31 de Julio 2015
Brasil vive un fin de ciclo que anticipa un largo período conservador. Confusión y cansancio son algunas de las característica de una izquierda que no encuentra fuerza moral ni material para frenar y revertir el avance de las derechas sociales y mediáticas.
Cuando faltaba un año para finalizar el segundo mandato de Lula, en octubre de 2009, el sociólogo Francisco de Oliveira, fundador del PT y luego del PSOL, y uno de los intelectuales más respetados de Brasil, escribió un artículo titulado “El revés del revés” (Piauí, octubre de 2009). Era la continuación de otro, igualmente provocador, “Hegemonía al revés” (Piauí, enero de 2007), en el que utilizaba el concepto gramsciano para explicar cómo los capitalistas consentían ser políticamente conducidos por los dominados, con la condición de que no cuestionaran la explotación capitalista.
El sociólogo concluía su artículo de 2009 con una afirmación valiente pero que en ese momento pocos comprendieron su significado: “El lulismo es una regresión política”. Pasados seis años, en medio de un ajuste neoliberal que vulnera derechos sociales y con un escándalo de corrupción alucinante (Dilma reconoció que los dineros sustraídos equivalen a un punto del PIB), aquella afirmación puede servir de interpretación de la debacle en curso.
Sostiene que Lula fue elegido en 2002 con el mandato de “revertir el desastre de Fernando Henrique Cardoso”, quien en sus dos gobiernos “privatizó prácticamente todas las empresas estatales”, en una transferencia de riqueza, renta y patrimonio como pocas veces se conoció en el mundo. Ese mandato estuvo lejos de ser cumplido por los tres gobiernos del PT: las exportaciones volvieron a ser lideradas por los bienes primarios, “lo que no sucedía desde 1978”; la desigualdad siguió creciendo; y, quizá lo más grave, la política fue sustituida por la administración. “Se cooptaron centrales sindicales y movimientos sindicales, entre ellos el Movimiento de los Sin Tierra, que aún resiste”.
UN LARGO CICLO CONSERVADOR. Cada semana aporta noticias peores para el gobierno de Dilma, cuyos defensores no dejan de agitar que se está cocinando un golpe de Estado que se ejecutaría a través del impeachment de la presidenta. Suena extraño porque el mismo PT jugó un papel importante hace poco más de décadas en la destitución de Fernando Collor, por sonados casos de corrupción.
Esta semana hubo por lo menos tres noticias negativas. Cardoso desistió de reunirse con Lula y Dilma con el argumento de que “cualquier diálogo no-público con el gobierno parecería una maniobra para intentar salvar lo que no debe ser salvado”. En un alarde inequívoco de apoyo a la destitución de la presidenta, Cardoso agregó: “El momento no es apropiado para buscar un acercamiento con el gobierno, sino con el pueblo”. En efecto, el domingo 16 de agosto están convocadas manifestaciones en todo el país exigiendo la destitución de Dilma. Para una presidenta que cuya popularidad es el 7,7 por ciento, la situación no puede ser peor.
El martes 28 la justicia aceptó la denuncia contra Marcelo Odebrecht, presidente de la principal constructora del país, por los delitos de organización criminal, corrupción y lavado de dinero. Además fueron encauzados otros doce altos cargos de la constructora y de Petrobras. Según la justicia, las grandes constructoras formaron un cártel para manipular licitaciones de Petrobras con sobornos a directivos de la estatal vinculados a partidos políticos. Según el juez de la causa, Sergio Moro, hubo un aporte significativo de documentos por las autoridades suizas que confirman flujos de dinero de cuentas controladas por Odebrecht a dirigentes de Petrobras.
El miércoles 28 fue lanzada la décimosexta fase de la operación Lava-Jato por la Policía Federal con la detención, entre otros del ex director de Eletronuclear, subsidiaria de la estatal Eletrobras, vice-almirante retirado Othon Luiz Pinheiro da Silva. La nueva operación se denomina “Radioactividad” y afecta los contratos de la empresa creada en 1997 para operar y construir usinas temonucleares.
Othon Pinheiro y Eletronuclear son dos piezas claves del programa nuclear brasileño, un sector muy sensible en las fuerzas armadas. En ésa área está prevista la construcción del primer submarino nuclear y completar el dominio del ciclo de enriquecimiento de uranio. No es extraño, entonces, que las páginas militares hayan reaccionado con dureza a las detenciones.
En un intento por frenar la oleada de denuncias, muchas de ellas falsas y manipuladas por los medios, Lula denunció a los autores de la última portada de la revista Veja, por “daños morales”. La revista utiliza datos falsos para acusar al expresidente de corrupción. “El reportaje repite prácticas comunes de Veja: miente, hace acusaciones infundadas y sin pruebas, presenta conclusiones como si fuesen hecho, atribuye hechos, no tiene fuentes y busca atacar, de todas las formas, el honor y la imagen del expresidente Lula”, critica una nota del Instituto Lula.
DETERIORO SOCIAL. La hegemonía lulista no será sucedida por ninguna otra hegemonía, ni del PSDB de Cardoso ni, menos aún, del PMDB o de otros partidos. Lo que se viene es un período más o menos prolongado de inestabilidad política. Porque lo que predomina es una mezcla de confusión y cansancio, en la sociedad pero también en las elites políticas.
La primera es bien visible en los pronunciamientos de dos fuerzas que deberían ser antagónicas, como los comunistas y los militares. El periódico comunista Vermelho (Rojo) asegura que “si perdemos Odebrecht, perdemos buena parte de lo que invertimos en África”. Va más lejos: “Si recordamos que Odebrecht es la principal poseedora nacional de tecnologías militares, a través de su participación en proyectos como el submarino nuclear, satélites, proyectos tecnológicos y balística, se puede entender mejor quienes están interesados en su destrucción” (Vermelho, 26 de julio de 2015).
Esta izquierda, entre la que debe contarse una buena parte del PT, considera que la operación Lava-Jato es una conspiración inducida por servicios secretos extranjeros. Señalan que los grandes medios “quieren destruir Odebrecht para derribar al gobierno” y para impedir a candidatura de Lula en 2018.
Un editorial de Defesanet, una de las principales páginas militares, titulado “La geopolítica en el Lava-Jato”, defiende vigorosamente al vicealmirante Othon, asegura que se trata de atacar el proyecto Angra 3 (la tercera central nuclear con tecnología completamente brasileña). Recuerda que Othon, que también es ingeniero nuclear licenciado en el MIT, impulsó el programa secreteo de la Marina para desarrollar centrifugadoras para enriquecimiento de uranio, y decidió enviar técnicos a Alemania Orienta y la Unión Soviética en los años 80 y 90 “en busca de conocimientos bloqueados por Occidente” (Defesanet, 28 de julio de 2015).
Comunistas y militares coinciden en la defensa de un proyecto de defensa nacional, que incluye tanto a Odebrecht como a Petrobras. Ambos rechazan a la socialdemocracia (PSDB), y se quejan de la reciente propuesta parlamentaria de Jose Serra de retirar el control exclusivo que la petrolera estatal tiene de los yacimientos pre-sal en la plataforma marítima. Defesanet se lamenta de que “algunas embajadas en Brasilia” estén festejando y espera que estos hechos no incentiven “el ataque al único proyecto estratégico brasileño que realmente eleva al país varios escalones”. Sería la segunda vez que esto sucede: la primera fue en dictadura, ahora en democracia, pero siempre por parte de la misa superpotencia.
“Exaustão” (agotamiento) es la expresión que utiliza el filósofo Paulo Arantes para describir el fin de ciclo. Pero, ¿qué ciclo es el que se termina? En este punto, se puede trazar una línea común con Francisco de Oliveira. “Agotamos por depredación extractivista el inmenso reservorio de energía política y social almacenada a lo largo de godo el proceso de salida de la dictadura”, dice Arantes (Correio da Cidadania, 15 de julio de 2015).
Una energía que permitió la creación del PT, la CUT, el MST. Una energía evaporada por confundir política con gestión, por “un deterioro social jamás visto que exigía resultados rápidos”, que resume en “el derecho de los pobres al dinero”; donde siempre se había priorizado la dignidad. El lulismo degradó la ciudadanía al confundirla con derecho al consumo. Ahora que eso también falla, todo se viene abajo.
Fuente: http://brecha.com.uy/fantasmas-y-fantasias/
Foto: www.latercera.com