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ENTREVISTA JORGE LEÓN: “CORREA OFRECE UN ORDEN AUTORITARIO”

por José Hernández
El Hoy <www.hoy.com.ec> 13 Febrero 2013

“Correa intensificará el conflicto”
Jorge León, sociólogo, muestra los cambios en el país en los últimos años, sobre todo, la pérdida de autonomía de la sociedad ante el poder correísta. Si gana, dice, acrecentará la lógica del caudilloEl correísmo afirma que politizó a la sociedad porque supuestamente la empoderó. También se oye el mensaje contrario: este gobierno despolitizó a la sociedad. ¿Con cuál se queda?Lo que ha hecho Correa es construir un discurso que apela a la integración hacia él. Él ha suscitado adhesión que es muy diferente a la politización. Antes la sociedad ecuatoriana conocía una efervescencia de propuestas, de debates, una búsqueda evidente de negación del pasado hacia la construcción de una idea de futuro. Correa reemplaza la idea de futuro con una esperanza centrada en él. En segundo lugar él tiene una visión religiosa de la política que es el bien y el mal. Él encarnará el bien y añade que, por eso, la gente tiene que confiar en él. Él dice a la sociedad: sé lo que hay que hacer, ustedes no se preocupen; es decir, despolitísense: ustedes adhieran. Lo que hace, a la larga, es que la sociedad se vuelve amorfa.

¿Con él la sociedad pierde el sentido del contrapeso, de la alternancia?

Claro.

¿Entonces eso explicaría la apatía de la campaña?

Explica en gran parte la apatía pero también, y fundamentalmente, esta lógica de funcionamiento de Correa con la población que consiste en construir una especie de simbiosis de integración de la sociedad hacia el poder. Antes lo que existía en el Ecuador era una división marcada sociedad-poder, que es benéfico, porque la sociedad no puede ser el poder o el poder  la sociedad. Cada uno tiene sus espacios, sus dimensiones. Correa, en cambio, tiende religiosamente a integrar todo. Desde ahí construye la polarización: los que están por y los que están contra.

¿La oposición no leyó correctamente estos cambios, esa despolitización y pérdida de protagonismo de la sociedad, para hacer un replanteamiento frente a Correa y sigue pedaleando en el vacío?La oposición tiene limitaciones. Primero, la concentración del poder lleva a eso. Es súper raro encontrar una sociedad donde haya concentración de poder y la gente no viva una lógica de apatía. La concentración de poder va junto con amenazas y con la imposición de un discurso. La caída de los partidos permite explicar el espacio que ocupó Rafael Correa y, de hecho, la casi ausencia de oposición le permite imponer un discurso.Pero han pasado seis años. Surgen dos preguntas: ¿ese vacío de partidos impone a la oposición esta larga travesía por el desierto? ¿O la oposición ha hecho en esta campaña muy mal las cosas?

Creo que el peso de la sociedad es mayor. La sociedad ecuatoriana se cansó de la inestabilidad que tiene, en todas partes, consecuencias fatales. Para simplificar se puede decir que luego de una guerra, todos quieren paz. El orden es más atrayente que otra cosa. Y Correa ofrece un orden a la sociedad que la atrae a pesar de ser autoritario.

¿Cómo lo explica usted?

Porque ese orden está doblado por una distribución de la riqueza que atrae al sector popular, mientras que al sector de clases medias le atrae la idea de estar llegando a un primer mundo con infraestructura nueva, servicios nuevos y una nueva lógica de gestión. La atracción impresionante que tiene esta idea de la modernidad hace que Correa se vuelve aceptable, a pesar del autoritarismo.

¿Se debe entender que la oposición no tenía otra opción y que el desierto por donde atraviesa corresponde a la bonanza económica petrolera?

Evidentemente. Sin dinero Correa no podría hacer lo que está haciendo y finalmente su propuesta no es muy creativa: tenemos plata, usémosla. Es como el nuevo rico que se compra el último auto o los aparatos más modernos e impresiona. Ecuador está comprando para los hospitales los últimos aparatos. Pero no es una prioridad. Debiera serlo la prevención o pensar que la mayoría de la gente ni siquiera accede a las necesidades, a los servicios más primarios de salud. Esa lógica impresiona mucho a la gente, pero no es una racionalización que podría ser construida de modo más creativo si no hubiera plata.

Usted habló de las limitaciones que tiene la oposición. ¿A cuáles se refiere específicamente?

Los partidos son organizaciones; gente y una lógica de relación con el poder y con la sociedad en la cual está en juego la legitimidad para actuar. En el período anterior, Ecuador vivió una fase de extremada competencia. Las elecciones eran cada dos años. Los partidos tenían que renovar personal cada dos años para evitar lo que ahora tenemos: el llamado personalismo y a la vez el caudillismo. Se incrementó la competencia y desde ahí quedamos en un juego político que desinstitucionaliza todo por favorecer esa competencia. Quedamos presos de políticos que vivían pensando no en proyectos sino en cómo le gano al otro. Correa, en cambio, se legitima por la eficacia y se legitima, precisamente, por no preocuparse de los otros.

La oposición por supuesto que tenía que replantear alternativas. ¿En esta campaña, observa usted que hizo la tarea?

Tenía un camino fácil y lo desperdició. El camino fácil era de demostrar que el gobierno estaba abusando de la ley y del poder. Pero tenía que hacerlo ofreciendo ideas, alternativas. No hubo propuestas alternativas -salvo excepción- que debían acompañar a la crítica. Lo único que quisieron fue rechazar a Correa que construyó su legitimidad haciendo, gracias al maná que le cayó apenas llegó al poder. Él cumplió lo que prometió. La oposición nunca entendió que para impedir que se concentre el poder, era necesario ofrecer algo diferente o algo nuevo a lo que proponía Correa, pero en el mismo sentido de la renovación, de la infraestructura, del cambio material, de la nueva gestión del Estado. Se limitó a hacer oposición en la lógica de la competencia anterior.

Mientras tanto, Correa canjeó con la sociedad gestión por no-deliberación, no-alternancia y, en general, por recorte de derechos.

A partir del momento en que los unos simplemente rechazan, no hay debate. La simple condena a Correa, no hace debate. La construcción de alternativa, hace debate. La negación del discurso del otro es insuficiente: tiene que haber una nueva construcción de propuestas y ahí está la debilidad de los partidos. Hay una clase política que tenía que terminar porque no tenía el sentido ni de la visión de largo plazo ni de lo alternativo.

Sin embargo se habla de cierta renovación: Ruptura separada del correísmo, Rodas con SUMA, Guillermo Lasso con CREO y, supuestamente, las izquierdas que acompañaron a Correa. ¿Cabe hablar de renovación?

La derecha ha dado más iniciativas de renovación. Lasso, en sí, ya es un cambio a pesar de su conservadurismo en la vida privada. Pero es evidente que su visión del Estado es un cambio en relación a las propuestas anteriores. Él está por un Estado regulador. Igualmente no tiene empacho en mencionar la importancia de la distribución de la riqueza. Adhiere más a una lógica de gestión moderna del Estado y no, precisamente, como fue la tradición socialcristiano que era un manejo al estilo de hacienda. Rodas es todavía muy inmaduro. No tiene propuestas muy acabadas pero por lo menos menciona una búsqueda de ideas. El Estado “responsable” lo único que dice es que el Estado debe ser eficaz. Hay también un ensayo de renovación de las izquierdas, pero más lo demuestra el centro porque Avanza y Ruptura son una renovación del centro.

¿Dónde ve renovación en las izquierdas? Alberto Acosta quiere volver supuestamente a las raíces de la Constitución de Montecristi negando que fue eso lo que articuló al correísmo.

Alberto Acosta se equivoca en pensar que la Constitución de Montecristi encarna el proyecto que él quiso. Esa Constitución no solo es derechos y reconocimiento de la naturaleza. Es, antes de nada, un sistema político, un sistema de poder. Él está preso de haber sido parte de Montecristi y es un error haber puesto énfasis en ello en la campaña, en lugar de priorizar nuevas ideas. Todos los partidos tienen que renovarse. Es el desafío actual. Los que han quedado de antes –como Noboa, el partido Social Cristiano, o inclusive el PSP– están con poco espacio y propuestas.

Usted anotaba que buena parte de la sociedad está en una suerte de matrimonio con el correísmo. ¿Cómo puede la sociedad volver a ganar su autonomía?

Muy difícil. Precisamente, ahí sí estoy de acuerdo: mientras Correa tenga el maná del cielo del petróleo, y mucho más con las minas, puede durar un buen tiempo. Le puede cuestionar a ese poder el crecimiento de los conflictos. Van a subir los conflictos y polarizar la sociedad-Estado. Eso se intensifica con la represión que va a haber, porque Correa es el García Moreno del siglo XXI: le gusta la obediencia, le gusta mandar, le gusta que le obedezcan y él no entiende que en la sociedad no todo puede ser imposición. Entonces intensificará la represión y el conflicto. Ese puede ser un camino que deslegitime la acción del gobierno.

¿Ve (en caso de triunfo de Correa) mayor concentración de poder?

Claro, absoluto, personalizado.

¿Es fatal que ese poder se haga represivo? ¿Qué explicaría que el corrrísmo no entienda que la política no puede seguir ejerciéndose así?

Correa tiene demasiado ego, está demasiado centrado en él mismo. Él va a intensificar la lógica de caudillo y eso implica que, a su alrededor, habrá una mayor limpieza. Tener más fieles, prescindir de gente con sentido crítico o pensamiento propio. Se va a intensificar la concepción paranoica del poder; la idea del complot que nos persigue. En el fondo, la mentalidad del político paranoico necesita la amenaza como legitimización del poder. Todo el sistema ya está ahí: inteligencia está mucho más activa en vigilar a los funcionarios, en infiltrar las entidades públicas con la idea de saber quién está por y quién está contra. Esto implica una lógica de control de la sociedad. Esa concepción dice que en la sociedad se gestan los malos y que hay que controlarla. Eso es un problema porque la sociedad ecuatoriana no ha admitido la lógica de la imposición de la autoridad.

Como lo pinta, es un libreto viejo, hiperconocido.

Así es, pero ahí quería decir que hay un límite. Tú no puedes ser joven eternamente en la ilusión de que la esperanza esté en alguien. Necesitas razones y hay carencia en el gobierno de razones. No tienes propuestas.

En realidad no hay nuevas propuestas desde hace rato. Hay una reiteración de mensajes, canciones, lemas… ¿Cómo explica que en la campaña, el correísmo no haya innovado?

La estrategia electoral era justamente pasar casi silencioso, no suscitar ni mover aguas para que no haya el debate que podía favorecer a los contendores, Correa está casi ausente desde que inició la campaña electoral, está en todas partes y con bajo perfil. Deben pensar que como ya tienen ganada a la gente, la estrategia debe consolidar esa decisión primaria y ampliarla.

¿Qué revela de la sociedad ecuatoriana esta campaña en la cual se sigue pidiendo por parte del mayor opcionado canjear derechos por la estabilidad y el orden de los cuales usted hablaba?

Me dice primero que la polarización que había entre sociedad y poder se ha cambiado. Me dice que la sociedad ha perdido actores claves del cuestionamiento y de la protesta. Este cambio del Ecuador, con la bonanza y todo, coincide con la pérdida de los equilibrios regionales. Correa que es de Guayaquil desequilibró esa lógica. Actualmente cerca de la mitad del electorado es nuevo y no tiene referencias del pasado. Correa le ha dado un nuevo sentido de la acción política: no tiene afectos o adhesiones a las ideas o al modo de funcionar de los partidos. Eso hace que, por un tiempo, Correa tendrá una ventaja con su lógica de imponer, de representar algo que sería la novedad. Pero los efectos negativos de la concentración del poder y de la corrupción entre otros, les tocará. Porque vuelvo a insistir: la sociedad necesita razones, no solo adhesiones.

¿Adhiere usted a esa retahíla, casi fatalista, de que el Ecuador adorado a los caudillos?

No, nada que ver. Ecuador, al contrario, tiene una tradición anarquista. Aquí nadie piensa que uno puede imponerse o todos quieren imponerse. Lo que ocurre es que Ecuador tiene un problema: la no continuidad que hace que está patinando siempre por la falta de institucionalidad. Su debilidad es falta de instituciones sólidas. No es que faltan ideas o propuestas: no se da tiempo a la construcción real de las instituciones y debido a nuestro juego inestable y a los desequilibrios regionales, frecuentemente estamos haciendo y deshaciendo las instituciones.

Pero usted dijo que Correa es el nuevo García Moreno.

Claro, por eso insistía en la palabra orden. Correa ofrece a la sociedad un orden autoritario. Antes hubo una búsqueda de incremento de lo civilista en detrimento de lo político. Y con su orden, Correa está imponiendo lo contrario. La gente está seducida por eso. Pero a la postre, el Ecuador va a reaccionar de algún modo y regresará a cierto equilibrio entre poder y sociedad.

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PENSAMIENTO CRÍTICO
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1 COMENTARIO

  1. Muy justa la imagen que encuentra Jorge León para referirse a la deriva autoritaria de Correa: el despotismo ilustrado del siglo XIX, encarnado en García Moreno, aunque bien encubierto en el noble recuerdo de Eloy Alfaro, por el arte del marketin que nos gobierna.

    La evolución posible hacia la represión, que anticipa León, lo acercará poco a poco a Musolini (con algunos estalinistas dentro de su equipo).

    Esperemos que tengamos la capacidad de recuperar la autonomía de lo social, del movimiento social, a tiempo.

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