“No se puede optar por solo comprar la semilla, hay que comprar todo el paquete”..
¿Por qué se asegura desde algunos espacios que las semillas transgénicas pueden resultar perjudiciales para la salud de quienes ingieren los alimentos?
Porque existen estudios con ratas que evidencian efectos negativos de ingerir alimentos transgénicos.
Pero creo que el principal punto de discusión no es ese. Si se adopta este argumento, el debate se puede tornar infinito, pues siempre van a existir estudios ‘a favor’ y estudios ‘en contra’. Es una guerra infinita de datos científicos que al final lo que nos deja en claro es que no hay nada seguro. Por eso para estos temas se suele adoptar el llamado principio de precaución, que señala que hasta no tener toda la información sobre los posibles impactos de una tecnología hay que abstenerse de adoptarla, que es uno de los principios adoptados para declarar territorios libres de transgénicos.
Algunas personas que defienden los transgénicos aseguran que pueden ser utilizados para crear semillas más resistentes a ciertas plagas. ¿Considera Ud. que existe alguna vía en la que esta llamada “bio-tecnología”, que incluye los estudios en creación de transgénicos, pueda realizarse?
La tecnología de transgénesis existe y se está experimentando para lograr resistencia a plagas y/o a los herbicidas que se usan para matar plagas. Que sea más productivo, que pueda sembrarse en condiciones adversas. Sin embargo, quiero llamar la atención a que el problema del uso de esa tecnología no es solamente científico-tecnológico.
El problema es que ésta viene asociada a un modo de producción que impacta en la pequeña agricultura, que es la que nos da de comer a todos, que es el monocultivo agroindustrial. Por ejemplo, puede lograrse una variedad de maíz resistente a plagas. Ese maíz sería luego sembrado masivamente, engullendo tierras que antes sustentaban gran variedad de cultivos, homogenizando la dieta, desplazando a pequeños agricultores que no tienen el dinero para comprar la tecnología.
Los monocultivos son más vulnerables a plagas y fenómenos ambientales: si se desarrollara una plaga que logra atacar ese maíz, como está sembrado un monocultivo, la plaga se esparciría rápidamente matando todas las plantas; la cosecha entera se perdería. En cultivos diversificados la plaga se esparciría más lento y habría tiempo de tomar medidas para controlarla. El cultivo con semilla transgénica requiere del monocultivo. Van de la mano. Esos riesgos existen, así que el uso de transgénicos no garantiza un cultivo superresistente a todo.
Considero que la discusión sobre los transgénicos no es una discusión científico-tecnológica sobre los beneficios/impactos de la tecnología. Porque no hay suficiente información, porque la ciencia siempre está haciendo nuevos descubrimientos y descartando antiguos conocimientos, porque es poco probable que se lleguen a conocer certeramente todos los beneficios/peligros de una tecnología, esa es la característica de la ciencia contemporánea. Los datos científicos son una guía, pero las decisiones deben ser en última instancia sobre la fase de los aspectos sociales.
¿Las semillas transgénicas crean algún tipo de dependencia entre los agricultores y quienes las comercializan? Según los testimonios recogidos en el documental “The world according to Monsanto”, sí. ¿Esto contradice las nociones filosóficas constitucionales de la Soberanía alimentaria?
Absolutamente, a mi parecer, este es el punto crucial de discusión. La semilla transgénica viene asociada a un paquete tecnológico: la semilla, el herbicida, la maquinaria. Viene asociada además a una práctica agrícola que desplaza a la pequeña agricultura diversa: el monocultivo agroindustrial. Si se adopta el cultivo con transgénicos se debe adoptar todo el paquete, que cuesta dinero y que se puede adquirir de una sola empresa: Monsanto. Es un monopolio mundial de todo el proceso productivo. No hay a quién más comprarle. No se puede optar por solo comprar la semilla y ya, hay que comprar todo el paquete. Eso crea dependencia, que no solo afecta a los agricultores pequeños, sino que volverá [más] dependiente a la agroindustria ecuatoriana.
La soberanía alimentaria es la posibilidad que tienen los pueblos de decidir cómo se alimentan, y cómo producen sus alimentos. Cualquier mecanismo que produzca dependencia en lugar de libertad, como la tecnología de cultivos transgénicos monopolizada por Monsanto, va en contra de ese principio.
*Melissa Moreano se encuentra realizando un doctorado en Geografía con especialidad en ecología política en el King’s College de Londres
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