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viernes, noviembre 22, 2024

 LA GUERRA Y LA PAZ EN LA ECONOMÍA. Por Tomas Rodríguez León

La historia de la humanidad  como la  historia de la economía está sustentada en las guerras de las naciones.   Relato del asesinato victorioso de los poderosos  se la ha considerado  como el mal necesario del progreso. Religiones, credos y narrativas literarias han santificado el saqueo y el latrocinio sobre los más débiles.

El capitalismo ‘viene al mundo con manchas de sangre, el capital lo hace chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies”

El poder militar emerge desde el poder político de las clases que dominan y la búsqueda de  lucro expresa en su punto mayor la necesidad de la guerra,  justificada en sucias mistificaciones como valor, honor, civismo y amor patrio. Las  conflagraciones   dinamizaron  la economía en la sociedad de clases y la teoría económica no ha hecho otra cosa  que  naturalizar el crimen, mientras que en la esfera del pensamiento otros aceparon tal necesidad. Así,  Georges Clemenceau  opinaba que la guerra era un asunto demasiado serio para que dé el solo se ocupen los militares.

No  todos los filósofos auspiciaron las masacres Emanuel Kant (1795) soñaba la paz perpetua considerando la guerra como el mayor de los males y de toda corrupción moral. Karl Marx y Friedrich Engels (1848) la entienden en el marco de la lucha de clases, siendo la guerra un mal que afecta casi siempre a los de abajo. Tolstoi (1890) defiende la no-violencia como fuente de libertad y se opone a toda guerra y a todos los ejércitos que sustentan la violencia organizada. En la contemporaneidad  Ghandi y Luther King alimentaron una tendencia pacifista, mientras  para los economistas occidentale  no existe duda de la capacidad de transformación que tiene la  guerra sobre la sociedad y su economía.

Mantener la cabeza clara para observar, mantener la compostura al reaccionar, pararse firmemente, ocultar nuestras capacidades y tomarnos el tiempo, nunca tratar de tomar la delantera, y ser capaces de lograr algo”.

Deng Xiaoping

El marxismo y la guerra

La preeminencia de la  crítica a la economía política y la generación de una teoría social emancipadora llevaron superficialmente a  considerar que la dimensión del pensamiento revolucionario de Marx partía de una visión apologética de la violencia. En justicia su visión de la violencia “partera de la historia” nunca dejó de ser  descriptiva y critica.

La  mirada de la violencia en  Marx y Engels es implícita a la lucha de clases y sujeta al desarrollo de las fuerzas productivas, quienes sustentan poder necesitan acumularlo  para  superar las trabas en las  relaciones de producción establecidas. Las guerras  del capitalismo contra el orden feudal  se internacionalizaron, crearon Estados, naciones y modificaron los mapas. No obstante, las guerras son la manifestación extrema de violencia y  expansión colonial, una necesidad emergente del capitalismo.

Marx prevé, sin embargo, que el dominio militar desde su germen tiene cierta autonomía y ansias de poder, por ello  considera que tiene su arquitectura económica. El Ejército es en general de gran importancia en el desarrollo económico. El salario, por ejemplo, se desarrolló por primera vez en el ejército de la Antigüedad (carta de Marx a Engels)

En El Capital  describe la violencia como medio al servicio del desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas.  En el capítulo de “La acumulación originaria” Marx sostiene: “En la historia real el gran papel lo desempeñan… la conquista, el sojuzgamiento, el homicidio motivado por el robo: en una palabra, la violencia…En realidad, los métodos de la acumulación originaria son cualquier cosa menos idílicos…La expropiación de los bienes eclesiásticos, la enajenación fraudulenta de las tierras fiscales, el robo de la propiedad comunal, la transformación usurpatoria, practicada con el terrorismo más despiadado, de la propiedad feudal en propiedad privada moderna fueron otros tantos métodos idílicos de la acumulación originaria. Esos métodos conquistaron el campo para la agricultura capitalista, incorporaron el suelo al capital y crearon para la industria urbana la necesaria oferta del proletariado”. (Marx, 1998: 892 y 917-918).

Marx observa también,  la acumulación originaria en las colonias demostrando que los métodos empleados por el capitalismo para abrirse paso en la historia se apoyan en “la más avasalladora de las fuerzas”. Estos métodos advertidos por él y Engels se presentan hasta nuestros días en  el sistema colonial,  fundado  sobre la violencia más brutal, donde el Estado garantiza la violencia concentrada de la sociedad, para fomentar como en un invernadero el proceso de transformación del modo de producción feudal en modo de producción capitalista. La violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva. Ella misma es una potencia económica” (Marx, 1998: 939-940).

La expansión capitalista por el planeta es históricamente  inevitable,  pero el humanismo de Marx no apoya las atrocidades.  El capitalismo ‘viene al mundo con manchas de sangre, el capital lo hace chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies” (Marx, 1998: 950).

Engels sostiene que “el poder, la violencia no es más que el medio, mientras que la ventaja económica es el fin” y añade para que no quepan dudas, que en la medida que el fin es “más fundamental” que el medio aplicado para conseguirlo, en esa misma medida es en la historia más fundamental el aspecto económico de la situación que el político” (Engels, 1978: 152-153). “En política no existen más que dos fuerzas decisivas: la fuerza organizada del Estado, el Ejército y la fuerza no organizada, la fuerza elemental de las masas populares” (Marx y Engels, 1998: 418).

La clase trabajadora es la  clase revolucionaria capaz de crear una sociedad sin clases y   sin Estado, por lo tanto sin guerras ni fronteras porque los proletarios no tienen patria… En la misma medida en que sea abolida la explotación de un individuo por otro será abolida la explotación de una nación por otra” (Marx y Engels, 1997 Manifiesto del partido comunista).

Para el marxismo existen como guerras justas solo las guerras por la liberación del proletariado o aquellas que lo aproximan  y luego para Lenin  y Rosa Luxemburgo  será alta traición subordinar los intereses  de los trabajadores a los intereses de las naciones  civilizadas contra las bárbaras, visión que el ala derecha social democrática toma como herencia  hegeliana.

La primera Internacional donde confluyeron marxistas y anarquistas entre otras vertientes del movimiento obrero se pronunció por iniciativa de Marx por la paz decidiendo participar activamente en el Congreso por la Paz que ha de realizarse en Ginebra. “sería deseable que el mayor número de delegados pueda asistir al Congreso a título individual, pero que no sería aconsejable que participaran oficialmente en él como miembros de la Asociación Internacional. El Congreso  de la Internacional de Trabajadores es por sí mismo un congreso por la paz, puesto que la unión de la clase obrera de los diferentes países tiene que hacer finalmente imposibles las guerras entre naciones.

Por otra parte dirá Marx: los grandes ejércitos permanentes son el resultado necesario de la situación actual de la sociedad. No son mantenidos para hacer la guerra en el exterior sino para mantener sometida a la clase obrera. Pero, como no siempre hay barricadas que bombardear y trabajadores a los que ametrallar, es a veces posible fomentar querellas internacionales para mantener a los soldados en buena forma.  Y en la misma línea sostendrá Bakunin “sin la justicia, la libertad y la paz no son realizables”.

En la Segunda Internacional, muerto Marx y Engels aún con vida en sus primeros congresos proclama refiriendo asimismo como “el verdadero y único partido de la paz”, el  Congreso de Zurich adopta en 1893 una resolución en la que se pide a los parlamentarios de todos los partidos obreros que voten en contra de los gastos militares gubernamentales. Muerto Engels, Bertsnein, Kautsky y sus seguidores  empujan a la traición socialdemócrata no solo contra el marxismo sino contra el principio fundamental a favor de la paz y la revolución social, destacan en oposición Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg en Alemania; Jean Jaurès en Francia, y Lenin y Trotsky en Rusia, quienes alertan sobre al carácter imperialista de la guerra  e insisten en la movilización revolucionaria.

La oposición de Marx, Engels, Lenin y Bakunim a la guerra imperialista no es pacifismo como conciliación de clases   “Los comunistas… proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente. Las clases dominantes pueden temblar ante una revolución comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar” (el Manifiesto).

Engels insiste  “El señor Dühring no sabe  que la violencia desempeña también otro papel en la historia, un papel revolucionario… es el instrumento con el cual el movimiento social se impone y rompe formas políticas enrigidecidas y muertas” (Engels, Anti During 1968: 177).

Las guerras actuales

Los conflictos  actuales en el mundo  siguen siendo coloniales,  pero ahora son además reaccionarios porque detienen el desarrollo mundial de las fuerzas productivas y son asumidos por los Estados capitalistas  en el viejo formato de saqueo para beneficio metropolitano y  devastación de países proveedores de materias primas,  provocan  cambios en las industrias central y no periférica, teniendo como objetivo la deslocalización de  recursos naturales y humanos  en nuevos   escenarios  de  agentes económicos imperiales. Los Estados poderosos  igual que siempre, legitiman el genocidio con la ideología del vencedor

Así, el mundo  invierte en industria para la guerra,  miles de millones  de dólares y  los países forman ejércitos que  se equipan  para   el conflicto  que ocurra o no, someten   a la población en la  perspectiva  de   producción de armas y  saqueo, factores que consumen  una  gran masa de bienes y servicios. Millones de soldados, sobre todo en los países que siempre son derrotados,   aunque nunca entren  en guerra  seguirán  ganando sin producir en su servicio pasivo, esto  ocurre  literalmente sin pena ni gloria.

El gasto  militar inclemente y la inversión  en investigación de  tecnologías  para matar a la gente  de la manera más rápida posible  tienen peso ideológico, justificaciones morales y verborreas de justicia. La innovación tecnológica en materia de armamento se entusiasma ávida de jugosas ganancias creando sistemas de destrucción cada vez más letales y perfectos.  Ninguna sociedad como el imperialismo  capitalista  han necesitado tanto como la guerra para prosperar. Lenin y Rosa Luxemburgo dirían: “El capitalismo prospera con la guerra”. Se inventan guerras  para las industrias de armamento y para el  enriquecimiento de unos a expensa de otros, con las guerras se  dinamizan a otras  empresas; fármacos, biotecnología, movilidad, aeronáutica pero siempre en función  de la acumulación  imperialista del capital

La guerra  mundial  para los EEUU fue su mejor negocio, permitió la emisión de moneda creada a base del crédito por los bancos, ordenó un sistema financiero e industrial  funcional a sus intereses con una alianza europea, pero jamás en EEUU ni Europa la industrialización  de América Latina, Asia o África fue parte de su presupuesto. La guerra mundial continúa en nuevos formatos.

De las 100 empresas que más beneficios aportan a la guerra, 39 son estadounidenses. El gigante Lockheed Martin  es el  principal contratista del pentágono y más importante empresa de la industria armamentista

Boeing empresa de aeronáutica, proveedora para el departamento de defensa americano y el mayor fabricante de aviones comerciales junto con su rival Lockheed Martin,  presiona regularmente al congreso de EUA para ganar contratos militares y aumentar el gasto de defensa.

Pero el pensamiento imperante de que  “La guerra es buena para la economía empieza a entrar en cuestión, las últimas guerras  lograron beneficiar a la industria militar pero crearon agujeros deficitarios en Estados Unidos, así  mientras la sangre sigue corriendo, los beneficios se prevén como buenos pero al oponerse al desarrollo de las fuerzas productivas globales y crear relaciones sociales conflictivas no solo pierde sostenibilidad sino que se vuelve anti económica. Al parecer solo China advierte la necesidad de un cambio de enfoque de desarrollo

Promover guerras y creer que se puede impulsar economías estancadas  es una falacia reaccionaria y criminal  que trabaja a favor de  la recesión y hasta del  derrumbamiento del sistema crediticio mundial, debido al riesgo por  daños  destructivos. Sigue siendo  la guerra  imperialista  una categoría económica  de uso, categoría que no considera   las contradicciones dadas en la realidad. Las  lecciones  no son aprendidas,  así por ejemplo olvida que los milagros de la prosperidad económica en  posguerra se produjeron justamente en Alemania y Japón, potencias vencidas a las que se prohibió mantener grandes gastos militares. Lo mismo está ocurriendo en  China que doctrinariamente ha renunciado a toda guerra y Vietnam  que soportó la más cruel agresión imperial, las dos naciones asiáticas prosperan renunciando a la guerra militar.

La invasión de Kuwait en tiempos nuestros   le marco a  la economía mundial capitalista  de crisis, los réditos  de esta guerra  extendida a todo medio oriente han sido inmensamente inferiores a los beneficios, no solo para las naciones destrozadas sino incluso para las naciones que lo propiciaron, quienes  no han logrado recuperar su inversión. A Kuwait, le siguió Afganistan, Irak, Iran, Libia y Siria, el saldo en contra es incalculable y las hipotecas continúan  asentados sobre cementerios de cientos de miles que reposan en países con civilizaciones de  5000 años,  pulverizados por el capitalismo imperialista

Los falsos positivos se comprueban como justificación negada (nunca se encontraron armas de destrucción masiva)  y las “guerras fallidas” con  millones de soldados  en batalla dan cuenta que son  un factor negativo para la perspectiva económica mundial.

Las colonias no progresan ni el capitalismo se extiende globalmente a causa de las guerras,  las naciones occidentales se desgastan abriendo una brecha para el desarrollo del expansionismo Chino que no se deja seducir por las tentativas de involucrarse en confrontación bélica de ningún tipo.

Estados Unidos y sus aliados  dedicados a los conflictos extranjeros  quiebran naciones y más temprano que tarde  quebrarán también ellos por desorientación de los gastos de inversión. Los negocios  se desorganizan, la incertidumbre hace  que los mercados sean tímidos a la hora de gastar, al tiempo que los especuladores le toman el cuello a los capitales no productivos.

Aes  ingenuo sostener  la creencia milenaria de que las guerras tienen beneficios y  que disparar  armas solucionan los problemas de la economía mundial. Países como Suecia, Noruega, Islandia, Dinamarca, China, Vietnam abren y ojala para siempre la posibilidad de entender que la guerra a plazo corto será cosa del pasado.

 

 

Bibliografía

Ancona, C. (1979): “La influencia de De la Guerra de Clausewitz en el pensamiento marxista”, en VV.AA., Clausewitz en el pensamiento marxista, Pasado y Presente, México, 7-38.

Anderson, K. (2012): “Marx en torno al nacionalismo, la etnicidad y las sociedades occidentales”, Viento Sur, 25/07. Disponible en www.vientosur.info/spip.php?article6987 . Revisado el 20 de septiembre de 2017.

Bensaïd, D. (2009) “Una violencia regulada estratégicamente”, Viento Sur, 104, pp. 84-90.

Engels, F. (1968): Anti-Dühring, Grijalbo, México.

Engels, F. (1978) “Introducción al folleto de Borkheim ‘En memoria de los furibundos patriotas de 1806-1807”, Temas militares, Akal, Madrid.

Engels, F. (1981) “Introducción para la edición de 1895” a Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, Obras escogidas, Tomo I, Progreso, Moscú.

Fernández Buey, F. (1984) “Evolución de las opiniones de Karl Marx sobre Rusia (I)”, mientras tanto, 19, pp. 101-135.

Fernández Buey, F. (2000): Ética y Filosofía Política, Bellaterra, Barcelona.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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