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lunes, mayo 6, 2024

La huella de Eliécer Cárdenas en Polvo y Ceniza

La Línea de Fuego  Por Alejandro Moreano  *Tributo al escritor cañarense, Eliécer Cárdenas

La muerte en “Polvo y Ceniza”, la gran novela de Eliécer Cárdenas, es la obsesión por una forma brutal pero personal de contacto y comunicación. De allí la recurrencia a los personajes marginales, cuya existencia cuestiona el orden establecido, el mundo del dinero y los negocios desde los márgenes: el payaso, el bandolero, el delincuente, el poeta, el loco, la prostituta. Esa búsqueda de lo anormal, lo esperpéntico, lo ausente, es una tentativa por trascender la normalidad cotidiana y recrear un universo distinto y opuesto al orden convencional.

“Polvo y Ceniza”, la novela más famosa del período, es una saga construida sobre la memoria popular de un personaje legendario, Naún Briones, bandolero rural de principios del siglo XX. La leyenda, una suerte de franja intermedia entre la narración histórica y la ficcional, juega con las bondades del principio de legitimidad de ambas: la verdad de la historia y la verosimilitud de la ficción. A la vez, sin embargo, las niega porque la verdad de los hechos narrados se disuelve en la nebulosa de la imaginación popular: el héroe ha salido de la verdad de su existencia concreta para refugiarse en la imaginación mítica. Pero, si la verdad del mito, empero, se funda en la credibilidad del auditorio frente al narrador -los mitos fundaban el reconocimiento de los pueblos, después de todo-, la construcción legendaria “moderna”, en cambio, postula la ambigüedad de los hechos pues existen múltiples, y a veces contradictorias, versiones de la leyenda en la imaginación popular.
 
El principio inicial de construcción y verosimilitud de “Polvo y Ceniza” es la cambiante memoria social, la mutación incesante de los rumores, los distintos y a veces opuestos recuerdos que guardan de Naún Briones quienes lo conocieron u oyeron hablar de él. Pero, hombre del Siglo XX, Eliécer Cárdenas, sujeto de la enunciación, pone múltiples huellas en la obra que evidencian una prolija investigación de los hechos, propia de un historiador profesional. La verosimilitud instaura entonces otro principio de construcción: la objetividad, propia del discurso historiográfico moderno. El narrador no se deja arrastrar por la leyenda romántica tejida en torno a Naún Briones: el bandolero que atacaba a los ricos para socorrer a los pobres. No solo autoriza que hablen los beneficiarios, personajes populares, sino también personajes de la aristocracia, los perjudicados. Para validar la objetividad, el narrador introduce acontecimientos que van en contra de la leyenda romántica y que muestran a un bandolero cruel y rapaz.
 
Dos principios antitéticos de construcción: la veracidad histórica, la ambigüedad de la construcción legendaria. Los dos combinan, a la vez, la objetividad del discurso histórico y la subjetividad de las distintas vivencias populares. Así surge la gran novela de la segunda mitad del Siglo XX.
 
En su afán por abrir el abanico de puntos de vista, Eliécer Cárdenas se permite rupturas del continuum narrativo para presentar una suerte de galería de bandoleros, cuyo objetivo es singularizar a Naún Briones, e incluso imagina un hipotético encuentro entre el bandolero rural y el Aguila Quiteña, una suerte de Rafles quiteño que vivió hacia las primeras décadas del siglo. Así, quiere oponer dos éticas distintas, dos imaginarios opuestos, el generoso e ingenuo bandolero rural, y el refinado, calculador y perverso ladrón urbano.
 
“El principio inicial de construcción y verosimilitud de “Polvo y Ceniza” es la cambiante memoria social, la mutación incesante de los rumores, los distintos y a veces opuestos recuerdos que guardan de Naum Briones quienes lo conocieron u oyeron hablar de él”.
 

 
*Alejandro Moreano es escritor, ensayista, catedrático universitario, novelista y politólogo ecuatoriano.
 

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