Una querida amiga me comparte una entrevista realizada a la filósofa mexicana Fanny del Río (1), a propósito de su libro Las filósofas tienen la palabra (Siglo XXI, 2020), en el cual recopila diez entrevistas a otras tantas filósofas mexicanas. El objetivo del libro es estudiar la presencia de la mujer dentro de la filosofía, pero el tema lleva a la entrevistada a poner en evidencia otros importantes aspectos como, por ejemplo: que la filosofía ha sido un universo de hombres, que desde los griegos se ha insistido en que la mujer no tiene capacidad para el pensamiento abstracto, vinculándola más con la intuición, las emociones y los sentimientos, y no con la razón. Esto, dice la entrevistada, es falso, y una historia verdadera de la filosofía resaltaría que las mujeres estuvieron presentes desde el principio a pesar de la prohibición, y de que tardó mucho en tener acceso a la educación formal.
Por esas asociaciones que vienen al vuelo a la mente, recordé a dos mujeres que han pasado a la historia: Aspasia (siglo V a.C.), nacida en Mileto (Asia Menor) pero de gran influjo en la vida intelectual y política de Atenas (Grecia), compañera de Pericles, maestra de Sócrates y Platón, protectora de Anaximandro, experta en retórica, gran lectora de poetas y filósofos, especialmente de Pitágoras, rompió el status de la mujer ateniense como mera sombra de su marido y convirtió su casa en un centro “en el que se daban cita el arte y la ciencia, la filosofía y la política” (EcuRed).
Y recordé también a Hipatia (siglo V de nuestra era), filósofa, astrónoma, matemática, escritora e inventora, cabeza visible y profesora de la escuela neoplatónica de Alejandría (Egipto), de vida ascética, entregada en cuerpo y alma al pensamiento y la enseñanza, que fue linchada y despellejada por una turba salvaje de cristianos en el marco de la hostilidad cristiana contra el declinante paganismo y las luchas políticas instigadas por el Patriarca alejandrino Cirilo (San Cirilo) en contra del Prefecto romano Orestes, ex-alumno de la filósofa (2).
Las filósofas han sido víctimas de un sesgo de género (a veces alimentado por las mismas mujeres, hay que reconocerlo) y de una intención deliberada por parte de los hombres de silenciarlas en el ámbito de la filosofía. Aún hoy, los que tienen una cierta cultura filosófica saben perfectamente quiénes son Simone de Beauvoir o Hannah Arendt, Judith Butler o Martha Nussbaum, María Zambrano o Adela Cortina, pero ignoran los nombres de pensadoras o filósofas de su propia región o país, al punto que se preguntan si existen o no. En el caso de Ecuador, la situación es más lamentable.
Fanny del Río tiene en todo momento como referentes de la filosofía a otras colegas mexicanas. El referirse a filósofos/as de la propia región, sea para criticarlos o aceptar lo que dicen, sea para sacar a luz sus inconsistencias o para valorar sus aciertos, es fundamental para el ejercicio de la filosofía. El gran mal de la filosofía en Ecuador (y Latinoamérica), que impide su real asentamiento, es que no tomamos como referentes a nuestros propios pensadores o filósofos, porque los despreciamos, porque los infravaloramos y preferimos siempre a filósofos europeos o norteamericanos. Eso demuestra el profundo grado de alienación filosófica en el que seguimos debatiéndonos, tanto en las aulas universitarias como en el cultivo particular de la filosofía.
“Las filósofas han sido víctimas de un sesgo de género (a veces alimentado por las mismas mujeres, hay que reconocerlo) y de una intención deliberada por parte de los hombres de silenciarlas en el ámbito de la filosofía”.
–Samuel Guerra Bravo
El entrevistador le hace una pregunta crucial a la entrevistada: “Pese de que México y Latinoamérica precisan categorías propias de estudio, ¿por qué se mantiene el eurocentrismo?” La respuesta de la entrevistada es correcta pero pudo ser más contundente: se mantiene el eurocentrismo por la colonización mental que se ha dado en nuestro espacio educativo en los últimos cuatro siglos, y que sigue vigente. Esta alienación mental que desfigura lo que los intelectuales latinoamericanos o ecuatorianos han pensado y piensan por sí mismos, es difícil de superarla de golpe y requiere lucidez, esfuerzo y voluntad. Abandonarla paulatinamente lleva su tiempo, pero no es imposible.
¿Cómo hacerlo? ¿Con qué recursos teóricos, críticos, deconstructivos, lograríamos esto? Con algunos de éstos, entre otros:
- Descubriendo nuestra real ubicación en la historia mundial y en la geo-política de nuestro tiempo, que supere la tradicional división eurocentrada de la historia mundial en edad antigua, media y contemporánea. El filósofo argentino-mexicano E. Dussel ha criticado la versión europea de la historia mundial, que aún se la encuentra en todos los manuales de estudio (3).
- Conquistando una “cabeza de playa” en el nivel de lo ontológico (que averigua quiénes somos) y epistémico (que averigua sobre la posibilidad de conocer a partir de nuestra realidad y de nosotros mismos), como espacio ganado para el despliegue de saberes sentidos/pensados/teorizados desde los colonizados y no desde los colonizadores, desde los negados por el sistema como no-ser, es decir como objetos, cosas, animales de trabajo, vituperables, prescindibles…
- Poniendo en crisis el logos (razón, palabra, ciencia) greco-europeo-norteamericano impuesto como horizonte universal de comprensión, y evidenciando un logos decolonial y de liberación que posibilite una comprensión, lectura y expresión de nuestra existencia y nuestras realidades históricas.
- Apropiándonos, resemantizando o procesando categorías de pensamiento que expresen mejor nuestras realidades y nuestras búsquedas en el campo del pensamiento, como: ‘onto-logía histórica de nosotros mismos’, ‘alteridad’, ‘historicidad’, ‘alienación’, ‘multiplicidad’, ‘diversidad’, ‘proximidad’, ‘mediación’, ‘liberación’, ‘deconstrucción’, ‘descolonización’…
- Definiendo y re-definiendo las características de una filosofía decolonial, transmoderna, ecológica, antiimperialista, antipatriarcal, antifetichista…, que piense América Latina y el Sur-Global como verdaderos “lugares filosóficos”, propicios para cosmovisiones incluyentes, integradoras, valorativas de nosotros mismos y de nuestras realidades sociales, económicas, políticas, culturales…
- Realizando procesos de deconstrucción/descolonización en el ámbito de las ciencias sociales, particularmente en la filosofía (deconstrucción onto-teo-lógica, epistemológica, antropológica, ético-política…), en la sociología (burguesías/élites/oligarquías vs clases medias-bajas, desclasados, marginales), en la política (gobernantes vs gobernados), en la economía (dueños del capital y los medios de producción vs los que venden su fuerza de trabajo), en la cultura (los que disponen del logos y los que lo toman “prestado”)…
- Generando pautas de pensamiento y valores replicables en todos los campos del vivir, del saber, del hacer, del sentir, del creer, del morir, del trascender, y logrando que circule lo ganado por el pensamiento no solo en las academias sino en los espacios de comunicación, creencia y subalternos.
Una historia reivindicativa del pensamiento latinoamericano, un conocimiento de las cosmovisiones aborígenes, un rastreo de cómo hemos percibido ‘quiénes somos’ en las distintas épocas, son recursos que podrán sacarnos poco a poco de la alienación y el extranjerismo. Nada de esto significa ignorar o abandonar la filosofía europeo-norteamericana, significa solamente entrar en contacto con ella sin hacer de ese pensamiento la única filosofía posible, universal y modélica, frente a la cual pensamos alienadamente que solo cabe imitarla o repetirla.
Pero si, por desgracia, estamos tan alienados y nos sentimos tan cómodos con la imitación, la repetición o la copia de pensadores extranjeros, si no queremos estudiar y pensar nuestra realidad y lo que nuestros pensadores han dicho y dicen sobre ella, copiemos pues -maldita sea- lo que hacen los franceses o los alemanes o los ingleses: ¡¡nunca tienen en mente pensar que hacen filosofía porque repiten lo que sus vecinos han dicho!! Incluso cuando citan a pensadores que no son de su país lo hacen para criticarlos o para extraer de esa cita rasgos que, re-conducidos o insertados en el horizonte de su propio pensar, los vuelven útiles para su propia reflexión filosófica. Piensen en Spinoza (judío-holandés) aprovechando para su Ethica el racionalismo de Descartes (francés), en Kant (alemán) aprovechando para su sistema el empirismo de Hume (inglés), en Schopenhauer (alemán) aprovechando para su filosofía el pensamiento de Gracián (español), etc. Jamás repiten a nadie dogmáticamente, como se acostumbra en Ecuador y Latinoamérica. Frente a esa realidad es que abogamos, desde hace tiempo, por un método que evite que el estudio o la lectura de filósofos extranjeros se convierta en una alienación consuetudinaria.
Lo dicho no significa que debamos irnos al otro extremo: a un telurismo, o un culturalismo latinoamericanista. Y mucho menos a un chovinismo o un nacionalismo. Con respecto al nacionalismo hay que tener la suficiente versatilidad para distinguir entre un nacionalismo político-excluyente, que se rechaza, y un nacionalismo filosófico-incluyente, de carácter ontológico, que proporciona respuestas a la pregunta de quiénes somos y cuáles son nuestras posibilidades existenciales aquí y ahora. Nadie es un ser humano en pleno sentido si no tiene conciencia clara de quién es, de cuál es su identidad histórica (que incluye su nacionalidad) y cuáles sus propósitos de vida.
La desalienación cultural (es decir, la crítica de los modos cómo la filosofía eurocéntrica nos ha alienado y continúa haciéndolo con la anuencia de nosotros mismos) es una de las tareas que las nuevas generaciones deberían asumirla como un imperativo teórico-práctico urgente. Y las mujeres que, como sostiene la entrevistada, son más atrevidas en filosofía, pueden jugar un papel decisivo en esta tarea de descolonización filosófica. Veo en las mujeres, a diferencia de los hombres, una posibilidad mayor de hacer caminar la filosofía, precisamente porque tienen el desafío de demostrar la capacidad que el sistema machista les ha negado en el ámbito del pensamiento abstracto, por una parte, y de salir del silenciamiento impuesto por los hombres, por otra parte.
Una mayor producción crítica, innovadora, vinculada a cuestiones cotidianas (4), por parte de las mujeres, las hará más visibles. Y si pueden organizar una red ecuatoriana que se sume a la red latinoamericana de mujeres filósofas reddem.org habrán dado un gran paso. Ingenio y creatividad no les falta, solo es organizarse, creer en sí mismas, y ponerse manos a la obra!!
“Nadie es un ser humano en pleno sentido si no tiene conciencia clara de quién es, de cuál es su identidad histórica (que incluye su nacionalidad) y cuáles sus propósitos de vida”.
–Samuel Guerra Bravo
*Samuel Guerra Bravo, investigador independiente. Ha sido profesor de la Escuela de Filosofía de la PUCE. Autor de libros y artículos de su especialidad.
(1) Aristegui noticias, 12 de Septiembre de 2020, por Héctor González.
(2) Se recomienda ver el filme Ágora, de Alejandro Amenábar, 2009.
(3) Cf. Materiales para una Política de la liberación, México: Plaza y Valdés Editores, 2007; Política de la liberación. Historia mundial y crítica, Madrid, Editorial Trotta, 2007.
(4) “En las diez filósofas que entrevisté –dice Fanny del Río- y en otras que conozco, hay un común denominador: todas aplican la filosofía a cuestiones cotidianas. Paulina Rivero aplica su conocimiento y modelo teórico al derecho de los animales; a una reflexión sobre la crueldad, la moral y la ética. Paulette Dieterlen hace un estudio muy preciso sobre la pobreza. Olbeth Hansberg lleva un seminario sobre emociones. Sus preocupaciones son compartidas con filósofas de otros países como Martha Nussbaum. Virginia Aspe lo hace a partir de una mirada sobre el pasado, ha estudiado la influencia de Aristóteles en el mundo novohispano e hizo un análisis sobre el concepto de libertad en Sor Juana Inés de la Cruz. Fernanda Navarro la aplica al zapatismo. Kim Diaz profundiza en el concepto de extranjería”.