La historia de la humanidad como la historia de la economía está sustentada en las guerras de las naciones. Relato del asesinato victorioso de los poderosos se la ha considerado como el mal necesario del progreso. Religiones, credos y narrativas literarias han santificado el saqueo y el latrocinio sobre los más débiles.
El capitalismo ‘viene al mundo con manchas de sangre, el capital lo hace chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies”
El poder militar emerge desde el poder político de las clases que dominan y la búsqueda de lucro expresa en su punto mayor la necesidad de la guerra, justificada en sucias mistificaciones como valor, honor, civismo y amor patrio. Las conflagraciones dinamizaron la economía en la sociedad de clases y la teoría económica no ha hecho otra cosa que naturalizar el crimen, mientras que en la esfera del pensamiento otros aceparon tal necesidad. Así, Georges Clemenceau opinaba que la guerra era un asunto demasiado serio para que dé el solo se ocupen los militares.
No todos los filósofos auspiciaron las masacres Emanuel Kant (1795) soñaba la paz perpetua considerando la guerra como el mayor de los males y de toda corrupción moral. Karl Marx y Friedrich Engels (1848) la entienden en el marco de la lucha de clases, siendo la guerra un mal que afecta casi siempre a los de abajo. Tolstoi (1890) defiende la no-violencia como fuente de libertad y se opone a toda guerra y a todos los ejércitos que sustentan la violencia organizada. En la contemporaneidad Ghandi y Luther King alimentaron una tendencia pacifista, mientras para los economistas occidentale no existe duda de la capacidad de transformación que tiene la guerra sobre la sociedad y su economía.
“ Mantener la cabeza clara para observar, mantener la compostura al reaccionar, pararse firmemente, ocultar nuestras capacidades y tomarnos el tiempo, nunca tratar de tomar la delantera, y ser capaces de lograr algo”.
Deng Xiaoping
El marxismo y la guerra
La preeminencia de la crítica a la economía política y la generación de una teoría social emancipadora llevaron superficialmente a considerar que la dimensión del pensamiento revolucionario de Marx partía de una visión apologética de la violencia. En justicia su visión de la violencia “partera de la historia” nunca dejó de ser descriptiva y critica.
La mirada de la violencia en Marx y Engels es implícita a la lucha de clases y sujeta al desarrollo de las fuerzas productivas, quienes sustentan poder necesitan acumularlo para superar las trabas en las relaciones de producción establecidas. Las guerras del capitalismo contra el orden feudal se internacionalizaron, crearon Estados, naciones y modificaron los mapas. No obstante, las guerras son la manifestación extrema de violencia y expansión colonial, una necesidad emergente del capitalismo.
Marx prevé, sin embargo, que el dominio militar desde su germen tiene cierta autonomía y ansias de poder, por ello considera que tiene su arquitectura económica. El Ejército es en general de gran importancia en el desarrollo económico. El salario, por ejemplo, se desarrolló por primera vez en el ejército de la Antigüedad (carta de Marx a Engels)
En El Capital describe la violencia como medio al servicio del desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas. En el capítulo de “La acumulación originaria” Marx sostiene: “En la historia real el gran papel lo desempeñan… la conquista, el sojuzgamiento, el homicidio motivado por el robo: en una palabra, la violencia…En realidad, los métodos de la acumulación originaria son cualquier cosa menos idílicos…La expropiación de los bienes eclesiásticos, la enajenación fraudulenta de las tierras fiscales, el robo de la propiedad comunal, la transformación usurpatoria, practicada con el terrorismo más despiadado, de la propiedad feudal en propiedad privada moderna fueron otros tantos métodos idílicos de la acumulación originaria. Esos métodos conquistaron el campo para la agricultura capitalista, incorporaron el suelo al capital y crearon para la industria urbana la necesaria oferta del proletariado”. (Marx, 1998: 892 y 917-918).
Marx observa también, la acumulación originaria en las colonias demostrando que los métodos empleados por el capitalismo para abrirse paso en la historia se apoyan en “la más avasalladora de las fuerzas”. Estos métodos advertidos por él y Engels se presentan hasta nuestros días en el sistema colonial, fundado sobre la violencia más brutal, donde el Estado garantiza la violencia concentrada de la sociedad, para fomentar como en un invernadero el proceso de transformación del modo de producción feudal en modo de producción capitalista. La violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva. Ella misma es una potencia económica” (Marx, 1998: 939-940).
La expansión capitalista por el planeta es históricamente inevitable, pero el humanismo de Marx no apoya las atrocidades. El capitalismo ‘viene al mundo con manchas de sangre, el capital lo hace chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies” (Marx, 1998: 950).
Engels sostiene que “el poder, la violencia no es más que el medio, mientras que la ventaja económica es el fin” y añade para que no quepan dudas, que en la medida que el fin es “más fundamental” que el medio aplicado para conseguirlo, en esa misma medida es en la historia más fundamental el aspecto económico de la situación que el político” (Engels, 1978: 152-153). “En política no existen más que dos fuerzas decisivas: la fuerza organizada del Estado, el Ejército y la fuerza no organizada, la fuerza elemental de las masas populares” (Marx y Engels, 1998: 418).
La clase trabajadora es la clase revolucionaria capaz de crear una sociedad sin clases y sin Estado, por lo tanto sin guerras ni fronteras porque los proletarios no tienen patria… En la misma medida en que sea abolida la explotación de un individuo por otro será abolida la explotación de una nación por otra” (Marx y Engels, 1997 Manifiesto del partido comunista).
Para el marxismo existen como guerras justas solo las guerras por la liberación del proletariado o aquellas que lo aproximan y luego para Lenin y Rosa Luxemburgo será alta traición subordinar los intereses de los trabajadores a los intereses de las naciones civilizadas contra las bárbaras, visión que el ala derecha social democrática toma como herencia hegeliana.
La primera Internacional donde confluyeron marxistas y anarquistas entre otras vertientes del movimiento obrero se pronunció por iniciativa de Marx por la paz decidiendo participar activamente en el Congreso por la Paz que ha de realizarse en Ginebra. “sería deseable que el mayor número de delegados pueda asistir al Congreso a título individual, pero que no sería aconsejable que participaran oficialmente en él como miembros de la Asociación Internacional. El Congreso de la Internacional de Trabajadores es por sí mismo un congreso por la paz, puesto que la unión de la clase obrera de los diferentes países tiene que hacer finalmente imposibles las guerras entre naciones.
Por otra parte dirá Marx: los grandes ejércitos permanentes son el resultado necesario de la situación actual de la sociedad. No son mantenidos para hacer la guerra en el exterior sino para mantener sometida a la clase obrera. Pero, como no siempre hay barricadas que bombardear y trabajadores a los que ametrallar, es a veces posible fomentar querellas internacionales para mantener a los soldados en buena forma. Y en la misma línea sostendrá Bakunin “sin la justicia, la libertad y la paz no son realizables”.
En la Segunda Internacional, muerto Marx y Engels aún con vida en sus primeros congresos proclama refiriendo asimismo como “el verdadero y único partido de la paz”, el Congreso de Zurich adopta en 1893 una resolución en la que se pide a los parlamentarios de todos los partidos obreros que voten en contra de los gastos militares gubernamentales. Muerto Engels, Bertsnein, Kautsky y sus seguidores empujan a la traición socialdemócrata no solo contra el marxismo sino contra el principio fundamental a favor de la paz y la revolución social, destacan en oposición Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg en Alemania; Jean Jaurès en Francia, y Lenin y Trotsky en Rusia, quienes alertan sobre al carácter imperialista de la guerra e insisten en la movilización revolucionaria.
La oposición de Marx, Engels, Lenin y Bakunim a la guerra imperialista no es pacifismo como conciliación de clases “Los comunistas… proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente. Las clases dominantes pueden temblar ante una revolución comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar” (el Manifiesto).
Engels insiste “El señor Dühring no sabe que la violencia desempeña también otro papel en la historia, un papel revolucionario… es el instrumento con el cual el movimiento social se impone y rompe formas políticas enrigidecidas y muertas” (Engels, Anti During 1968: 177).
Las guerras actuales
Los conflictos actuales en el mundo siguen siendo coloniales, pero ahora son además reaccionarios porque detienen el desarrollo mundial de las fuerzas productivas y son asumidos por los Estados capitalistas en el viejo formato de saqueo para beneficio metropolitano y devastación de países proveedores de materias primas, provocan cambios en las industrias central y no periférica, teniendo como objetivo la deslocalización de recursos naturales y humanos en nuevos escenarios de agentes económicos imperiales. Los Estados poderosos igual que siempre, legitiman el genocidio con la ideología del vencedor
Así, el mundo invierte en industria para la guerra, miles de millones de dólares y los países forman ejércitos que se equipan para el conflicto que ocurra o no, someten a la población en la perspectiva de producción de armas y saqueo, factores que consumen una gran masa de bienes y servicios. Millones de soldados, sobre todo en los países que siempre son derrotados, aunque nunca entren en guerra seguirán ganando sin producir en su servicio pasivo, esto ocurre literalmente sin pena ni gloria.
El gasto militar inclemente y la inversión en investigación de tecnologías para matar a la gente de la manera más rápida posible tienen peso ideológico, justificaciones morales y verborreas de justicia. La innovación tecnológica en materia de armamento se entusiasma ávida de jugosas ganancias creando sistemas de destrucción cada vez más letales y perfectos. Ninguna sociedad como el imperialismo capitalista han necesitado tanto como la guerra para prosperar. Lenin y Rosa Luxemburgo dirían: “El capitalismo prospera con la guerra”. Se inventan guerras para las industrias de armamento y para el enriquecimiento de unos a expensa de otros, con las guerras se dinamizan a otras empresas; fármacos, biotecnología, movilidad, aeronáutica pero siempre en función de la acumulación imperialista del capital
La guerra mundial para los EEUU fue su mejor negocio, permitió la emisión de moneda creada a base del crédito por los bancos, ordenó un sistema financiero e industrial funcional a sus intereses con una alianza europea, pero jamás en EEUU ni Europa la industrialización de América Latina, Asia o África fue parte de su presupuesto. La guerra mundial continúa en nuevos formatos.
De las 100 empresas que más beneficios aportan a la guerra, 39 son estadounidenses. El gigante Lockheed Martin es el principal contratista del pentágono y más importante empresa de la industria armamentista
Boeing empresa de aeronáutica, proveedora para el departamento de defensa americano y el mayor fabricante de aviones comerciales junto con su rival Lockheed Martin, presiona regularmente al congreso de EUA para ganar contratos militares y aumentar el gasto de defensa.
Pero el pensamiento imperante de que “La guerra es buena para la economía empieza a entrar en cuestión, las últimas guerras lograron beneficiar a la industria militar pero crearon agujeros deficitarios en Estados Unidos, así mientras la sangre sigue corriendo, los beneficios se prevén como buenos pero al oponerse al desarrollo de las fuerzas productivas globales y crear relaciones sociales conflictivas no solo pierde sostenibilidad sino que se vuelve anti económica. Al parecer solo China advierte la necesidad de un cambio de enfoque de desarrollo
Promover guerras y creer que se puede impulsar economías estancadas es una falacia reaccionaria y criminal que trabaja a favor de la recesión y hasta del derrumbamiento del sistema crediticio mundial, debido al riesgo por daños destructivos. Sigue siendo la guerra imperialista una categoría económica de uso, categoría que no considera las contradicciones dadas en la realidad. Las lecciones no son aprendidas, así por ejemplo olvida que los milagros de la prosperidad económica en posguerra se produjeron justamente en Alemania y Japón, potencias vencidas a las que se prohibió mantener grandes gastos militares. Lo mismo está ocurriendo en China que doctrinariamente ha renunciado a toda guerra y Vietnam que soportó la más cruel agresión imperial, las dos naciones asiáticas prosperan renunciando a la guerra militar.
La invasión de Kuwait en tiempos nuestros le marco a la economía mundial capitalista de crisis, los réditos de esta guerra extendida a todo medio oriente han sido inmensamente inferiores a los beneficios, no solo para las naciones destrozadas sino incluso para las naciones que lo propiciaron, quienes no han logrado recuperar su inversión. A Kuwait, le siguió Afganistan, Irak, Iran, Libia y Siria, el saldo en contra es incalculable y las hipotecas continúan asentados sobre cementerios de cientos de miles que reposan en países con civilizaciones de 5000 años, pulverizados por el capitalismo imperialista
Los falsos positivos se comprueban como justificación negada (nunca se encontraron armas de destrucción masiva) y las “guerras fallidas” con millones de soldados en batalla dan cuenta que son un factor negativo para la perspectiva económica mundial.
Las colonias no progresan ni el capitalismo se extiende globalmente a causa de las guerras, las naciones occidentales se desgastan abriendo una brecha para el desarrollo del expansionismo Chino que no se deja seducir por las tentativas de involucrarse en confrontación bélica de ningún tipo.
Estados Unidos y sus aliados dedicados a los conflictos extranjeros quiebran naciones y más temprano que tarde quebrarán también ellos por desorientación de los gastos de inversión. Los negocios se desorganizan, la incertidumbre hace que los mercados sean tímidos a la hora de gastar, al tiempo que los especuladores le toman el cuello a los capitales no productivos.
Aes ingenuo sostener la creencia milenaria de que las guerras tienen beneficios y que disparar armas solucionan los problemas de la economía mundial. Países como Suecia, Noruega, Islandia, Dinamarca, China, Vietnam abren y ojala para siempre la posibilidad de entender que la guerra a plazo corto será cosa del pasado.
Bibliografía
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