05 de junio 2016
Entrevista por Eduardo Febbro
Viajar por el intrincado y planetario mundo del crimen organizado es una travesía de muchas sorpresas donde la figura del narcotraficante mexicano Joaquín “El Chapo Guzmán” es apenas un títere en miniatura frente a la poderosa maquinaria de la corrupción política, financiera y mafiosa que, en el fondo, rige los destinos de mundo. Esa es la a la vez dolorosa, alentadora y magistral demostración que realiza el doctor Edgardo Buscaglia en una de sus últimas investigaciones publicadas: Lavado de dinero y corrupción política. El arte de la delincuencia organizada internacional (Editorial Debate).
Si alguien quiere dejar el territorio de la inocencia o la mera lectura ideológica del crimen organizado, Buscaglia ofrece una perfecta guía para navegantes en la cual desmonta y desenmascara la corrupción política y empresarial, el lavado de dinero, las bases patrimoniales del crimen organizado, el sistema financiero, el cinismo protector de los Estados coloniales y la manera en que, con toda impunidad, los capitales de procedencia ilícita se integran en la economía legal. Esa corrupción ha terminado por generar no sólo un sistema económico paralelo, sino también un sistema político a espaldas de la sociedad que elige a sus dirigentes.
Buscaglia demuestra que, en sus múltiples formas, el lavado de dinero es una suerte de lavado de la democracia, una violación de la misma democracia que cuenta con complicidades en los niveles más altos de la política y la finanza internacional. Los capos del narcotráfico son meros figurantes sangrientos en esta gigantesca empresa mundial que mueve más capitales que el propio PIB de los Estados Unidos y cuyos operadores centrales son de cuello blanco y corbata. Buscaglia es uno de los más exquisitos especialistas del mundo en esta materia, con una amplia y reconocida experiencia. Dedicó la mayor parte de su vida a investigar el fenómeno del crimen organizado. Ha dado clases en las universidades más prestigiosas del planeta y trabajó en instituciones globales como la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc, por sus siglas en inglés). Buscaglia fue jefe de asesores de la Organización de las Naciones Unidas entre Junio del 2010 y Junio del 2011 en Afganistán, además de asesor externo de la agencia ONU para el Entrenamiento e investigación (Unitar). Su libro es una síntesis valiente de los ríos ocultos que riegan de agua sucia a los Estados donde emerge la complicidad entre el mundo público y el sector privado, los medios de comunicación, las grandes corporaciones internacionales, y los crímenes como la trata de personas que generan miles de millones cada año.
En esta entrevista exclusiva con Página/12, Buscaglia nos introduce, desde la Argentina hasta el corazón del mundo occidental, en los meandros de un asalto a las democracias del mundo.
–El tema de los Panamá Papers se ha impuesto a nivel mundial y ha venido a probar la enredadera de corrupción que envuelve el mundo. Allí aparecen jefes de Estado, entre ellos el presidente argentino Mauricio Macri, escritores, artistas, empresarios, en suma, una colección inaudita de evasores. Y sin embargo, ha habido como una auto limpieza. Los culpables no conocerán tal vez ninguna sanción.
–Se trata de una suerte de corrupción legalizada. Como el sistema de financiamiento de campañas políticas en los Estados Unidos, la corrupción también se puede legalizar. Luego está la corrupción propiamente dicha, la delictiva. Ambas encierran flujos cuantiosos, inimaginables para una persona promedio. Esos flujos son equivalentes a montos anuales mayores al PIB de los Estados Unidos. En su mayor parte, esos dineros le pertenecen a las elites políticas, a las elites empresariales, a algunas elites sindicales. Esas elites han generado un sistema financiero paralelo, un sistema político paralelo, un sistema socioeconómico paralelo al de las personas de a pie. Y ese sistema paralelo determina el resultado de las elecciones, el resultado de lo que se supone debe ser la competencia del mercado, que en realidad no existe. En suma, esos montos ligados a estas actividades pasan después a través de canales que evaden impuestos, o que no los evaden y van a parar a estos paraísos fiscales, a estas empresas fantasmas que trabajan con una arquitectura enormemente sofisticada. El caso de esta firma panameña Mossack Fonseca es sólo una entre cientos de firmas. Hay otras que realizan operaciones muy superiores a la de este caso de los Panamá Papers. Esto es moneda corriente entre las elites políticas de esta planeta. Allí encontramos a la elite china, o a la elite capitalista propiamente china. Esto quiere decir que no hay ideologías en el lavado de dinero. La delincuencia organizada de Estado y la delincuencia organizada propiamente dicha como la del cartel de Sinaloa tiene su dinero mezclado en ese sistema paralelo. Nuestros sistemas políticos a los que clasificamos demasiado rápido como democracias, especialmente cuando habla la OEA, son realmente fachadas de democracia, como es el caso mexicano, como es el caso de Argentina y de otras regiones del planeta. Los Panamá Papers son sólo una gota en el océano. Es una industria cuantiosa.
–Lo que resalta en su libro, Lavado de dinero y corrupción política. El arte de la delincuencia organizada internacional, es la connivencia entre el poder político y el crimen organizado. De allí se desprende una evidencia: el crimen organizado es un ejército mundial, globalizado.
–Hay que definir adecuadamente al crimen organizado. Si este crimen organizado es la caricatura del tráfico de drogas que se presenta en México, entonces nos quedamos con una pequeña gota del gran lodo de la delincuencia organizada. De hecho, la delincuencia organizada es también la compra venta de pasaportes a través de un ex Primer Ministro de Portugal, es igualmente el proceso a través del cual se desvían fondos públicos hacia empresas fantasmas para financiar campañas electorales. Cuando se tipifican delitos de la delincuencia organizada y se los amplia a muchos de estos delitos que a veces se conciben nada más que como corrupción política, recién podemos empezar a entender la magnitud del fenómeno. La delincuencia organizada se dedica a 23 tipos de delitos económicos y tráficos ilegales: tráficos de personas, de migrantes, de armas, de drogas, contrabando, extorsiones, etc, etc. Pero esa delincuencia tiene más del 70 por ciento de sus capitales introducidos en actividades legales. Es allí donde debemos atacar. El gran puente entre los Estados y el crimen organizado es la política. Debemos destruir ese puente para empezar a desmantelar, por un lado, a los grupos criminales organizados, aquellos que trafican con armas o personas, como en Argentina y en México, dos países que se han transformado en grandes centros de la trata de personas. Pero, por otro lado, también hay que destruir el puente para desmantelar las redes de políticos y empresarios que operan en el mundo legal y que son también delincuencia organizada.
–El mundo legalizado de la delincuencia organizada es espeluznante: hay bancos, compañías financieras, gabinetes de abogados, intermediarios con reconocimiento mundial, etc, etc.
–Efectivamente. La delincuencia organizada es un fenómeno de cuello blanco. Las mentes más sofisticadas y más educadas del planeta que fueron a las universidades más importantes del mundo están al servicio de estos grupos criminales. Tenemos que dejar de caricaturizar a la delincuencia organizada a través del Chapo Guzmán o de las pandillas que uno observa en Santa Fe, en la Argentina. Hay que comenzar a llamar a las cosas por su nombre. La corrupción política es un delito en red, y como tal, tiene una motivación no sólo política sino también económica. Por consiguiente es delincuencia organizada. Es preciso llegar hasta los empresarios que están detrás de esa corrupción. En muchos casos son las mismas personas, son los políticos y sus familias, como ocurre en México.
–México no es una isla, no es una excepción sino el lugar que concentra todo lo que ocurre en el mundo. México no es una problemática local, sino planetaria.
–Exactamente. La delincuencia que se manifiesta en México es una delincuencia transnacional que tiene su base patrimonial en los Estados Unidos en alrededor el 20% del dinero que se genera a través de delitos. El problema es que México es un país, como Rusia, en una transición hacia una democracia con enormes vacíos institucionales: vacíos de controles patrimoniales, de prevención social de la delincuencia, vacíos de controles de la corrupción. Entonces, esos vacíos de controles institucionales hacen que la delincuencia organizada que pasa por México se comporte de forma mucho más dañina que la misma delincuencia organizada que pasa por Holanda y los Estados Unidos, que no se comporta con tanto impacto y violencia contrariamente a la de México que tira bombas, secuestra más, compra y vende seres humanos con mayor asiduidad. Esa misma delincuencia, cuando pasa a los Estados Unidos, se comporta de manera empresarial porque se encuentra con instituciones judiciales más fuertes. En Estados Unidos la delincuencia organizada es infinitamente más poderosa que en México. La gente tiene la idea de que México es el gran imperio, pero no es así. En México los distintos grupos criminales pujan para usar a las distintas fuerzas de la policía a su imagen y semejanza, pujan por usar a empresas bancarias o farmacéuticas. Esto, por ejemplo, no lo podrían hacer en los países europeos con tanta impunidad. Pasan a Europa silenciosamente y hacen más dinero porque allí tienen sus bases patrimoniales. Si se conjuga a la Unión Europea y a los Estados Unidos tenemos el 44% del lavado de dinero mundial, a lo cual le podemos también sumar China. No nos engañemos. México está pagando con sangre sudor y lagrimas el pasaje de esta delincuencia organizada que tiene su base patrimonial en los países más ricos.
–¿Acaso estamos en una situación mundial que cabe en aquella frase del narco colombiano Pablo Escobar: “¿plata o plomo?”.
–Yo le diría que es poder o plomo. La plata que esta gente le promete a jueces y a políticos termina constituyéndose en poder social y político. Lo que más me preocupa es que en la mayoría de los países como Argentina, México y algunos europeos con vacíos institucionales se están formando Estados dentro del Estado. De alguna manera estamos volviendo a la Edad Media. El poder político se está fragmentando y feudalizando. La delincuencia organizada promete poder, feudaliza al Estado, genera feudos y, muchas veces, esos feudos comienzan a competir entre ellos como en la época feudal. Hay que parar ese proceso porque es muy dañino para el tejido social. No se trata sólo de un tema económico. Es un tema de desarrollo social que no se podrá alcanzar en la medida en que los Estados se sigan fragmentando.
–Usted tipifica unos 23 perfiles de delitos económicos. ¿Cuál es el patrón que los unifica?
–La motivación económica, pero me preocupan más los crímenes de lesa humanidad. La trata de personas, que es uno de los grandes negocios de la delincuencia organizada transnacional, son crímenes de lesa humanidad. Tenemos una situación donde estas redes criminales cometen crímenes de lesa humanidad en todas partes. La legalización del trafico de drogas, por ejemplo, no resuelve el gran problema de la delincuencia organizada que está muy diversificada mundialmente. Si le legalizas las drogas por aquí, esta gente reasigna recursos para hacer otro negocio en alguna parte. En ese sentido, los 23 delitos económicos son en su mayor parte crímenes de lesa humanidad: trafico de migrantes, secuestros, explotación sexual, etc.
–Un informe del organismo europeo Europol calcula que la crisis migratoria que sacude hoy a Europa genera una cifra de negocios de 6 mil millones de dólares por año. El 90% de las personas que llegan a Europa lo hacen a través de redes mafiosas.
–Así es. En la gran, gran mayoría de los casos de refugiados nos encontramos con redes criminales transnacionales que trabajan con toda una infraestructura muy sofisticada de transporte, logística de almacenamiento, distribución de estos refugiados y un mecanismo de distribución de precios según el origen socioeconómico de los refugiados. Hay funcionarios públicos involucrados en este tráfico y también empresas de transporte, a la vez terrestre y marítima. Desde luego, la raíz de estos problemas son tanto los sistemas políticos de Medio Oriente como el de los sistemas políticos colonialistas que han estado generando el catalizador de estas guerras.
–En su libro usted plantea 20 propuestas para sanear esta hecatombe de corrupción. ¿Cuál sería la mecánica de dichas propuestas?
–-Se trataría de entrarle a la esencia misma de la delincuencia, a la madre y al padre de la delincuencia organizada que es la corrupción política al más alto nivel. Habría que pegarle a esos organismos que promueven la corrupción política. Y esto no pasa solamente por castigos de la justicia penal. No, habría que, por ejemplo, generar mecanismos mucho más transparentes para que se elaboren listas de candidatos a las elecciones primarias en España, en Argentina, México, que sean listas abiertas, sujetas al voto popular, con controles patrimoniales mucho más precisos. Ese tipo de medidas son esenciales para eliminar el efecto catarata, donde la corrupción empieza a muy alto nivel y luego baja a través de la corrupción administrativa, judicial. Pero hay que ir al foco principal de la corrupción, que está al más alto nivel. Hay casos como el de la provincia de Buenos Aires, en la Argentina, que no tienen aún una ley de financiamiento de campañas políticas. La provincia de Buenos Aires es un parque de diversiones para la delincuencia organizada. Hay que abordar ese aspecto para que, quienes lleguen a la política, aunque no sean santos, estén sujetos a controles un poco más elaborados para que tengamos un mínimo de control de calidad. ¡ El centro mafioso patrimonial de la Argentina es la provincia de Buenos Aires !. Incluso si la provincia de Buenos Aires maneja montos criminales mucho menores a los que podemos ver en Alemania o Estados Unidos, es un factor de generación de violencia por los vacíos institucionales que existen. Allí donde hay vacíos de Estado hay delincuencia organizada violenta.
–En la Argentina hay muchas denuncias en este momento…
–Parece que el Poder Judicial en la Argentina está muy entusiasmado en iniciar causas penales. Hay que dejarlo que genere material probatorio para que avancen las causas en la Argentina, pero siempre y cuando se abarquen a todos los partidos y no nos quedemos solamente con un proceso de manos limpias de una sola mano. Hay que lavar ambas manos. El Mani Puliti italiano, o actualmente el brasileño, abarca a todos los partidos, no solamente a los Kirchner. En la Argentina hay corrupción por todos lados y es preciso abarcar a todos los movimientos.
–El macrismo tiene un discurso justiciero y moralizador pero en el propio aparato del gobierno hay miembros que participaron en los procesos de corrupción que usted describe, empezando por las cuentas en paraísos fiscales.
–Hay que introducir mecanismos de control de financiamiento de campañas que empiecen con el control de la campaña del presidente Macri. Habría que establecer tres tipos de auditorias: las sociales electorales, las auditorias legislativas, y la de los institutos que, en el caso de la Argentina, sería la Cámara Nacional electoral.
–En este contexto, para usted, lo que pasó en Brasil fue un golpe de Estado para impedir las investigaciones de la justicia al conjunto de la clase policía.
–Es un golpe parlamentario por la impunidad. Hay tienes hay un 59% de los legisladores brasileños de todos los partidos que están procesados por un sistema judicial medianamente independiente. ¡Los brasileños deberían estar orgullosos !. Pero hay ese 59% de los legisladores del Congreso Federal clamando impunidad. Ese fue el factor principal para tratar de sacarse de encima a la presidenta Dilma Rousseff a través de tecnicismos. Ahí hay un tema importante: cuando los Estados se comienzan a reconstituir y a generar movimientos de limpieza de sus cloacas políticas, como es el caso de Brasil y fue el de Colombia o Italia, cuando eso ocurre los procesados no se quedan quietos y empiezan a generar una contra reforma reaccionaria. Eso lo observamos con gran crudeza en el caso de la presidenta Dilma Rousseff en Brasil. Estamos viendo maxi procesos de mafia y corrupción política. ¡Viva Brasil! Hay que ser muy elogiosos del trabajo que están llevando a cabo allí, con una sociedad civil mucho más activa, unificada, que protege a sus fiscales, cosa que no ocurre ni en México ni en la Argentina. Brasil es un ejemplo porque lo que se juzga no es si en un país hay o no corrupción, en todos los países del mundo la hay. Lo que se evalúa es la reacción del Estado. Es preciso entonces apoyar a los Estados para que se institucionalicen.
* CONSULTOR DE LA ONU ESPECIALIZADO EN TRAFICO DE DROGAS, LAVADO Y DELINCUENCIA ORGANIZADA
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-301035-2016-06-05.html