su palabra; pero yo los miro y sé que son mineros, que son hijos traidores, que su palabra no tiene valor”, aseguraba.
Sabemos que con este muerto no habrá negociaciones, con este muerto no habrá nombramientos de funcionarios, ni compensaciones, ni comentarios en sabatinas. Con este muerto no habrá fiscalía agenciosa. Es un muerto que seguirá estorbando y que no descansará en paz, pues no es solo la develación de los responsables de su muerte lo que hará que su alma descanse, sino que seguirá estorbando hasta que la ECSA china se vaya de sus tierras, tal como varias veces lo había gritado: “mi lucha será hasta que la ECSA china se largue de aquí”
Taish vs. Wisuma
El día 7 de noviembre de 2013 murió Freddy Taish, un joven shuar, padre de un niño de 15 días de nacido en ese entonces; ahora tiene ya un año de edad y está destinado a crecer sin su compañía y dirección.
Freddy murió en el marco de un operativo militar mal organizado y peor ejecutado, cuando una patrulla realizaba un operativo para requisar dragas con las que se efectúan labores mineras en el río Zamora, en la parroquia Bomboiza, cantón Gualaquiza, provincia de Morona Santiago. La bala que mató a Freddy es de dotación militar, de 9mm, y corresponde a una de las armas que llevan los oficiales del ejército. Aquí no hay como decir que los shuar se dispararon entre ellos.
Luego de la muerte de Freddy, en la cadena sabatina del sábado 9 de noviembre, el presidente Rafael Correa se refirió a esta muerte, a la que calificó de “confusa”, y no dio detalles, solo dijo que “habrá que investigarse”. De ahí hasta el momento no ha vuelto a referirse a la muerte de Freddy.
Por su parte, los militares y la Ministra de Defensa de ese entonces, María Fernanda Espinoza, intentaron configurar la existencia de un enfrentamiento entre Freddy y un pelotón de militares: uno contra veinte, al menos. La Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (COANIE) y las organizaciones shuar de la zona rechazaron la versión militar. Pasado el escándalo, los militares no han vuelto a pronunciarse sobre el tema.
Freddy quedó muerto. Ahora solo una comisión de la justicia indígena shuar intenta reconstruir los hechos y establecer responsabilidades; en tanto que en la Fiscalía de Gualaquiza el proceso está muerto. Freddy ha muerto ya dos veces y es otro de los muertos que estorban, que se los desea condenar al olvido.
Pero Wisuma, otro shuar muerto durante una protesta, está vivo en la memoria del gobierno y en la memoria de la justicia, a pesar de haber muerto 4 años antes de Freddy. En honor a Bosco Wisuma ahora hay una escuela que lleva su nombre, fue inaugurada hace un poco más de un año por el mismo presidente Correa, quien aseguró que la muerte de Wisuma no quedará en la impunidad. Se buscó un responsable y esta responsabilidad recayó sobre un asambleísta indígena que ni siquiera estuvo en el lugar de los hechos.
Bosco Wisuma fue un profesor y líder de la nacionalidad shuar, apoyó y participó en una jornada de protesta en contra del gobierno que se dio en la ciudad de Macas, rechazando la intención gubernamental de imponer una ley de aguas de manera inconsulta. Bosco Wisuma murió defendiendo los derechos de su pueblo pero, cosas de la política, su memoria terminó siendo una iconografía del gobierno al cual rechazó.
¿Por qué la diferencia en la memoria de estos muertos?
La construcción del Caso Wisuma
En el año 2009 ya era claro que el gobierno del presidente Correa había optado por un rumbo político distinto al que se plasmó en la Constitución del 2008, pues se implementaron una serie de medidas para favorecer proyectos de extracción minera a gran escala y renovar concesiones para la comercialización del agua, aun cuando esto estaba prohibido constitucionalmente.
Frente a las ambivalencias gubernamentales, la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, CONAIE, decidió convocar a un levantamiento para finales de septiembre del 2009: la defensa del agua y la oposición a la minería a gran escala fueron las razones de esta convocatoria. La mayor fuerza de este levantamiento se dio en la ciudad de Macas, donde los shuar enfrentaron fuertes operativos de represión implementados por la policía nacional. Este enfrentamiento provocó la muerte del profesor shuar Bosco Wisuma, quien participaba activamente en la protesta.
La muerte de Wisuma indignó a la nacionalidad shuar y se radicalizó la medida de hecho, hasta que se logró un diálogo directo con el gobierno el 5 de octubre. Entre otras cosas, se acordó formar una comisión para investigar la muerte del líder shuar, a la par que la Fiscalía realizaba las investigaciones de oficio.
La Fiscalía acusó a Fidel Caniras como del autor del disparo que provocó la muerte de Wisuma; aparecieron dos testigos shuar, los hermanos Alberto y Freddy Anwasha que fundamentaban la versión de la Fiscalía. Caniras es un shuar que había participado en la protesta, muchos testigos lo vieron. Los hermanos Anwasha decían que estaban ocultos al borde de la carretera y miraron todo; no hubo testigos que los hayan visto. Al momento de la reconstrucción de los hechos, estos hermanos no sabían dónde ubicarse para poder corroborar la versión del Fiscal, pues debían probar que desde su ubicación podían ver a Caniras disparar y a Wisuma caer por el disparo. Esta versión de la Fiscalía se cayó. Los hermanos Anwasha estuvieron un tiempo protegidos como testigos clave, luego el gobierno los abandonó; ahora no están en su comunidad y nadie sabe a dónde han ido.
La versión de la Fiscalía también se cayó por las pruebas de balística, pues en la distancia que separaba a Caniras de Wisuma debieron llegarle al menos unos 25 perdigones y no solo uno con un fragmento adicional, como fue en este caso.
Por su parte, la Comisión de Investigación del Caso Wisuma, no pudo avanzar como se debía, los delegados del gobierno no asistían y prefirieron dar versiones acorde a su interés, pues a estas alturas también estaba claro que el gobierno buscaba responsabilizar de la muerte de Wisuma a los shuar, argumentando que ellos tenían escopetas de perdigones y que habían disparado contra la policía, provocando heridas en 29 de ellos y en un reportero. Su principal argumento fue que los perdigones que hirieron a los policías eran de similares características al perdigón que cobró la vida de Wisuma, pese a que en el informe pericial pedido por la Fiscalía se concluye que no es posible determinar la posición del disparador, el que podría haber estado en un radio mínimo de 50 metros. En este radio estaban shuar y policías y hubo heridos en los dos bandos y con la misma clase de perdigones, a más de shuar heridos con perdigones, denominados mostacillas, usados por la policía como armas no letales. Una de estas fundas de mostacillas, con decenas de ellas, ingresó en el muslo de un shuar de manera completa, demostrando que también son municiones letales.
Se realizó una segunda pericia forense, esta vez bajo la conducción de una antropóloga francesa. Sus conclusiones establecen la ruta que el perdigón hizo en lo interno del cuerpo, pero tampoco pudo determinar la trayectoria externa de este proyectil; además recomendó examinar el fragmento que había encontrado, y que fue pasado por alto en la primera autopsia, pues tenía otras características en su composición química de la de los perdigones artesanales que, dijeron, eran usados por los shuar.
Pese a todo esto, el gobierno se empeñó en responsabilizar a los shuar y para ello debía mantener viva la memoria de Bosco Wisuma en su discurso; más aún cuando la justicia enfiló sus baterías hacia un dirigente histórico de la nacionalidad shuar; Pepe Acacho, quien finalmente fue condenado, como se dijo, sin que siquiera haya estado en el lugar de los hechos.
La iconografía construida alrededor de la figura de Bosco Wisuma da cuenta de cómo el gobierno puede transformar un hecho que se dio en su contra, a un hecho que fortalece su imagen; en tanto que un hecho similar, pero que no tiene opción de ser usado en su favor, puede ser condenado al olvido.
La escuela con el nombre de Bosco Wisuma y la condena a Pepe Acacho no hace justicia, pues la escuela no reivindica la lucha de Wisuma sino el interés del gobierno, y la condena de Acacho tampoco hace justicia, pero si le quita un obstáculo al gobierno en su intención de fraccionar la organización shuar e imponer su política extractivista, pues ya vienen las rondas petroleras y las exploraciones avanzadas en la zona centro y sur amazónica.
La misma estrategia se ha implementado con otras muertes, como las del 30S, que sirven para realzar la imagen presidencial, sin que realmente se haya logrado la justicia que anhelan sus familiares y, en contraposición, otras muertes van colándose en la obscuridad del olvido, como las anotadas en el Informe de la Comisión de la Verdad que no son cercanas a los colaboradores del régimen o que no se pueden prestar para perseguir a los opositores.
Una fiscalía agenciosa
Para la Fiscalía, los muertos tienen el mismo valor que tienen para el gobierno; si hay que desenterrar su memoria, se lo hará en función de cuánto aporten para la imagen gubernamental.
Con Wisuma fueron agenciosos, distorsionaron paso a paso la historia para acorralar a un líder shuar. Hubo un premio para el fiscal provincial que llevó el caso: ahora es alcalde. Con Taish no han encontrado caminos, pese a tener toda la información necesaria para establecer responsabilidades; ahora con Tendentza de nuevo buscarán cobijarse en la sombra del olvido.
Pero mientras tanto quieren revivir otras memorias, quieren hacer de una pared una manta que cubra sus olvidos actuales; quieren develar su mural a pesar de las críticas de los familiares de esos muertos, de esos desaparecidos que nos gritan desde el pasado; críticas de familiares que dicen que no es el momento, que no es oportuno, que la reparación de las violaciones de derechos humanos del pasado debe iniciarse apuntando con el dedo las violaciones actuales; exigiendo al poder que respete y no siguiendo sus deseos, no siendo sumisa y no prestándose para usar el sistema judicial como un sistema de acoso para lo disidente, para lo insumiso, para quienes han hecho de la libertad su bandera, para quienes han hecho de la defensa de sus territorios una cuestión de vida.
Tendentza no tendrá paz, Taish no tendrá paz, Wisuma no tendrá paz; los muertos y desaparecidos de antes tampoco tendrán paz con la develación de un mural que caricaturiza sus luchas: los de antes seguirán gritando por los derechos de los de ahora, y lo harán con una voz “brutal como el rasgar de un fósforo”, como solía gritar Gustavo Garzón, ese escritor desaparecido que no fue del montón que ahora se pasea por los salones del gobierno y rememora una historia que ya no les pertenece.
Fuente: http://inredh.org/index.php?option=com_content&view=article&id=659:el-valor-de-los-muertos-&catid=74:inredh&Itemid=49
[…] Saavedra, Luis Ángel, “El valor de los muertos en el discurso gubernamental”, 8/12/2014, en https://lalineadefuego.info […]
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