MARCO LARA KLAHR, EL PERIODISMO Y SU COMPROMISO CON LA CULTURA DE PAZ
A un extremo, los detenidos parados en hilera con la mirada al piso, como frente a un pelotón de fusilamiento, y al otro, los periodistas también en hilera con las cámaras y los micrófonos dispuestos a para un relato acusador. Esa es quizá una de las imágenes más recurrentes en la práctica del periodismo judicial y uno de los síntomas más visibles de esa tendencia a informar desde una visión punitiva y espectacular. El periodista mexicano Marco Lara Klahr cuestiona esas prácticas, no solo de los sistemas de justicia, sino también de los sistemas de información. Lara Klahr dirigió en CIESPAL un taller para periodistas que cubren los temas de justicia, con énfasis en salidas alternativas y procedimientos especiales. Este es un diálogo con Mediaciones.
GA: Has dicho que los periodistas que cubren temas judiciales lo hacen desde una visión inquisitorial, por un lado, y de entretenimiento, por otro ¿Cuál consideras que debe ser la visión que permita al periodismo superar esas prácticas?
MLK: Yo propongo un periodismo judicial cuyas bases o referentes sean el respecto irrestricto a los derechos humanos y, particularmente, a los más sensibles como son los derechos al debido proceso y los derechos de personalidad. Me parece que el periodismo, cuando se práctica de manera no profesional, se pierde la oportunidad de ser un instrumento de diseminación y fortalecimiento de la cultura de la legalidad y de paz. Quiero decir que los periodistas tenemos un compromiso claro con la paz y la legalidad. Sin embargo esto no significa eludir conflictos, sino mostrarlos y dar la voz a los actores que proponen visiones diferentes a la violencia en la resolución conflictos sociales. Me parece que ese es un aporte, modesto pero importante.
GA: ¿Cómo desarrollar esos nuevos valores en una cultura periodística tradicional, que privilegia el espectáculo por sobre las demandas sociales en materia de justicia?
MLK: Me parece que la industria periodística, la de los medios noticiosos, históricamente ha privilegiado la rentabilidad, sobre todo, en culturas con tradición autoritaria, de nula participación ciudadana en el espacio público. Esa es una industria no profesionalizada, parasitaria, que vive de la publicidad institucional, que ha precarizado las condiciones laborales de los periodistas y se caracteriza por su altísima adicción a la información barata, que proviene de las instituciones. En ese sentido, diría que los periodistas estamos expuestos a una serie de desafíos y de presiones relacionadas con nuestra intervención en esa industria, ya que somos su fuerza laboral. No obstante, no propongo que los periodistas perdamos nuestro empleo, sino que negociemos, que ganemos reputación pública y mejoremos nuestras condiciones laborales al cambiar, con ayuda de esa reputación, la correlación de fuerzas ante las empresas para las que trabajamos.
GA: ¿Un cambio en las prácticas antes que en las estructuras?
MLK: Lo que digo es que el principal desafío para los periodistas es que tenemos que cambiar primero nosotros. De nada sirve soñar y dejar en nuestro imaginario la idea de que la industria tiene que cambiar, cuando nosotros mismos estamos inoculados con los mismos valores autoritarios de las viejas redacciones, sempiternas, verticales. Primero tenemos que convertirnos nosotros en agentes de cambio social, tanto dentro de nuestro gremio como dentro de nuestra comunidad. Y no lo digo con soberbia, porque no pienso que seamos actores ciudadanos privilegiados. Pienso que nosotros somos actores sociales importantes porque somos el instrumento de la comunidad para el ejercicio de su derecho a la información. Eso exige, por un lado, un activismo gremial y, por otro, un comportamiento de altísima sensibilidad y noción de comunidad. Los periodistas funcionamos, habitualmente, sin noción de comunidad. Necesitamos adquirir una poderosísima noción de comunidad, que nos permita vincularnos con nuestros conciudadanos para serles útiles a partir de las herramientas que nosotros manejamos en nuestra profesión.
GA: ¿Y crees que las grandes empresas tienen cabida para dar ese giro al periodismo?
MLK: Yo creo que es una combinación de las dos cosas. Sin duda los medios establecidos tienen, en algunos países más y en otros menos, espacios reducidos para el periodismo investigativo. Medios que históricamente habían sido luminosos como Miami Herald, como Chicago Tribune, Los Ángeles Times y otros están postrados en términos de investigación. Medios latinoamericanos de gran tradición están semipostrados, como Clarín de Argentina, como Reforma de México. Aquí, El Universo es un medio que me parece digno, importante, que yo respeto y, sin embargo, me parece que su inversión en periodismo de investigación es cada vez menor, aunque sigue haciendo un esfuerzo. También pienso que las organizaciones colegiadas de periodistas están produciendo cosas muy interesantes. En México hay una organización que se llama Periodistas de a Pie, que está haciendo cosas importantes, en cuanto a periodismo de investigación, de empoderamiento profesional y, por otro lado, estamos los periodistas que trabajamos y que nos debemos a la sociedad civil organizada.
GA: ¿Podemos apostar entonces por un periodismo hecho fuera de las empresas mediáticas?
MLK: Todo el periodismo que yo hago y la interacción que tengo con mis colegas, es cien por ciento patrocinado por las sociedad civil organizada, global, regional y local. Es decir, yo no tengo salario, soy un periodista freelance, que vive de sus reportajes, de sus historias, de sus libros teóricos, de sus manuales de periodismo, de sus conferencias y de sus talleres. Y todo eso le da vida al periodismo que propongo, y no digo que sea ni mejor ni peor, sino un periodismo específico, con una mirada específica, no necesariamente original, y creo que todo eso se debe a mi capacidad de interacción con la sociedad civil organizada. Entonces, me parece que la ruta del periodismo que sobrevive es el que se muestra competitivo respecto de la diversificación de fuentes. La paradoja es que el periodismo de la posmodernidad sigue dependiendo de un valor de la modernidad o de la premodernidad, como es la independencia. El mejor periodismo es el independiente, autónomo, lo que no significa que no trabaje para una corporación, sino que tenga el espacio creativo para producir información que sea socialmente útil.
GA: Cómo se complementan el periodismo y la justicia en la construcción de una cultura de paz sin que el uno deje de ser periodismo y la otra deje de ser justicia?
MLK: Es una pregunta muy pertinente, porque en diversos países de América Latina estamos en un proceso de transformación estructural. Estamos en un tránsito del modelo inquisitorio de justicia penal al modelo acusatorio. En algunos más avanzados que en otros. Ya tenemos las leyes, las instituciones, los procedimientos, pero falta la transformación de la cultura, como es el caso de Ecuador. Ya tienen todo, pero les falta transformar la cultura de los jueces, de los defensores, lo que se llama el modelo mental del ciudadano mismo, del periodista, del fiscal. Entonces, el periodismo adquiere una dimensión fundamental en este proceso, porque se trata de convertir al sistema de justicia penal en un sistema eficaz que provea justicia. El sistema inquisitorio se basa en presumir la culpabilidad, es escrito, burocrático y opaco. El sistema acusatorio tiende a privilegiar los derechos de la víctima, a ser público y a proveer justicia más que castigo. A mí me parece que en el sistema inquisitorio los periodistas recibíamos migajas del fiscal, del juez, del policía, de los abogados, e informábamos a partir de esas migajas a la ciudadanía. Ahora tenemos las audiencias. El principio del sistema acusatorio nos ofrece una enorme posibilidad de transparencia y de acceso a la información que se ventila en un proceso. Sin embargo, los periodistas no podemos convertirnos en voceros del sistema porque eso compromete nuestra función social y genera conflictos de intereses. No es lo que la sociedad espera de nosotros. En realidad, el mejor servicio que le podemos hacer a la comunidad y al sistema de justicia es constituirnos en vigilantes, veedores, por cuenta de la ciudadanía, de la función pública. Nuestro papel es decir si el sistema de justicia penal está funcionando o no lo está; por qué está funcionando precariamente; cuáles son los vicios y las rémoras que vienen del viejo modelo hacia el nuevo. Lo mejor que podemos hacer para trabajar por una sociedad más justa es vigilar al sistema. No podemos hacer un periodismo acrítico que solo hable bonito del sistema, pero tampoco podemos dinamitarlo. Más nos vale a los periodistas que haya un sistema justo. En México están matando a compañeros nuestros y ese mismo sistema injusto y arbitrario, que no provee justicia y que promueve impunidad, no resuelve los asesinatos contra los periodistas. Es decir, hay más de una razón para que nos preocupemos por la eficacia de nuestro sistema de justicia penal.
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