Estamos viviendo un cambio en la producción académica, gracias a la revolución científico-tecnológica y a la lógica neoliberal imperante. Primero, por el peso que adquiere lo virtual sobre lo presencial en la investigación, la docencia y la difusión. Por eso los estudios y los debates se difunden por blogs, internet, webs, conferencias virtuales y demás instrumentos tecnológicos; así mismo, se debe tener en cuenta el aparecimiento de una institucionalidad especializada dedicada a la circulación del conocimiento, entre los que se encuentran, por ejemplo: REDALYC y SCIELO, que son hemerotecas en línea, y AMAZON que es un portal que establece mercantilmente los libros que se venden. Lo más significativo y nuevo: la difusión define los conocimientos que se deben producir; por eso, el libro de autor se convierte en una excepción, el libro de varios autores asume la forma de revista y lo que ahora se produce son artículos.
Segundo, se introduce la lógica individualista y de competencia propia del mercado, y lo hace a través del sistema de puntos, convertidos en valor de cambio –no de uso- que obtienen los académicos según títulos, cursos impartidos, publicaciones realizadas y seminarios asistidos. Un buen texto no se define por los aportes académicos que haga, sino por el número de veces que es citado, lo cual tiende a construir comunidades académicas endogámicas, nacidas de la obligatoriedad de citarse mutuamente. Cuando se publica un libro no se recomienda su lectura sino que se lo cite y, lo más grave, que las autoridades institucionales “sugieren” esta necesidad académica.
Sin embargo los puntos tienen distinto valor, por ejemplo, según el idioma y el tipo de la publicación. Esta valoración conduce a que los investigadores produzcan bajo estos criterios y menos por la calidad o el impacto que puedan producir. Las revistas en inglés e indexadas otorgan más puntos que un libro en español. También los puntos impulsan un sistema de complicidades con comités editoriales, lectores ciegos, indexaciones, acreditaciones, ponderaciones y demás elementos calificadores.
De esta situación dos hechos a destacar: primero, los puntos determinan los temas, metodologías y enfoques más valorados, lo cual legitima ciertos conocimientos, homogeniza el pensamiento y pierde autonomía la crítica… Segundo, a tener una medida del conocimiento establecida por los centros hegemónicos del conocimiento mundial y no por las demandas de la realidad[1].
Publicar un libro de autor tiene menos puntos que publicar en una revista indexada, porque los sistemas de difusión de las revistas son más dinámicos, demandados y tienen una institucionalidad dedicada a la propagación. Una revista en inglés tiene más influencia que otra publicada en otro idioma, porque los sistemas institucionales de difusión más significativos están en los EEUU. Esto significa que un autor que publica en una revista en inglés tiene la posibilidad de ser más citado y por tanto ser “mejor” que si publica un libro en español. Por eso la difusión se realiza en comunidades académicas cada vez más cerradas, distantes a los problemas que analizan y más extrañas a los debates de los lugares donde se ubica el objeto de investigación; lo cual conduce a un vaciamiento del sentido ético de la devolución de los conocimientos.
Pero el asunto no termina allí: los puntos que obtienen cada uno de los académicos les sirven a las instituciones para ubicarse en los famosos “rankings” dentro del mercado de la formación internacional. De esta forma se construye un mercador regulado por los centros mundiales de formación que, por un lado, constituyen cadenas de valor que operan bajo un sistema piramidal y, por otro lado, determinan los modelos académicos y de gestión de cada una de las instituciones académicas.
Hoy en día la actividad académica, el investigador y la institución definen su “calidad” por los puntos obtenidos y por la competencia con sus pares, expresados en los rankings. ¡Hoy la academia lucha no por el conocimiento, sino por la ubicación en el ranking!
[1] Existen estudios científicos realizados en el país sobre helicobacter pylori o enfermedades tropicales que han sido rechazados porque no son temas de interés.
Quién califica a los calificadores, sobre aquello que es de interés o no? o sobre aquello que es aplicable con el fin de entregar a la humanidad en sí una mejor opción de vida en cualquier campo, prevalece la demencial competencia hasta en campos donde debe primar el razonamiento, la sabiduría.