LECCIONES TIPNINIANAS
Andrés Gómez Vela Pagina7 <www.paginasiete.bo>
22/10/2011
La vida es un constante devenir de lecciones y adquisición de conocimientos para hallar soluciones a los problemas más complejos. Y la política no está exenta de este devenir porque es la exposición diaria de la inteligencia para convertir los disensos en consensos sin buscar las soluciones por el lado de la polarización. El TIPNIS arrojó una serie de aprendizajes que vale la pena exponerlos.
Constitución de papel.- En 186 años de vida, la mayoría de las constituciones se quedó en el papel. La nueva, aprobada por la mayoría en un referéndum, estaba a punto de correr la misma suerte hasta que la marcha indígena la arrancó para materializarla en la vida de cada uno de los bolivianos. Es muy fácil para los gobiernos reducir la ley a la demagogia y muy difícil velar su real aplicación porque, casi siempre, contradice sus intereses. Es tarea de cada ciudadano y ciudadana reclamar que la Constitución transforme su vida personal y la de su familia.
Medio ambiente y economía.- Lo más importante para los expertos en la última década ha sido la ecuación medio ambiente – economía, lo que significa buscar un nuevo tipo de desarrollo que exija entender el cuidado del medio ambiente como condición básica para preservar la calidad de vida y proponer un desarrollo sostenible. La marcha por el TIPNIS emplaza a los bolivianos deliberar un nuevo modelo de desarrollo que ligue la educación con la economía para superar, a través del conocimiento, el modelo extractivo.
Caudillismo.- ¿Cómo se produce la selección del caudillo? Y en primer lugar, ¿qué facultades son las que cuentan? Se pregunta Max Weber. “Aparte las cualidades de la voluntad, decisivas para todo en este mundo, lo que aquí cuenta es, sobre todo, el poder del discurso demagógico”, se responde el filósofo. Y ¿cuándo un caudillo es demagogo? Cuando entre lo que dice y hace hay un mar de distancia. Bolivia no puede seguir anclando su historia en caudillos, debe desafiarse a sí misma a construir un camino de transformaciones constantes sobre proyectos que se cristalicen más allá de un presidente, políticos o partidos de turno.
Comunicación política.- La democracia a diferencia de la dictadura es transparencia en la administración de poder; en ese marco, un gobierno debe practicar una comunicación política que convierta los disensos en consensos y fomente la diversidad, pluralidad y deliberación como base de búsqueda de soluciones colectivas a problemas comunes, particularmente en situaciones de crisis. En ese sentido, requerimos medios públicos y no una maquinaria de propaganda que aprendió el juego del lenguaje para contrarrestar la verdad con la mentira y triturar (aunque sin éxito) al que piensa diferente con la falacia y el insulto.
Burocracia de alto nivel.- “Para convertirse en amo, el político se finge servidor”, solía decir Charles de Gaulle. Entonces, el político asumía y asume aún la administración del poder para resolver sus problemas particulares fingiendo que resuelve los problemas de la comunidad. Es prudente pensar en extirpar a los políticos profesionales de la administración pública y pensar en cimentar una burocracia técnica y de alto nivel para que al menos sea capaz de desarrollar una consulta previa en el tiempo adecuado.
Estado plurinacional.- El origen del conflicto no estuvo tanto en las diferencias entre naciones sino en el dinero; el poderoso económicamente pretendió imponer su desarrollo, su cultura y su cosmovisión sobre el débil. Ergo, urge traducir el Estado Plurinacional en la máxima: diferentes culturalmente, pero iguales como seres humanos y económicos.
En tanto razonamos estas lecciones, a la vuelta de la esquina está otra: la elección de jueces, algo acallada por la marcha y el grito: TIPNIS Sí, Coca No. Los “electos” no tienen la culpa, pero los árbitros despiertan un hilo de desconfianza en el conteo.
Andrés Gómez Vela es periodista.
