La forma de legitimización y naturalización del poder en la sociedad, es proponer e imponer el monopolio de la condición dominadora- controladora como fuerza interiorizada en positivo, para hacer creíble y realista el miedo a la libertad. La convocatoria se extiende a educar en la no libertad, aun en aquellos que creen en la justica social. La libertad como aspiración humana, no será nunca una necesidad para el poder y este querrá que no lo sea para la sociedad. La búsqueda realista pretende que la sociedad acepte las bondades de los actos represivos, situándolos en el territorio del reino de la necesidad superada, racionalización que será permanente como mixtificada en un futuro celestial de la libertad final.
Fácilmente los que están (estamos) en la línea de la libertad individual y colectiva serán candidatos a criminales, estigmatizados. La cuestión criminal se expresa a tono con las dimensiones del ejercicio del poder y los actores políticos con menos poder serán, cuando revolucionarios, oponentes a las formas de opresión o dominio y proponentes de ejercicio de libertad y justicia. Esto es una aproximación a la entelequia de la democracia. Los políticos sin poder pueden ser también concurrentes proponentes de formas iguales o peores de opresión económica o política, ellos aguardan su turno para la administración de la explotación, la dominación y la eliminación de la resistencia de los oprimidos.
Dirigir y organizar la represión contra la resistencia, es el rol consustancial de todo estado (Marx). El estado totalitario burgués en sus formas fascistas, construye las garantías de la explotación económica en el marco jurídico policiaco contra los trabajadores y los oprimidos. En otro formato, a nombre de la revolución, el socialismo y la justicia otros “actores” al margen de la clase que dijeron representar, construyeron monstruos estatales que liquidaron la democracia de los obreros y abandonaron indefinidamente la proclama de la libertad. El estado tiene sus versiones extremas en los fascismos y los pseudo-socialismos
La sentencia es clara: Estado y política criminal son consustanciales. Las “políticas públicas” de la represión pueden democráticamente estar repartidas; típica conducta del estado liberal que invisibiliza la represión por efecto de una distribución atomizada de la violencia, en poderes nacionales, locales, comunitarios, familiares o personales. Pero el estado y su idolología violenta, estarán en el escenario liberal barnizados de un aparente manto de libertad que se rompe cuando las necesidades del sistema así lo determinen y se expresara con igual violencia
Los procesos criminales en la sociedad en el marco de lo que hoy se denomina gobernabilidad y gobernanza, “ciudadana”, son ideología y conducta de aprendizajes que se reiteran cíclicamente hasta formar una cultura de aceptación de la violencia de “arriba”. El poder ordena la sociedad, civil obedece y autoriza ¡vaya ciudadanía¡¡
La represión “necesaria” es atributo concedido a una casta burocrática para dirigir y organizar el sistema.[1] Cuando el eje gobernante se expresa con brutalidad, su rol pedagógico será también instituir la violencia como modelo mental aceptable donde quien califica y organiza la violencia y su justipreciación es el sacrosanto Estado, con sus formas jurídicas y sus formas policiales. Un estado totalitario represor no tendrá reparos para que en el pequeño estado se institucionalice la violencia, (en fin de cuentas todo principio de autoridad le es funcionalmente útil) las imágenes intrafamiliares y comunitarias de la violencia, son recreaciones culturales de trasmisión vertical necesarias para que el ente dominador exista.
Lo que no permitirá el poder, es que exista clarividencia de la agresión central o que se organicen resistencias a la violencia tutorial del estado, ni siquiera en el plano teórico. Adicionalmente castigara la violencia reactiva o paralela al poder, pues clave será no admitir competencia en el monopolio de la agresión. Así se explica el porqué combate contra metropolitanos, delincuentes y revolucionarios
Un análisis menos sociológico y más histórico de esta violencia criminal, está a la vista en la lejana y próxima historia. En nuestro país, la masacre de del 15 de noviembre, la masacre de Aztra, la masacre del 2 y 3 de junio, la del 29 de mayo, la masacre a los insurgentes intentos guerrilleros en el pasado. Y en el presente la persecución y criminalización de la protesta social, la cárcel la Guadalupe Llori, Marcelo Rivera, el encarcelamiento a jóvenes revolucionarios, la persecución a quienes piensan diferente…el crimen del estado con matices, sigue firme y brutal y no solo eso, siempre en cada momento, se estigmatizo a los violentados con los más variados calificativos (violencia simbólica) “terroristas bolcheviques” se dijo de los obreros el 15 de noviembre, “bandas criminales” dijo Ponce Enríquez del pueblo guayaquileño martirizado, “basta de bestias” decía Febres cordero a los jóvenes alfaristas. “protestas criminales” “garroteros secuestradores…culpables…” dice Correa
El estado violento habla de violencia, ¡el burro habla de orejas¡¡. García Moreno, Tamayo, Arroyo del Rio, Velasco Ibarra, Febres Cordero, Correa… guardan la coherencia del lenguaje; acusan a las víctimas de ser los criminales…y las victimas llámense obreros, maestros, revolucionarios, jóvenes o guerrilleros recibirán con escarnio en busca de imaginarios adoptables, los calificativos: terroristas, garroteros, secuestradores de la educación, enemigos de la salud pública etc.
Cuando la política criminal del estado informa a todo el sistema: legislador, legal, tributario que la relación debe estar bien traducida, le queda un margen de error o desviación estándar, si no ha logrado impactar con su esquema dos escenarios esenciales para la mistificación, estos son: los medios de opinión, comunicación y crítica y el sistema educativo. De ahí que es curioso pero no sorprendente que gobiernos con estas aficiones totalitarias consideren como enemigos número uno a los periodistas y a los maestros. Porque son los comunicadores y los educadores, quienes debiendo ser los primeros reproductores ideológicos se pasan a constituirse en la amenaza contra el afán de dominio.
El control penal que se promueve requiere de la instalación de un proceso de criminalización (fase ideológica). Por ello urgente tanto para el sistema o como para la oposición democrática fundamentalmente de la izquierda, será fundamental el tema de la autenticidad. Las leyes (penales, procesal penales, represivo laborales) deberán, en la lógica del estado totalitario, generar instancias concretas para que actúen los adheridos al poder como operadores sociales. El momento previsto es crear guardias civiles conectados al estado para complementar el control social.
La unidad es un buen punto de partida, para ser una unidad triunfadora. La izquierda cuenta con su historia y hasta con sus errores en corrección los elementos para advertir los riegos. Demócratas liberales conscientes de la amenaza, pueden sumarse al colectivo de la resistencia, que por primera vez será un colectivo democrático, amplio, con liderazgo viable de una izquierda inteligente. Buen comienzo de Alberto Acosta
¡Yo también soy Sol Rojo ¡
[1] Concesión lograda por el bajo nivel de conciencia o por el alto nivel de mistificación