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martes, noviembre 5, 2024

Los fracasados

Por Juan Cuvi*

En política, el arte de la simulación da réditos. Por ejemplo, promover desde el poder un debate insulso e inútil para apartar las miradas ciudadanas de los problemas de fondo. En otras palabras, para llevarnos al terreno de las apariencias.

A propósito de las políticas de salud, durante diez años se amplificó una agria disputa entre la propuesta del modelo populista clientelar del correato y aquella del modelo empresarial socialcristiano aplicado en Guayaquil. Las descalificaciones mutuas fueron el pan de cada día y el principal argumento para defender una u otra propuesta.

A la luz de la situación actual, constatamos que ninguno de los dos modelos funcionó. La incapacidad del Estado (tanto del gobierno central como del gobierno municipal) para manejar eficientemente la pandemia del coronavirus refleja unas deficiencias estructurales que están más allá de la retórica de ambos bandos políticos. Que el país encabece la lista continental de afectados y que la provincia del Guayas tenga más contagiados que Chile o Argentina es una vergüenza.

El problema de fondo radica en que las dos propuestas parten de una misma matriz conceptual: un modelo médico curativo que asume a la salud desde una visión eminentemente instrumental. Desde el paradigma científico de la modernidad, la medicina se convierte en un recurso tecnológico para aniquilar a las enfermedades. Más bien dicho, a todos aquellos factores biológicos que están encasillados como enfermedades desde una visión particular y hegemónica. Hasta acontecimientos tan naturales como el parto suelen estar sometidos a esta visión medicalizada de la salud.

El propósito final de esta lógica no es otro que la consolidación de una serie de negocios vinculados a la salud. Consultorios particulares, fabricantes de equipos, comercializadoras de insumos, farmacéuticas, constructores de hospitales apuntalan este esquema de negocios que cada año mueve cifras exorbitantes. Existen corporaciones farmacéuticas cuyos ingresos anuales superan el PIB de muchos países del tercer mundo.

La mercantilización de la salud tiene varias aristas. Quizás la más perniciosa es la red de corrupción que se teje alrededor de los servicios y las adquisiciones. Los escándalos que recientemente se destaparon en varios hospitales del IESS solo son la punta del iceberg de un sistema de irregularidades que genera millones de dólares ilícitos y que involucra a empresarios privados y funcionarios públicos por igual. Un elemento central para que la corrupción opere a sus anchas es el gigantesco gasto en salud que hace la sociedad en su conjunto (estaría bordeando los 14 mil millones de dólares al año).

En tales condiciones, no es casual que tanto el modelo populista como el modelo empresarial hayan fracasado estrepitosamente. Anclados a una estrategia de entrega de servicios y beneficios a los proveedores privados, ya sea en forma directa o con la mediación del Estado, desestimaron la promoción y la prevención de la salud, al igual que la capacidad de respuesta de las organizaciones sociales, porque estas alternativas simplemente no generan lucro.

“La mercantilización de la salud tiene varias aristas. Quizás la más perniciosa es la red de corrupción que se teje alrededor de los servicios y las adquisiciones. Los escándalos que recientemente se destaparon en varios hospitales del IESS solo son la punta del iceberg de un sistema de irregularidades que genera millones de dólares ilícitos y que involucra a empresarios privados y funcionarios públicos por igual”.


*Máster en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum – Cuenca. Ex dirigente de Alfaro Vive Carajo.


La Línea de FuegoFotografía: Darko Stojanovic / Pixabay.

 
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