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jueves, noviembre 21, 2024

JUSTICIA. Por Jaime Chuchuca Serrano

La personificación alegórica de la justicia suena a vetusto, pero trae enseñanzas profundas.
No es pura casualidad que la justicia siempre haya sido simbolizada con más mujeres, que hombres. Maat e Isis, en Egipto, representaban la armonía universal dibujada en la eterna balanza que se aprecia en los jeroglíficos: en un plato, la conciencia, y, en el otro, el corazón de Osiris. La diosa griega Temis, además de la balanza cargaba la espada. Diké, hija de Temis y Zeus, una de las “horas”, ejecutaba la justicia en el mundo humano.

Diké es el par de la Iustitia romana, enemiga de las mentiras y protectora de la administración de justicia. Maat, Temis, Diké y Iustitia guardaban otros valores símiles: severidad y disciplina.

En la cosmovisión china, Kuan Ti, a la vez que era un dios de la guerra, también era un gran juez que protegía al pueblo. Al revés de occidente, los chinos establecieron a esta deidad después de muerto el general histórico que lo representaba. Del mismo modo, actuaban las deidades de nuestras tierras, como Tezcatlipoca, de los mexicas, que mantenía materia y agencia humana.

En el inframundo chino, había diez gobernantes, cada uno con su tribunal para juzgar los actos de los muertos; a semejanza del Dios católico, que tiene última instancia: el juicio final que viene con la parousía.

La venda en los ojos de las diosas, se incorpora en el vestuario de la justicia, propiamente, en la modernidad, en el siglo XV; como sello de imparcialidad, pero también de ceguera. Ese es el doble filo de la justicia de la modernidad: un juego de neutralidad y torpeza física e intelectual, insalvables.

En el proceso de evaluación de los jueces de la Corte Nacional de Justicia, deberían ahondarse más en algunos valores de las alegorías: sabiduría, integridad, imparcialidad, templanza y disciplina; aunque por lo demás hay cosas insubsanables. Es casi risible, que un juez o jueza, quienes pueden alterar con su fallo la vida de una persona, le tengan miedo a los exámenes. Habida cuenta de la corrupción y del pecado original de la función judicial correísta, no hay filtro que sobre para aligerar la marcha.

*Abogado, licenciado en Filosofía y magíster en Sociología. Actualmente, docente de la Universidad de Cuenca.

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