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EVO, SNOWDEN Y LA HIPOCRESÍA LIBERAL. por Pablo Stefanoni*

06 jul 2013

Este año la embajada de Estados Unidos en La Paz canceló los festejos del 4 de julio, fecha nacional, y hasta 2005 una vidriera para que la élite política y económica boliviana revalidara sus credenciales de respetabilidad: ser invitado al enorme búnker ubicado sobre la Avenida Arce era una especie de aval moral. De hecho había llegado un punto en el que los partidos bajaban de sus listas a quienes perdían la visa a EEUU con el criterio de que “algo habrían hecho”. A veces caían en el ridículo, como cuando una embajadora pidió a sus invitados (Evo Morales nunca estaba en la lista) que fueran vestidos de cowboys. Y así lo hicieron. Evo no tenía visa y transformó ese hecho en capital político.

Pero ahora los festejos fueron suspendidos “hasta nuevo aviso”, después de que Francia, Portugal e Italia (¿y España?) cerraran sin previo aviso sus cielos al avión del presidente boliviano, bajo sospecha de que llevaba a Snowden a La Paz escondido en el maletero y generando una ola de repudio internacional y una reunión de urgencia de varios países de la Unasur. En todo el mundo sorprendió semejante acto, algo así como decir amén antes de que los norteamericanos terminaran de rezar, parafraseando al ex líder socialdemócrata alemán Willy Brandt. Hoy se extrañan figuras como esas, o como Charles De Gaulle, ante el automático sometimiento de un gobierno “socialista” como el francés a la voluntad de Washington, justamente cuando Europa se queja por el espionaje de EEUU… denunciado por el propio Snowden. Incluso la Internacional Socialista latinoamericana caracterizó como “incivilizado” el bloqueo aéreo al mandatario boliviano. Como ha señalado Jean-Jacques Kourliandsky, del Instituto De Relaciones Internacionales y Estratégicas de París, “Bolivia no es solo Bolivia”, hoy existe una sólida red latinoamericana que reacciona ante este tipo de agravios.

El gobierno boliviano denunció que Morales había sido “secuestrado”, varios sectores sociales -especialmente campesinos- se movilizaron de inmediato en repudio a la actitud europea y los potenciados medios estatales pusieron en marcha una inédita cobertura sobre el “agravio del imperio”.

Morales ha hecho toda su carrera política transformando humillaciones en fortalezas y esta vez no es diferente. Sus gestos antiimperialistas fueron desde sus comienzos como dirigente cocalero una marca de fábrica de su liderazgo y tomaron caminos concretos durante su gestión presidencial: en 2008 expulsó al embajador Philip Goldberg y más recientemente a la agencia USAID. Si en 2002 las declaraciones hostiles del entonces embajador Manuel Rocha lo dejaron al borde del triunfo presidencial, este nuevo “ataque del imperio” a través de sus vasallos europeos (como los ha llamado el periodista Rafael Poch) le ha venido a Evo como regalo del cielo. Quizás nunca como ahora, a excepción del día que llegó al Palacio Quemado, concitó semejante simpatía mundial, lo que a nivel interno se traduce en una cohesión nacional del país en torno a su liderazgo.

Pero estos incidentes ponen sobre la mesa una cuestión adicional: en estos tiempos suele repetirse que Washington ha perdido poder e influencia. Sin embargo, Edward Snowen sigue en un la tierra de nadie del aeropuerto de Moscú sin que ningún país quiera -hasta ahora- asilarlo. Seguramente haya negociaciones bajo la mesa (Bolivia y Venezuela han dicho que evaluarían un pedido de asilo, ¿ese pedido llegó). Rafael Correa, después de un impulso inicial, parece más distante; con Julian Assange parece tener bastante.

En efecto, recibir a Snowden tiene costos elevados. Atraerá sobre quien lo haga toda la ira imperial.

Simpatizante de los “libertarians”, el ex técnico de la inteligencia estadounidense buscó a Hong Kong como su destino, pero la persistente lógica de la guerra fría lo obligó, muy pronto, a tomar un vuelo de Aeroflot rumbo a Moscú. Claro que los rusos ya no son los de antes, y Putin dijo que se si quedaba ahí no podría perjudicar a “nuestros socios” estadounidenses con sus incómodas denuncias y debía optar por el silencio. ¿Pero para eso el joven de 30 años dejó las apacibles playas de Hawai y un salario de 20.000 dolares mensuales, familia y novia?

Mario Vargas Llosa se queja de que Wikileaks y Snowden se hicieron amigos de gobiernos antidemocráticos, el Washington Post se pregunta por qué un activista liberal libertario (Paul Ron es uno de quienes lo defienden públicamente en EEUU) se hizo amigo de “estados autoritarios”. Como el mismo diario responde, la “solución geopolítica” es una alternativa ante un proceso legal prolongado que puede llevarlo a prisión. No creo que se pueda juzgar a nadie por no querer terminar como el soldado Mannig. Snowden ya cumplió con su cuota de heroicidad, ahora toca al mundo democrático, progresista y antiimperialista ayudarlo.

No hay que ser muy perspicaz para saber que los norteamericanos no son los únicos que espían, que algunos critican el espionaje “gringo” por motivos geopolíticos y no democráticos, y que para Snowden es muy incómodo aparecer como aliado de Rusia, China, Venezuela o Cuba. Muchas de las banderas democráticas de wikileaks chocan también con muchos estados antiimperialistas. Pero la respuesta a Vargas Llosa es clara: Snowden busca ayuda entre los Estados “autoritarios” porque los “liberales” no le dan asilo y actúan con enormes niveles de hipocresía e indignidad.

En estos próximos días veremos si alguno de los países con gobiernos de izquierda le da finalmente refugio. El antiimperialismo tiene altos costos (muchos más que las peticiones de los intelectuales radicales). La solución al affaire Snowden va a despejar varias dudas sobre la verdadera influencia de Estados Unidos en el mundo actual y la viabilidad de los desafíos a Washington.

* Jefe de redacción de ‘Nueva Sociedad’ y ex director de ‘Le Monde Diplomatique/Bolivia’

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