El Comercio <www.elcomercio.com>
25 noviembre 2013
Un triste espectáculo dio la Legislatura venezolana al otorgarle plenos poderes a un Presidente sin rumbo y que se aferra a decretar milagros.
El Maduro encargado de la presidencia ya se esmeró en mostrar su inmadurez política al reducir la política al grado cero, invocando santurradas y no políticas, al no poder debatir sino condenar al contrincante, en particular frente a la dura realidad creada por la falta de perspectiva y por centrarse en esa inmensa fortuna que nunca es suficiente en la Venezuela acostumbrada a que todo sea primero petrodólares.
Ya no es una cuestión de proyecto político sino de elemental sentido de manejo económico que adolece el Gobierno venezolano. El desastre es múltiple y mal se puede culpar de ello al complot de los “malos” nacionales o extranjeros, aunque es evidente que existe especulación, contrabando y mal uso de divisas, ese es el sistema, pero ya vienen años anunciándose los hechos del desabastecimiento, al igual que el de los cortes de luz que no es culpa del contrincante. ¿Cómo la rica Venezuela puede tener cortes de electricidad? La irresponsable orden de Maduro “que no quede nada en los anaqueles”, un permiso de saqueo, sembró más desconfianza en la economía, no la de la actividad petrolera sino la del sistema para las primarias necesidades, la del consumo, esa que sirve de barómetro del descontento.
Qué vergüenza es para la izquierda tener un Presidente que no define políticas sino ve pajaritos que le susurran políticas, que decreta felicidad y que encuentra la imagen de Chávez en un túnel o viene a iluminarle en el sueño para así dar alguna validez a sus palabras sin ideas.
Caracas está tejida de rumores, pero convergen en que ya llega un cambio de Gobierno, el quien lo hará alimenta el rumor. El general tal, Diosdado Cabello el presidente del Legislativo, un dirigente del partido gubernamental o algún aparecido del cielo, para ir con el conservadorismo actual de invocar la religión ante la pobreza de políticas. Pero antes bien puede llegar otro “caracazo”, el descontento popular tiene su dinámica.
La primera medida de plenos poderes ha sido más controles a la economía, cuando el exceso de controles y burocracia actuales ya la paralizan. Este un despeñadero anunciado, en una sociedad en que el consumo ha sido credo nacional.
No saber a dónde ir y buscar los chivos expiatorios en comerciantes o hacerse un Presidente milagrero de paraísos instantáneos sin asumir la realidad ha sido siempre un sign+o de fin de época; anuncio de la sin salida que implicará una crisis mayor. Esta escena de fin de ciclo es del avestruz que al no ver los hechos se encierra en convencerse que tiene razón de sus sinrazones. La oposición venezolana que vive de la simple condena al Gobierno, debe agradecer a Maduro y las nuevas medidas que le sirven en bandeja el contexto para su éxito futuro.
Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/jorge_g-_leon_trujillo/Maduro-inmaduro-fin-cantado_0_1036096437.html
A la menos que mediocridad de Maduro -que no permite explicar por qué Chávez lo delegó- se suma su religiosidad elemental y casi grotesca que, sin embargo, se enmarca en un contexto universal: muchos mandatarios hablan de Dios, de inspiración en el cielo, hablan de “si dios lo permite”, etc. Junto con ello, agradan a la iglesia, financian, desde el Estado, planteles educativos católicos, en fin. Devolver la laicidad a todo proceso progresista es un deber irrenunciable.