ohohohoho, hoy voy a cantar, ahahahaha,
gracias al amor.
Anónimo amoroso.
Verás. Pondrás atención, que tú, con esa sabiduría milenaria, capaz me corriges.
Alhaja el tema, cada cual emite su propia versión del vivir bien o viceversa. Hay un Ministro que dijo hace unos meses que el buen vivir era pedir a los vecinos que hacen bulla que no sean malitos, que le bajen a las revoluciones, porque hay gente que no le gustan las revoluciones, o sea los enemigos, y que mejor viren la perilla del volumen a la izquierda, así con ese lenguaje de avanzada que ellos pregonan.
Pero el que se lleva el premio es un señor que antes era presentador de televisión y que usa un sombrero de toquilla desde que el mundo es mundo o desde que se dio cuenta que su calvicie no vende. Asegura que el buen vivir se consigue con una Secretaría que tenga capacidad de amar, ¡elé! No te rías abuelita, que ya te conozco. Claro que la capacidad de amar y amar necesita unos tres milloncitos por año. Harta felicidad con sonrisa, no de hornado, sino de billete de a dólar. Si no es chiste, es en serio. El Don Freddy asegura que la felicidad está dentro de nosotros, que no está en los bienes. ¿Qué será que quiso decir con eso? Que la felicidad no se consigue protestando ni reclamando nada, sino que hay que buscarla en los intersticios de lo más hondo de cada cual. O sea, hay que mirarse al espejo y decir: los problemas no son del gobierno, son míos de mi interior. O mejor, felicidad ven a mí, aparece, no te escondas, que Don Freddy ya descubrió que estás en el fondo de mí. Y con eso de los bienes, lo más seguro es que de ley regala su vehículo, su casa, sus ahorros y todos sus bienes para dar ejemplo que los bienes no hacen la felicidad. Y de pasito dona su sueldito de 6.000 dolaritos a los más pobrecitos. Un ángel Don Elhers.
Hasta calcularon la cantidad de felicidad que uno lleva consigo a lo largo de su vida. Alguna ecuación matemática de sus allegados le dijo que 13 años y 3 meses son el resultado de nuestras experiencias felisescas. Para ser felices hay que saber matemáticas y ecuaciones y dividir los bienes mientras se suman los sueldos y se multiplica el bienestar.
Ay, abuelita, ¿no me crees? Es verdad, si no es ninguna caricatura del Bonil. Ellos mismos con sus propias ideas innovadoras se lanzaron esa noticiota. Y sigue. Verás. Lo otro es que debes reunirte con tus otras abuelitas del barrio, cogerse las manos, verse a los dientes, porque a los ojos no creo si ustedes ya casi no ven. Luego, sonreír a diestra y siniestra, así sean los enemigos. Lanzarse una pelotita hasta que se convenzan de que se acuerdan de todos sus nombres. Acto seguido, sentarse a practicar yoga, emitir una docena de mantras, lanzar buenas vibras al mundo y gritar al final: por la capacidad de amor que tenemos, invocamos al sagrado espíritu del buen vivir y le rogamos que la felicidad aparezca en nuestro interior, que se deje de vainas y no nos tenga buscando con lupa más de los 13 años y 3 meses que se supone, sino en segundos. Para rematar, se susurran unas frases bienvividoras del Dalái Lama en el oído derecho mientras se regalan frutas, con una cantidad de calcio, potasio y minerales suficientes para que esas vitaminas abran el camino a la mala onda y encuentren la felicidad tan anhelada. Y ya.
Hasta la próxima abuelita. Y ya sabes. Estás a tiempo de encontrar tu felicidad del súper yo y demás invitados de tu conciencia. Ah, pero lo más importante, no te olvides de comprarles un sombrero de toquilla a los vecinos que participarán en el ritual del buen vivir. Eso sí que impacta a las fuerzas del mal vivir. Linda semana.