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jueves, noviembre 14, 2024

ESPECIAL| Tragedia y épica de la pospandemia

Por Alejandro Moreano*

A pesar de las predicciones de un recrudecimiento de los contagios y las muertes por las fiestas navideñas, de la aparición de una nueva cepa del virus de covid-19 y de la incertidumbre sobre la eficacia, los tiempos, los efectos secundarios y la universalización de las diferentes vacunas en curso, todo el mundo habla, predice y desea la era de la pospandemia.

 

Capital y pandemia

Es casi un lugar común hablar de tres salidas posibles de la nueva normalidad: 1.) Aquella de la profundización del capitalismo neoliberal, extractivista y con fuertes tintes fascistas; 2.) La de un “capitalismo de rostro humano” con énfasis en las políticas públicas, de salud en especial; 3) El escenario de una superación de la civilización moderna y del capitalismo.

El terrible desprestigio del modelo neoliberal y de la privatización de los servicios básicos junto a la inmensa crisis sanitaria y económica-social que vive la humanidad entera, a la par que el desarrollo de prácticas sociales comunitarias y de solidaridad social y de resistencia política, hacen pensar en la inevitabilidad y necesidad del segundo modelo planteado e, incluso, de una tendencia a la superación del capitalismo y de la civilización productivista.

Por otra parte, la crisis económica acelerada por la pandemia ha llegado a niveles alarmantes. De acuerdo con los parámetros institucionales clásicos, se calcula que en el 2020, el descenso del PIB de la humanidad en su conjunto llegará al 4,9 %, el de los países desarrollados al 8,0 % con énfasis en la zona Euro del 10,2 %, el de Francia del 12,5%, el de Italia y España del 12,8%, y en los países de la periferia, el caso extremo de América Latina y el Caribe del 9,4%. China, por el contrario, tendrá un crecimiento del 1%.

En una perspectiva más amplia, la crisis es descomunal. En efecto se ha incrementado hasta extremos inimaginables la crisis ambiental, la desocupación, la desigualdad social, las hambrunas, las migraciones frustradas que terminan en el “lago de sangre” del Mediterráneo y en niños enjaulados, el desenfreno de grupos terroristas, el feroz incremento de los feminicidios y del racismo, la militarización creciente de los Estados y aun de las sociedades, las guerras imperiales. Por otra parte, los sistemas políticos fundados en el ideario liberal de los derechos humanos han entrado en una crisis profunda, debilitados y todavía liquidados por la corrupción galopante y su creciente falta de legitimad en los ciudadanos de todo el mundo.

Hemos llegado a una situación peor que la de 1929, que obligó al capitalismo de los países desarrollados a promover un nuevo pacto social, el surgimiento del Estado benefactor, y, de modo progresivo, el fin del viejo colonialismo y el despliegue del neocolonialismo.

Determinados procesos como el pronunciamiento de amplios sectores del poder mundial tales como grandes medios de prensa, así el Washington Post y el New York Times de EE.UU. o el Financial Times de Londres, declaraciones de magnates como Bill Gates o  George Soros y algunas políticas propuestas en la Unión Europea, en especial por Angela Merkel, llevan a pensar a muchos que el segundo modelo, el de un cierto retorno del Estado Benefactor estaría siendo asumido por el capital mundial. En efecto, tales medidas al parecer comportaban rescates de las grandes corporaciones con participación estatal incluida la nacionalización: así la de ALITALIA; el Estado francés como accionista de las energéticas Engie y EDF, la teleco Orange, la automovilística Renault o la aerolínea Air France; el rescate alemán de 9.800 millones de dólares  para comprar entre el 20% o el 25% de la acciones de Lufthansa, su principal línea aérea, privatizada hace 20 años.

Sin embargo, una mirada más atenta nos muestra que el capitalismo mundial se está orientando al primer escenario, el de una mayor concentración de la riqueza mundial. Veamos algunas tendencias en tal sentido.

En primer lugar, el gigantesco, inconcebible  e inhumano crecimiento de la riqueza de los grandes milmillonarios –trillonarios- del mundo, quienes en menos de un año de pandemia han visto incrementar sus patrimonios de 2,947,500 millones de dólares a $4,011,774, un aumento de $1,064,274, el 36,1%. (Ver recuadro)

Personaje 2019 2020 Incremento Incremento%
Jeff Bezos $113,000 $184,395 $71,395 63.2%
Elon Musk  $24,600 $143,100 $118,500 481.7%
Bill Gates $98,000 $118,705 $20,705 21.1%
Mark Zuckerberg $54,700 $104,835 $50,135 91.7%
Warren Buffett $67,500 $86,455 $18,955 28.1%
Elaboración: Alejandro Moreano

En segundo lugar, las medidas tomadas en la casi totalidad de los países del mundo, entre ellos los desarrollados, no han hecho sino fortalecer el sistema neoliberal extractivista, incluyendo la privatización de nuevas regiones como la Amazonía y zonas agrícolas y de recursos naturales de los países de la periferia. Brasil, por ejemplo, ha privatizado grandes corporaciones y el Ecuador se encuentra vendiendo las hidroeléctricas y algunos bancos. 

Otra medida generalizada ha sido la desvalorización de los salarios, fomento del trabajo parcial, a destajo, y de las modalidades del teletrabajo que implican un ahorro de costos para las grandes empresas. A la vez, se han acrecentado los subsidios y aportes estatales a las corporaciones. El caso ecuatoriano es sintomático en cuanto a liberación de impuestos a los grandes consorcios. En este nivel hay que referirse a las supuestas “nacionalizaciones o participación estatal” que mencionábamos. En primer lugar, se trata de comprar las empresas aéreas en quiebra, las que tuvieron ganancias gigantescas en los últimos años -Las visitas internacionales aumentaron de 800 millones a 1.400 millones entre 2010 y 2018- y que son las únicas grandes corporaciones  golpeadas por la pandemia y que en la perspectiva de la revolución digital y el teletrabajo pierden importancia en la nueva configuración del capital. Por otra parte, Merkel ha sido muy clara: una vez pasada la pandemia y normalizada la recuperación capitalista, las acciones estatales serán vendidas. En última instancia, las supuestas “nacionalizaciones” no fueron sino la compra de empresas en quiebra.

El ámbito que impulsa la consolidación del capitalismo corporativo y financiero es el significado que se confiere a la categoría crisis que conlleva una compleja y contradictoria semántica. Por un lado, en tanto estructural e histórica –sincrónica a la vez- comprende la posibilidad del derrumbe y cambio del orden económico-político y civilizatorio. Por otro lado, en cuanto coyuntural y cíclica, es la forma como el capitalismo evoluciona, elevándose a un nuevo nivel de desarrollo. En el ciclo del capital, en las fases de reanimación y auge, luego de la recesión y depresión en que quiebran las empresas de menor capacidad técnica, el capitalismo se consolida al nivel de las empresas más grandes, avanzadas y de mayor nivel tecnológico. Luego del período de 1929-1933 a 1970, en que el estado benefactor moderó la crisis cíclica provocando un estancamiento histórico, el neoliberalismo reconfiguró el dinamismo de las crisis cíclicas.

El gran capital mundial procura que la crisis de la pandemia funcione como una crisis cíclica, pasada la cual advendrá una etapa de reanimación y auge en un mayor nivel tecnológico. Tal es la perspectiva que postulan las estimaciones del desarrollo del PIB para el año 2021. En efecto, según dichas estimaciones se calcula que el PIB mundial pasará de -4,9% en el 2019 al 5,4% en el 2021; las economías avanzadas del -8,0% al 4.8%; EE.UU. del -8,0% al 4.%; la Zona del Euro del -10,2% al 6%; América Latina y el Caribe del -9,4% al 3.7%; China, desde luego, tendrá una gran reanimación del 1% al 8,2%.

La mayor gravitación histórica de la recuperación tiene que ver en tanto se va a realizar en el marco de la Cuarta revolución industrial marcada por la inteligencia artificial, el Internet de las cosas, la robótica y los sistemas ciberfísicos, el cloud computing computación en la nube, la ingeniería genética, las nanotecnologías y la tecnología digital de comunicaciones.

Una de las formas en que la pandemia ha promocionado las transformaciones básicas de la revolución 4.0 es la del teletrabajo que no solo implica un enorme ahorro de costos de producción para el capital sino un poderoso mecanismo de control social de la población y de reorganización general de la sociedad y el trabajo. De hecho, la utilización de Internet en todas sus formas ha sufrido un incremento exponencial en esta pandemia con lo cual, amén de las inmensas ganancias de las grandes corporaciones –GAFA, Huawei- el control digital de la sociedad ha alcanzado niveles insospechados:

“El ambicioso proyecto ID2020, que se propone la digitalización global con datos biométricos y tecnología blockchain de todas las personas, es otro de los polémicos emprendimientos del magnate informático Bill Gates, en este caso asociado a la histórica dinastía financiera Rockefeller. Esta identidad digital conectará nuestras huellas digitales, iris de los ojos, registros médicos, fecha de nacimiento, nivel educativo, viajes realizados, tarjetas de crédito, historiales de empleo, licencias de conducción y cuentas bancarias. Tendrá la característica de la “persistencia”, “desde el nacimiento hasta la muerte” y de ser “portable”.

Otra de las características que el capitalismo ha consolidado con la pandemia es la militarización no solo del aparato de Estado sino de la sociedad civil. El conjunto del capitalismo mundial está asumiendo un carácter policiaco y represivo con una fuerte militarización y una extrema violencia contra los sectores oprimidos y subalternos, tal el caso de los migrantes en EE.UU. y Europa Occidental. De hecho, las actuales medidas para frenar la pandemia, sea con el control digital de Oriente o el confinamiento de Occidente, han funcionado para derrotar la insurgencia popular que se extendiera por todo el mundo a fines del 2019 y los brotes nuevos como el de la izquierda española o francesa y el movimiento liderado por Bernie Sanders y otros… La diferencia se localiza en quien la ejerce: si los gobiernos de extrema derecha como el de Trump y el de Boris Johnson, o el régimen chino, o los proyectos nacional-fascistas o las grandes corporaciones globalizadoras. De hecho, los rivales de los regímenes clásicos del capitalismo no provienen de nueva socialdemocracia- aunque haya aparecido la corriente de Bernie Sanders en EE.UU. o el laborismo en Inglaterra, o Podemos en España y Francia Insumisa- sino de tendencias fascistas de extremo racismo y violencia como las expresadas en los gobiernos de Trump o Bolsonaro, en las corrientes de Marine Le Pen en Francia y en buena parte de Europa Oriental y que incluyen a las sectas protestantes que organizan milicias en Brasil o Argentina.

La expansión imperialista también ha cobrado auge, tales los casos de Irán o Venezuela. Y, sobre todo, el fortalecimiento de la dominación israelí y la opresión a los palestinos, gracias a la traición de varios países árabes, y la consolidación de la ocupación marroquí de la República Árabe Saharaui Democrática, dos hechos monstruosos, propios del colonialismo anterior a la Segunda Guerra Mundial.

Pandemia y resistencia 

El miedo al virus detuvo las protestas por el descontento en América Latina, sin embargo, con mascarillas las protestas se retomaron en los últimos meses.

En torno a la pandemia, los sectores oprimidos y subalternos han gestado una serie de prácticas que se han convertido en acciones de crítica y resistencia al neoliberalismo y aun al capitalismo. Así, el predominio de los valores uso devino en dominante: alimentos, fármacos, artículos sanitarios, de limpieza… Un meme es muy claro al respecto: “¿Cómo es que el hecho de que consumamos lo indispensable para la vida precipita una crisis sin precedentes en el capitalismo? 

A la vez, la importancia de los bienes para la supervivencia ha mostrado también la brutalidad de la mediación dineraria del capitalismo: la inmensa capa de sectores desocupados y subocupados se han visto sin posibilidades de adquirir los alimentos básicos, incluida el agua. Hacinados en pequeñas habitaciones o a veces en la calle, no tienen condiciones para el confinamiento, amén de que necesitan trabajar día a día para obtener para la supervivencia de la familia, “prefiero morir del virus que de hambre”, declaran. Y muy pocos gobiernos han destinado fondos para cupos de alimentos para dichas familias. La tesis de la renta básica universal tiene en ellos su mejor justificación.

El 8 de Marzo, cuando cobraba auge la pandemia, se produjo la huelga general feminista que pretendía paralizar aquellos trabajos confiados a las mujeres, el doméstico y de cuidado, el trabajo de campesinas y de enfermeras, el de limpieza y mantenimiento. Por eso, las feministas sugieren que la pandemia resultó una huelga al revés: se detuvo todo, excepto el trabajo que paralizaron las feministas el Día de la Mujer en este 2020. Lo que demuestra que este es un trabajo vital para la humanidad.

En torno a la actividad de oposición al neoliberalismo se ha desplegado una intensa práctica de renovación de actividades productivas y de solidaridad, así la gestación de huertos frutales que Cuba promoviera en los días de posteriores a la caída de la URSS y el tercermundismo, el terrible período especial de la década de los 90 del siglo pasado, los intercambios entre la producción campesina y los sectores populares urbanos, el fortalecimiento de las comunidades indígenas y campesinas y de los barrios populares.

Ahora bien, en Latinoamérica existe una amplia corriente de teóricos, investigadores y activistas, líderes sociales y políticos que postulan que esas prácticas son expresiones de relaciones vivas, de formas de organización económica y política no capitalistas que son la base de un movimiento de resistencia y transformación del capitalismo. En esas zonas, comunas en gran medida, predomina la comunidad humana, la hegemonía de los valores de uso, la salud, la educación como valores y derechos humanos, el respeto absoluto a la paccha mama, y formas políticas como cabildos o Juntas de Gobierno –tal las de los cabildos zapatistas- que son la base de la resistencia y de la gestación de un nuevo mundo. Las comunas zapatistas, las comunidades mapuches, las brigadas y milicias feministas de las kurdas son las formas más desarrolladas de ese proyecto histórico.

Así como las élites y los sectores de derecha han promovido un acentuado racismo en contra de migrantes, subocupados y desocupados, afrodescendientes y pueblos originarios, e incluso los palestinos, acusándoles de portadores del virus, desobedientes e incapaces de todo orden que hacen fracasar las medidas de cuarentena, los sectores populares han desarrollado múltiples formas de solidaridad humana. En el Ecuador, por ejemplo, campesinos de las comunidades indígenas vecinas, acudieron a diversas ciudades  llevando alimentos y fármacos vegetales para los sectores populares, en particular de los barrios pobres de Guayaquil, en sus peores momentos.

Durante la pandemia ha habido expresiones populares de rechazo, en particular, a los gobiernos y a sus políticas de manejo de la crisis sanitaria: cacerolazos, tuitazos, algunas marchas de enfermeros o trabajadores despedidos, expresiones de apoyo a quienes se consideran los héroes o los mártires de la lucha con la pandemia, especialmente las trabajadoras sanitarias y las campesinas.

Poco a poco se han intensificado las huelgas de trabajadores en todo el mundo, incluida una movilización de trabajadores de las empresas de Internet y Val Mart, las beneficiarias de la pandemia, para exigir mejores condiciones de trabajo y de protección sanitaria o las movilizaciones de los chalecos amarillos en Francia, de los indígenas de Bolivia o Chile. Desde mayo, se tornaron usuales  en diversas regiones del mundo, las marchas y protestas de cientos y miles de seres humanos con la clásica mascarilla y procurando mantener las distancias correspondientes… Se han producido protestas singulares de repartidores de comida, jóvenes ciclistas en rebelión.

Los sectores del poder temen verdaderos estallidos sociales.

–Alejandro Moreano

A pesar de la pandemia, la lucha social ha retomado la dinámica del Octubre Rojo del 2019. A la par, en Bolivia, Chile, Perú, Guatemala, se han desplegado procesos políticos de las amplias masas populares y de los pueblos originarios en una perspectiva muy avanzada que va creciendo.

Ahora bien, ¿cuál es el programa de los de abajo? Es indudable que el punto de partida de cualquier programa de recuperación o reconstrucción económica, social y política en la pospandemia deba partir del desarrollo y financiación completa del sistema público de salud, cuya insuficiencia aparece en la conciencia general de la humanidad como la desgracia de la presente crisis sanitaria. La propuesta debería incluir todos los servicios fundamentales de la vida: educación, vivienda, actividades culturales, renta básica. Lo cual implica un cambio político substancial hacia el clásico Estado Benefactor. 

El escenario de la acción política con ese objetivo es el Estado de cada país, sin duda. Sería mucho mejor si ese objetivo se desarrollara a nivel global. En otro texto hemos señalado que en 1990, la Internacional Socialista postuló la creación de un “sistema público mundial” a financiarse con fondos provenientes de la disminución de los gastos militares y de un impuesto a las trasnacionales. Una medida de este tipo debería incluir la expropiación global de las farmacéuticas y los servicios de investigación concomitantes que juegan un monstruoso papel en la actualidad, única posibilidad de que los servicios globales de salud, educación, vivienda y otros pudieran funcionar. Claro que si las empresas de información y comunicación y las de alimentos entraran a formar parte de ese sistema público mundial sería fabuloso. Pero eso claro ya sería el socialismo.

Una medida de este tipo, factible en términos técnicos, no tiene aún condiciones políticas. De hecho, en la actualidad hay una preocupación y, por supuesto, múltiples conflictos, en torno a gestión de una vacuna mundial contra covid-19. La OMS y varios organismos internacionales y gobiernos como los de Rusia, China o Cuba han tomado la resolución de que tal vacuna sea un “bien público mundial. 

La financiación tanto de la lucha contra la crisis sanitaria cuanto con la reactivación económica comprende complejos procesos. En la perspectiva de los países de América Latina y de la periferia dos son importantes: la condonación de la deuda externa e impuestos directos a las grandes corporaciones y a los empresarios más ricos de cada país, los milmillonarios. Se habla incluso de una “tasa” formulada en varios países de Europa y América Latina. Va a ser una lucha muy dura: los gobiernos de Bolsonaro, Piñera, Lenin Moreno y otros han asumido la posición contraria y están conduciendo a los países a la bancarrota.

Otro punto central de la lucha por una salida progresista y aún revolucionaria en la pospandemia implica la defensa del empleo y los salarios y de una renta básica universal para los sectores que no tienen ingresos y que han sufrido con la pandemia y las medidas de confinamiento. La renta básica de cuarentena como se la llama pero que tendería a convertirse en una renta básica universal y permanente es, sin duda clave. También cabe una reformulación de la escala de los salarios a partir de la importancia que la supervivencia en la pandemia ha demostrado. Las reivindicaciones feministas son absolutamente básicas en la actualidad en que los trabajos domésticos y de cuidado y  de las trabajadoras campesinas y de la salud, por ejemplo, han sido decisivas: la igualdad de los salarios de mujeres y hombres no puede demorase más.

Hay sin duda reivindicaciones en torno a la agricultura y a la soberanía alimentaria que tienen que ver con la estructura productiva. No hay duda de que la comunidad campesina se ha revelado como una forma más acorde con la vida de los seres humanos. Hay que promoverla y enfrentar el extractivismo y a la penetración de la agricultura capitalista. Y suprimir los agrotóxicos y transgénicos. Es una lucha a muerte. Hay quienes han postulado una suerte de servició agrícola obligatorio que reemplace al servicio militar obligatorio. Es interesante anotar que ciertas iniciativas de la construcción económico-social de Cuba han sido retomadas en esta pandemia: los huertos urbanos y el viaje al campo a tareas agrícolas, por ejemplo.

Punto nodal de un programa popular es el enfrentamiento a la militarización promovida por el poder imperial y los gobiernos reaccionarios y que implica la movilización insurgente de las amplias masas a nivel local, regional y mundial. Retomar lo del Octubre rojo y las luchas que ya empiezan a desplegarse por todas partes, formando desde al comienzo comunas locales de todo tipo, el poder popular desde abajo. Pero eso supone un desarrollo político de la movilización popular.

“Otro punto central de la lucha por una salida progresista y aún revolucionaria en la pospandemia implica la defensa del empleo y los salarios y de una renta básica universal para los sectores que no tienen ingresos y que han sufrido con la pandemia y las medidas de confinamiento”.

*Alejandro Moreano es uno de los mayores exponentes de la tradición crítica ecuatoriana. Infatigable pensador en torno a la historia política y cultural del país, la emergencia de la modernidad, la idea de emancipación y la crítica al poder, la creación literaria en Ecuador y América Latina.

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