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jueves, noviembre 14, 2024

HORRORIS CAUSA. Por Santiago Roldos

HORRORIS CAUSA

Santiago Roldós

Revista Vistazo <www.vistazo.com>

Por más necesitada que esté de posicionarse ideológicamente, es un grave error que la UDLA (Universidad de las Américas) haya conferido su más alta distinción académica a José María Aznar.

En plena deriva de la Constituyente, que ya entonces develaba la falsedad del proyecto correísta, presencié una intervención televisiva del Pocho Harb. Tres minutos de prepotencia machista socialcristiana me bastaron para entender que pese a todas las inconsecuencias, mentiras y abusos de Alianza PAIS, tendríamos Correa para rato. El Doctorado Honoris Causa de la UDLA a José María Aznar, junto al precandidato Guillermo Lasso, confirma estos sentimientos de deja-vú y sin salida de la derecha clásica ecuatoriana.

Aznar confirma que la democracia representativa también engendra monstruos. Hijo de un periodista empleado del dictador Francisco Franco, militó en la juventud falangista (fascismo español) y en la universidad censuró por entreguista a la transición, y abjuró de la Constitución por su carácter descentralizador y pro autonómico. Una década después Manuel Fraga, incombustible ministro de Franco, lo eligió como su sucesor al frente de la renovada Alianza-Partido Popular.

En 1996, aupado por la corrupción y la decadencia de 13 años de gobierno de Felipe González, ganó las elecciones sin mayoría absoluta. Tuvo entonces que radicalizar su “viaje al centro”, morigerar su lenguaje, pactar su programa y sus presupuestos con los nacionalistas catalanes y vascos (a los que históricamente había deslegitimado), y sentarse a dialogar con los sindicatos.

Pero en 2000 todo cambió: montado en el aparente bienestar económico, irónicamente consolidado por el PSOE y sus respectivos viajes “al centro”, Aznar fue reelecto con aplastante mayoría. Liberado, renació el joven franquista guardado en el clóset, modernizado y, según él, cosmopolita, capaz de estirar las piernas sobre la mesita de noche de Bush Jr. y de sonreír al son del eslogan “España va bien” desde la costa valenciana, capital de sus veranos y de la corrupción y el tráfico de influencias de la industria del ladrillo. (La actual crisis española, europea y mundial no la cocinaron los gobiernos de hace cuatro u ocho años, sino los de Aznar y Clinton. Pero antes de pinchar en Estados Unidos y Europa, la famosa burbuja inmobiliaria ya había comprado a ediles de izquierda, centro y derecha en toda España).

Mientras España “iba bien”, Aznar pulverizó los derechos laborales, persiguió a los indocumentados, recortó el gasto social, fomentó la especulación financiera, gestionó pésimamente la crisis del petrolero Prestige y, trepado en el cerrito de votos que le daba, según él, todo el poder, metió a su nación en una falaz guerra mundial/ simulacro contra el terrorismo, absolutamente en contra de la opinión y el deseo mayoritarios de su población.

En la injustificada, indecente y criminal invasión contra Iraq, Aznar no solo violó su Constitución, omitiendo la autorización del Congreso con la argucia de que sus tropas solo harían operaciones logísticas y hospitalarias, sino que junto a sus compañeros de crímenes de lesa humanidad, Tony Blair y George Bush Jr., manipuló y violentó todas las normas internacionales establecidas.

El 11 de marzo de 2004, a tres días de las elecciones a las que él ya no concurría (su proyecto era convertirse en líder europeo y mundial), Al-Qaeda asesinó a centenares de ciudadanos en Madrid. El gobierno de Aznar reaccionó de la manera más pusilánime: mintiendo, tratando de endilgar los atentados a ETA, para proteger a su candidato, Mariano Rajoy, de la derrota. Una vez que ésta se produjo, Aznar y el PP se dedicaron cuatro años a deslegitimar el triunfo de Zapatero, describiéndolo como el triunfo de Al-Qaeda, como el triunfo del miedo. Nada más lejano a la realidad (el elevado índice de participación electoral de ese año indica que la gente no se paralizó, sino que se movilizó), y al mismo tiempo nada más cercano a clásica miseria humana de la peor de las derechas.

Por más necesitada que esté de posicionarse ideológica y electoralmente, o tal vez precisamente por eso, es un grave error que la UDLA haya conferido su más alta distinción académica a quien provoca tanta vergu?enza y horror.

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