“La dicha no es más que un sueño, y el dolor la realidad.”
Voltaire
Vivimos una obsesiva recurrencia mediática que en bipolar dimensión habla de triunfos y derrotas, éxitos o fracasos. Fatídica dualidad que en la economía pero sobre todo en la política satura el ambiente a niveles tóxicos acelerando la aparente obsolescencia de las cosas particulares, de los aspectos cotidianos, de la validez de lo sencillo y simple. Quienes actúan (actuamos) desde el anonimato creativo, estamos arruinados. Los ricos y los gobernantes rápidamente excomulgan y lapidariamente sentencian a quienes no triunfan o no se enriquecen, como mediocres fracasados. El sistema funciona en una aritmética adornada en los consensos y se pugna por lo comparativo recabando quien la tiene más grande, la Coca cola o la Pepsi, PAIS o la oposición. Su lógica depende de que se cumpla y se verifique las dimensiones. Pero en el prurito de la autocomplacencia algo no cuadra cuando se sospecha de la fidelidad, no de quienes verifican (los árbitros) sino de los que tienen que sentir las excitantes cosquillas del poder en carne propia (las masas). La asepsia temporal pierde sentido (se anulan contendores y se cuestionan a los contadores), la amnesia es de tipo Alzhéimer porque se recuerda lo remoto y se olvida lo próximo, casi como una angustia reforzada por perdida de unidad, porque se confundió cohesión con coerción (los traidores se hicieron incompetentes y dañaron el triunfo). Algo duele. Y así como los pacientes suelen creer que sus males son culpas de los malos doctores y no de sus hábitos, la “máquina de producir presentes irreales ” convierte desde los medios de comunicación imágenes triunfalistas que pocos creen.
Triunfalismo que pasa de lo pretérito a lo futurista “les ganare desde ahora en adelante” el gran timonel quiere aproximarse a la inmortalidad con titulo de indefinido, mientras los sujetos históricos de abajo cantan: “…Nadie es eterno en el mundo ni teniendo un corazón que tanto siente y suspira por la vida y el amor.
Todo lo acaban los años, dime que te llevas tu, si con el tiempo no queda ni la tumba ni la cruz…” También los relatos sufren porque la oferta socialista manda a la cárcel a los socialistas, y deja libre a los banqueros asaltantes, o porque CELEBRANDO a la naturaleza, la Pacha Mama, de la que somos parte, se decide explotar al Yasuni e INVOCANDO el nombre de Dios se obliga a la mujer violada a no abortar y ser madre. Un síntoma preludia un diagnostico probable, diagnostico incurable; autismo político donde la comunicación, la imaginación, la planificación y la reciprocidad emocional evidencian conductas repetitivas alejadas de la realidad. Pero como dice León Gieco: La realidad baila sola en la mentira…