Tapa y contratapa: Paulina Flores (Santiago de Chile, 1988). Licenciada en Literatura Hispánica. Su primer libro de cuentos Qué vergüenza ha sido premiado en Chile, seleccionado como uno de los mejores libros de 2016, y traducido a varios idiomas. Isla Decepción es su primera novela.
Isla Decepción viene escrita con un tono a la deriva y fragua, una historia encallada página tras página, y que acompaña como lo hacen sus personajes principales en la complicidad del silencio, en el respeto de una incomunicación secreta; hay entre los personajes, y entre la novela y el lector, un entendimiento profundo que solo se vincula en la derrota, en la isla decepción que llevamos dentro.
La historia nos lleva por los diferentes tonos azulados del mar y eso supone como en las buenas historias de marinos: aventura, desamores y despedidas. Vamos descubriendo a tres personajes que revelan sus mundos interiores poco a poco, en flashbacks sospechosos del pasado como un misterio. Y es que para eso Paulina Flores prefiere contarnos los detalles de los paisajes, de los lugares, de la gente alrededor, porque lo que interesa es saber que sus vidas están unidas por el vacío profundo que las contiene, para así olvidarnos de Marcela y su ruptura amorosa, de Miguel y su desapego como padre, y de Lee y su vida robada.
“Pero en realidad no estaba triste. O, más bien, el cansancio vencía a la tristeza y también a esa sensación de amenaza que la acompañaba desde que pisara las escaleras: la sentencia de una vida inútil, la que había dejado en suspenso al partir.”
Esta autora joven que en su libro de cuentos Qué vergüenza nos mostró que se puede hacer literatura talentosa y política sin ser panfletaria, o ponerse a la moda, ahora tampoco deja de lado esa búsqueda de justicia social que parece atravesar su punto de vista. Sus personajes largamente perfilados como unos outsiders del vertiginoso mundo contemporáneo, en esta historia dan cuenta del perfeccionamiento de la esclavitud en alta mar en pleno siglo XXI; Lee, un joven coreano que trabaja junto a otros extranjeros en un barco pesquero nos propina unos golpes de ola gigantescos, o como suele decirse, un baño de esa realidad.
“El problema de esta clase de trabajo, o más bien, del tipo de gente que encuentra su lugar aquí es que independientemente del peligro de las faenas, siempre esperan a que ocurra lo siguiente peor. O sea que nunca están atentos, nunca escuchan. Es como si sus sentidos estuvieran atrofiados… Pero tú, no es que seas de otra especie de hombre, es más bien como si todavía no te convirtieras en uno: vas abierto y lo absorbes todo sin esfuerzo ni objetivos; aun con los brazos cruzados, o temblando, permaneces amable a todo lo que se derrama”.
Como brisa de mar, su narración salobre se pega a la piel, para dejar un poco curtida y deshidratada la capa desde donde nos acercamos a estos personajes; la escritura de Flores deja picando en la cicatriz de la soledad, de los desapegos, de las partidas. Hay un manejo magistral de la introspección de la que son capaces los personajes tanto que como lectoras guardamos el mismo código, los tres en el fondo y a lo largo del libro se conectan por el abandono de sí mismos en medio de sus agrestes realidades.
Paulina Flores se encarga de describir un universo absolutamente masculino, el de los pescadores industriales, y es capaz de mostrar la dureza del trato y la anulación de las emociones o sentimientos; el acierto de una escritura pulida y potente es que nombra ese universo descubriendo a Lee más a tono con el misticismo de la vida marina profunda y envolviéndose en sí mismo con la poética y serenidad del mar alrededor, que con las formas y motivos de supervivencia.
“El timbre de la sirena da su primer aviso y Lee piensa que tiene hambre. Lo recuerda, en realidad, porque siempre está hambriento. Palpa la costra cerca de su boca. La sal reseca donde se acumula sudor y a algunos la cáscara blanca les crece por debajo de la barba. Los tripulantes van asemejándose al barco, piensa Lee. Y el barco se está pudriendo.”
Flores ofrece en la historia licencias que solamente ensanchan el sentido poético de la novela, líneas delgadas entre realidad y sueño, animales que hablan, mitos que vuelven a la vida, posibles respuestas no dichas; funcionan como instrumentos de comunicación rudimentarios, o como posibilidad de encuentro entre dos soledades que no conocen otra forma de acercarse, sino en el desamparo y en la ternura que puede producir esa comunión.
Esta novela es un respiro al barullo feminista y los cientos de embates de las maternidades contados en la literatura actual, sobre todo de la región, y nos ayuda a levantar las velas hacia otros nortes. Paulina Flores en Isla Decepción ubica la voz, la historia, los personajes como unos asideros de su ética política e irreverente que tanta falta le hace a la literatura actual.
*Natalia Enríquez es comunicadora social, máster en Estudios de la Cultura – Políticas Culturales. Es madre de un niño de 6 años, tiene un gato negro y ama la literatura, tanto que piensa que su vida es una ficción.
*Fotografía tomada de elperiódico.com