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LOS ANDAMIAJES DEL SABER Por Tomas Rodríguez León

ENTRE LOS PHD, LAS ESCUELAS DEL MILENIO Y YACHAY

Febrero 16 de 2017

El estudio no se mide por el número de páginas leídas, ni por la cantidad de libros leídos en un semestre. Estudiar no es un acto de consumir ideas, sino de crearlas y recrearlas…Solo educadores autoritarios niegan la solidaridad entre el acto de educar y el acto de ser educados por los educandos” Paulo Freire

En nuestra “Revolución Ciudadana”, los avatares de la pedagogía de la liberación han sido múltiples y dolientes. Paulo Freire ha sido linchado-no siendo el único-y luego de su mortificación, vemos que, literalmente, el “sujeto” construido, sigue sometido a  formas nuevas de control o dependencia.

El saber impartido, es todo un mecanismo de subordinación que se construye desde el lenguaje jerárquico y estratificado del Estado. La academia oficial creadora de paradigmas, coloquios y circunloquios, matricula entendidos adherentes y procura el silencio de los disidentes. Todos los gestores de esta educación trabajan depurando el  ridículo valor del diploma (Michael Foucault dirá  que no sirve y solo sirve al que no lo tiene). Primero, los magísteres y luego los PHD configuran el fondo de una estrategia suelta a la deriva, con sueños de perro en cacofonía de méritos pomposos de una pedantería fracasada.

Nunca existieron modificaciones epistemológicas en este repensar y el proceso maniqueo prescindió de toda filosofía. Estuvo bien definida, eso sí, la consigna dual: bueno/malo, normal/anormal, sano/enfermo, mediocre/meritorio. Los templos del conocimiento, asumieron en moderna versión, la misma imagen medieval: edificios extraordinarios y solemnes, un altar divino con entrañas donde habita la santa y severa inquisición de la ciencia. Mientras tanto, los mercaderes merodean las catedrales, comulgando con verdugos cleptómanos, que no disimulan ser sembradores de escarnio cuando claman por una sociedad disciplinada. El Estado anhela mitad docentes, mitad gendarmes mientras que la práctica pedagógica esperada es, medir y registrar para sujetar los cuerpos y manipular las fuerzas.

La comunicación impone un verbo que legitima el devenir cotidiano, los lexemas del poder reducen los conceptos al mínimo común múltiple. La frase, la pedagogía de uso en pro de la “excelencia” y la didáctica maniquea manejan las conductas observadas en un régimen panóptico. El modelo mental lleva a distribuir la creencia, entre los ciudadanos jóvenes, del reconocimiento  científico (necedad de búsqueda que omite la esencia del saber que es la duda, con su episteme supremo de incertidumbre). El reconocimiento, así contaminado deberá inmanentemente traducirse en el viejo concepto burgués de éxito, que erotiza las consecuencias del saber en la verdad onírica y mercantil que hace del valor del saber un poder para el mercado. El poder quiere someter a los nuevos “pensadores” y oferta la nada poética vida, del material encanto y el acomodo, ¡la verdad¡

Claro está, se preestablece de antemano el sueño y se construyen decorados ambientes educacionales (del milenio), donde se conjugan el deseo de placer del gobernante, el deseo de conocer de los discípulos y la hegemonía del instinto estatal que transforma la “función del deseo” en una matriz de prohibición, negación o aprobación que va circulando entre el cuerpo de los aprendices y los mecanismos culturales, con la contundencia ideológica del individualismo desarrollista en formato altamente direccionado. Es precisamente mediante un sistema educativo totalizante, donde se inserta en el individuo la “norma científica”,  hija de la obediencia al poder-saber que provoca la satisfacción erudita. Los jóvenes  tienen que aprender solo a escuchar (más bien a oír), absorber contenidos, uniformarse, tomar distancia, competir, bancarizarse,  renegar de su clase y aprender en clase.

Lograr que los niños en evolución educativa busquen satisfacción por medio de la sumisión, no es tarea fácil, por ello se re-convoca al pensamiento conductista para que el eje de los aprendizajes se mueva entre estímulos y sanciones: la beca para los estudiosos,  la cárcel para los revoltosos, será el formato del estándar peregrino.

En un mundo carente de lo afectivo se omite la fraternidad y se estimula la competencia y la denuncia, la fórmula única es de actividad cognoscitiva, acumulación valorativa que se presenta como argumento previo a construir ciencia. Los jóvenes son impulsados no a la lectura, sino a la repetición y conciben la ciencia no como fenómeno social, cultural, racional, sino como fin activo en sí mismo. La meritocracia competitiva por su parte, hará lo suyo en la pretendida formación del moderno Doctor Frankenstein, así, más exactamente, es el Estado y no el maestro quien  administra los campos de los saberes. Desde una lógica torpe, se presume el saber cómo un  monopolio de la escuela, cuando es práctica de la vida. Desconocen estos desconocedores, que la educación ya no es fórmula institucional, sino necesidad vivencial.

También se quiere desplazar a la fuerza, la relación entre cultura y saber desde una colonización evidente que acelera la fórmula del supuesto paradigma modernizante. Así, Yachay es un modelo híper occidental capitalista, en forma y contenido, en tanto que las Escuelas del Milenio no solo que desplazan la íntima y necesaria escuela comunitaria sino que arremeten, sobretodo, contra la resistencia de las escuela interculturales indígenas, o las practicas vecinales de las escuelas suburbanas. Yachay y las Escuelas del Milenio son hegemónicas decisiones imperativas.

No volvamos a cometer el error de hacer elefantes blancos con el dinero que podíamos haber hecho diez escuelas. Sí, se ven muy bonitas, pero con lo que cuesta una Escuela del Milenio, podíamos haber hecho diez escuelas” Lenín Moreno

Las Escuelas del Milenio son más dañinas, no solo porque cubren a una ínfima minoría de infantes (1%), sino porque, en una realidad que clama por el dialogo próximo, la ternura cercana, los entornos cognoscibles; se impone un formato de escuelas “a lo Bélgica” que en nada se relacionan con la cotidianidad y las condiciones de vida y cultura de los niños. Hasta el mismísimo Cantinflas -no se diga Freinet, Freire Makarenko, Decroly, A Neil y otros- enseña que es posible y mejor educar a los niños al pie de un árbol.

Entre el pensar científico y el ser científico, solo queda la resaca, atrás de la investigación pervive la ideología de los que gobiernan o la renta de quienes patrocinan. Los científicos que se creen la cadena de valor basada en la evidencia, no son más que inteligentes útiles al borde de la tontería, caminando perfumados donde el destino manifiesto del capital o el Estado lo decide.

La conciencia individual, está indexada a priori, con identidad subalterna entre la copia y el original, en tanto que la originalidad es un narcisismo de muchos sometidos al esquema que cambia el domicilio de los saberes, incluso repetidos. Y que exhiben, cual generales del saber, los artículos científicos  como condecoraciones habidas y por haber, con muy poca filosofía y nada de poesía.

Si la ciencia es resolutiva,  no debería responder a las preguntas del poder, que establece o pre establece la legitimidad de los problemas y de los métodos. La ciencia en todos sus niveles, debe retornar a su autonómica decisión de hacer lo que le dé la gana con ética profunda. Los investigadores no deben ser un ejército de predictores del mercado o del Estado, sino coautores de los sueños humanos, con atributos comunitarios, resolviendo y generando problemas.

La creación científica, artística o literaria, hija de la buena academia y de la buena escuela, será el paradigma solidario, fruto de la conciencia individual y del pensamiento diverso, razón más subjetiva que objetiva o uniforme. La buena academia y la buena escuela, un sueño a retomar[1].

[1]Las escuelas no pueden mixtificar la realidad, sino aprenderla para confrontarla. Las Escuelas  del Milenio contemporizan con la realidad entre cadenas ilusorias que hacen que la percepción de la vida sea falsa. Las escuelas con lujo, las casas en la miseria. Muy gráfico es recordar cómo, no lejos de una Escuela del Milenio se incendiaron cientos de casas pobres.

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