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domingo, diciembre 22, 2024

LA ÉTICA Y EL ÉXITO DE LAS MUJERES AMAZÓNICAS. por Jorge G. León Trujillo

 

“Como los hombres no hacen lo que deben hacer, hacemos nosotras” dice una de las mujeres del suroriente amazónico que participa en la marcha que les llevó hasta Quito. Se queja de los hombres que no tendrían la valentía de defender la selva frente a lo que contrapone orgullosa la decisión de estas mujeres de enfrentar los riesgos de realizar una protesta  que nunca han hecho y se muestra presta a vivir si necesario vejámenes públicos gubernamentales, además de las habituales burlas de los hombres de su comunidad que no les consideraban capaces de hacer lo que han hecho y que aseguraban un seguro fracaso político.

Nada nuevo en la historia de las mujeres, sobre todo cuando ellas captan los roles generalmente asumidos por los hombres como es este de ganarse el espacio público, aún más por medio de la protesta.

No es tampoco nuevo que las mujeres cumplan este rol, lo llamativo es más bien que hayan sido las mujeres del suroriente amazónico, como grupo de mujeres, en un espacio que no es suyo como es este de venir a Quito en un gesto de protesta. Es la entrada en acción de las personas que generalmente no lo hacen sino cuando en la sociedad los otros sectores no pueden hacerlo o han renunciado a ser protagonistas de alguna causa considerada indispensable. Así aconteció al final de la dictadura en Bolivia y en Chile. Cuando los hombres no podían actuar o estaban silenciados, por la represión o por el miedo interiorizado, fueron las mujeres esposas de los mineros bolivianos que a riesgo de su vida apoyaron a los huelguistas y realizaron una protesta pública que terminó por deslegitimar al férreo poder de la dictadura. Lo imposible se produjo, lo que no debía hacerse se hizo, luego de ellas otros actos de protesta vendrán, el miedo fue vencido. Lo mismo aconteció con las mujeres de los barrios populares de Santiago, para que luego una vez rota el halo de invencible que tenía la dictadura, puedan ya intervenir los hombres, en partidos y sindicatos, como protagonistas que coparon todo, al punto de excluir a esas mujeres protagonistas, se olvidaron también de agradecerlas. No puedo no recordar esas mujeres de un pueblo serrano peruano, que vendían cuyes y bebidas cuando los hombres jugaban fútbol, o limpiaban la iglesia, para recoger centavo tras centavo y construir un centro de salud. El día de la inauguración fueron los hombres los protagonistas, ellos hablaron en público, las mujeres servían el refrigerio, y parecía que la obra fue la suya, sin que el reconocimiento debido pueda transformar esta discriminación de género y termina más bien por hacer al invisible trabajo esforzado de la mujer algo “natural” al punto que no tiene reconocimiento.

Las mujeres amazónicas parecen repetir esta tendencia, pero ellas en contraste con los historias que he referido, han sabido tomar la palabra. Precisamente, el éxito de las personas que están tras las bambalinas, esas que actúan sin que se las vea, es cuando su voz adquiere resonancia. No es la voz habitual e intervienen precisamente cuando en la sociedad hay un orden que no debe ser  o un acto que enturbia principios y derechos considerados vitales. Estas actoras que sorprenden por el sólo hecho de estar activas en el espacio público,  ganan magnificencia porque su voz dice verdades que han sido silenciadas, que los otros no osaron decirlas; su razón es otra que la de los justificativos de la eficacia de los recursos naturales convertidos en monedas, razones que el poder y la mayoría no quiere o no puede oír. Los hombres ven ya la selva en cálculos de valores monetarios, esos que los de afuera o la predominante sociedad conlleva, las mujeres quieren afirmar la lógica ancestral. Es pues una contraposición de razones en un mundo que no quiere oír cuestionamientos.

La selva es fuente de vida, no queremos que nuestros hijos sean mendigantes de las petroleras,  que guarden el nexo con la naturaleza, no estén contra ella, si el Estado es dueño del subsuelo nosotros somos de la selva y nuestros antepasados están ahí bajo tierra, todo es nuestro, no pueden destruir hasta nuestro pasado. No hay espacio para el entendimiento, es el choque de concepciones, razones e intereses contradictorios. Pero esta es la razón que pierde espacio, las mujeres han logrado encarnar esta otra razón.

Su intervención no es de todos los días, su voz tampoco, no juegan a la política, dicen grandes verdades simplemente pero definidas desde una experiencia que adquiere valor de política por su reivindicación ética. Ese es el mayor éxito de las mujeres del suroriente amazónica. Además, con su sola presencia ya han mostrado que el poder político se enreda en sus justificativos, sus argumentos no cuajan en la razón del papel burocrático, no sabe como no recibirlas pues en ese gesto incrementará su éxito y no logra no decir que no aceptara nada de lo que ellas digan. Revelar las costuras simples del poder es un gran éxito. La voz del silencio perturba. Lo lograron.

 

 

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