09 de enero 2018
Queridos y siempre extrañados compatriotas:
Después de cuatro meses de intenso debate conmigo mismo, después de verme al espejo durante prolongadas noches, después de darme la gran vida allá por las Ginebras, después de cuatro meses de buena comida, después de saborear las delicias de ser representante del Ecuador en la ONU, me acabo de dar cuenta que el Presidente actual es un desleal y que ha traicionado los principios de la Revolución Ciudadana.
Ustedes se preguntarán ¿por qué me tardé tanto? Lo mismo me pregunto yo. Ustedes se dirán: pero si su ex jefe lo dijo desde el primer momento, ¿por qué tanta demora? Lo obvio hubiera sido, junto con Don Patiño, decirle no al traidor. Pero me dije, quizá allá en Ginebra las ideas se me aclaren, quizás allá en Ginebra lo desleal no signifique lo mismo que en Ecuador, quizás la palabra traición en suizo solo signifique reacomodo de fuerzas o algo así.
Pero ya que me di cuenta, “…me rehúso a ser parte del peligroso autoritarismo, disfrazado de falso ecumenismo y espíritu dialogante que hoy coloniza agresivamente a nuestro Ecuador”. Esa frase me quedó igual de pintera que mi persona, de corte académico, a la atura de los que somos iluminados. Clarito hablo cuando expreso ese peligroso autoritarismo, igual o peor que el de mi siempre Presidente Correa. Pero la diferencia está en que él era autoritario pero de frente, no tapiñado en el diálogo ecuménico falseta.
Que quede claro que la conciencia es lo más preciado que tenemos los seres humanos, aunque la conciencia se me despertó después de cuatro meses de ese sueldazo, hoy aflora íntegra, transparente y siempre leal a las causas de la revolución que no permitirá que se colonice agresivamente a nuestra patria amada. Yo debería ser el Presidente. De lujo. Tardío, pero de lujo.